Que sí, que me la pela y voy a empezar de nuevo esta sección tal y como la he empezado las tres últimas veces: afirmando que en enero no ha existido ningún otro estreno que el de «Nymphomaniac«, ya sea en su volumen 1 o en su volumen 2 (o en esa versión íntegra y ampliamente pornográfica que no sabemos si acabaremos por ver algún día pero que no perdemos la esperanza de que deje a todo el mundo con el culo bien torcido durante el próximo Festival de Cannes). Aun así, han habido algunos estrenos que le han intentado hacer sombra al maestro Lars Von Trier… Y entre ellos habrá que considerar seriamente a la única película que merece ser destacada esta semana: el «Nebraska» de Alexander Payne.
Para empezar, Alexander Payne se ha ganado a pulso ser destacado estrene lo que estrene: obras gigantescas como «Sideways» o «Los Descendientes» le han reservado un lugar en el podio histórico de Directores Imprescindibles. Pero es que, además, «Nebraska» hay que recibirla con los brazos abiertos por otro factor a tener en cuenta: entre «Sideways» y «Los Descendientes» transcurrieron un total de siete años, y lo cierto es que muchos temimos tener que esperar una cantidad de años similar para volver a disfrutar de una nueva película de Payne. Así que, el hecho de que «Nebraska» llegue hasta nosotros a tan solo tres años de «Los Descendientes» es una buenísima noticia. Tan buena como que Payne ha decidido jugar fuera de la gran liga de cine yanki y optar por una cinta pequeñita, rodada en blanco y negro y sin grandes nombres como reclamo. El mejor reclamo, al fin y al cabo, es que el director vuelve a darle brillo a los road trips y a la familia, que son dos áreas en las que ya se ha demostrado más que sobrado. Ya entrando en terreno personal, tengo que admitir que Alexander Payne se ha salido con la suya en algo que ni Scorsese consiguió con «El Lobo de Wall Street«: que olvide por un momento a Lars Von Trier.