Delorean han anunciado que cesan su actividad… Y esta es nuestra sentida carta de despedida para una banda que nos ha acompañado durante tanto tiempo.
La noticia fue repentina, sorprendente, fulminante… Delorean comunicaban la semana pasada el final de su trayectoria, tras 18 años de actividad.
A todos sus seguidores el anuncio nos cayó como un jarro de agua fría, precisamente en una etapa en la que el grupo de Zarautz se encontraba en plena forma creativa -como demostró su último trabajo, “Mikel Laboa” (Elkar, 2017)- y con una salud en directo formidable. Natural que surgieran sentimientos de extrañeza. No existían señales previas que lo advirtieran… Ante este inevitable adiós, debo recordar el impacto que Delorean provocaron en mí a través de dos enfoques distintos, pero interconectados: el periodístico y el personal.
Echando un vistazo al archivo de Fantastic, Delorean quizá sean el grupo nacional del que más he escrito desde el nacimiento de la web en marzo de 2010. De todas esas palabras vertidas, las más directas llegaron con sendas entrevistas a Igor Escudero, que explicó de primera mano dos momentos importantes de la banda: la publicación de “Apar” (Mushroom Pillow, 2013); y, tres años después, la salida de “Muzik” (PHLEX, 2016). Mediante sus respuestas descubrimos los mecanismos de la evolución de un grupo en constante progresión, a pesar de que la sombra de “Subiza” (Mushroom Pillow, 2010) revoloteaba continuamente sobre sus cabezas. No era para menos: aquella era su obra capital, que había redefinido su sonido y expandido el nombre de Delorean por todo el globo alternativo.
Un detalle: en nuestra primera lista de mejores discos nacionales, la de 2010, “Subiza” no apareció en ella… Bueno, tal ausencia había que tomarla como una declaración de atenciones de Fantastic: no dejarse llevar por la corriente dominante.
Pero, más adelante, nos atraparía el imparable ascenso de Delorean, cuyos poderosos efectos noté en todos y cada uno de los conciertos que cubrí. Su despliegue en vivo era una demostración de su capacidad para jugar con su sonido, transformar sus canciones en tiempo real y convertir sus directos en verdaderos festines regados de música electrónica de baile caliente y magnética. Los hallazgos de Delorean en sus álbumes explotaban sobre las tablas como fogonazos de infinita onda expansiva.
Lejos quedaban los tiempos de “Into The Plateau” (BCore, 2006) y “As Time Breaks Off”, aquel bombazo post-punk que tantas veces había pinchado en la época en la que agitaba la noche de Santiago de Compostela tras los platos. Ya fuera de la cabina tiempo después, tras escuchar “Deli” y el EP “Ayrton Senna” (Mushroom Pillow, 2009), no tenía ninguna duda del brillante futuro de Delorean. Un hecho que se materializaría dentro y fuera de nuestras fronteras, sobre todo en Estados Unidos, donde daba la sensación de que se les prestaba más atención que aquí. En realidad, no sucedía tanto eso, sino que muchos no salíamos de nuestro asombro ante la fulgurante irrupción de los vascos en un circuito musical tan exigente.
A ese asombro se añadió cierto desconcierto en torno a “Subiza” por no comprender del todo las pretensiones de Delorean al eliminar las guitarras -anteriormente elementos fundamentales de su estilo- y reforzar sus componentes sintéticos. El resultado de esa (r)evolución fue una electrónica repleta de melodías epatantes que exprimía tanto su cariz evocador como su energía bailable y que me empujaba a recrear en mi mente paraísos imaginarios que, como un designio del destino, cristalizaron la primera vez que pisé Ibiza. Más allá del juego de palabras, la conexión entre “Subiza” e Ibiza era más clara de lo que sugería el disco, un pensamiento que cobró todo su sentido cuando el calor ibicenco golpeó mi cara.
Justo antes y después de aquella vivencia reveladora, Delorean era el grupo que más disfrutaba y bailaba en directo. Y, en los años posteriores, todavía más. Hasta el punto de que me vestía una chaqueta negra con capucha como indumentaria que completaba el ritual de sus conciertos. Hubo una época en que los veía con tanta asiduidad que se convirtió en una broma privada comprobar qué jersey lucía Ekhi Lopetegi. Es decir, que tener a Delorean delante era una experiencia integral, que iba de lo colectivo (cómo recibía la audiencia sus canciones y la eufórica atmósfera que se generaba) a lo individual (la manera de disfrutarlas personalmente frente al escenario).
Supongo que cualquier fan de Delorean estará rememorando historias similares ahora que se acerca su adiós. Seguramente no desaprovechará la oportunidad de redondearlas en alguno de los conciertos de despedida que Delorean ofrecerán antes de que, definitivamente, se acabe su fascinante viaje. [Más información en el Facebook de Delorean]
DELOREAN 2000 – 2018
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