Carly Rae Jepsen es una yonki de las emociones… Y tú también. Es por eso por lo que analizamos su nuevo disco «Dedidacted» con el corazón en el puño.
El verano de 2012 fue el verano de las Olimpiadas. Me quedaba un par de semanas en el caserío de mi abuela, leyendo probablemente «Bajo La Misma Estrella«, yendo a caminar a los montes de alrededor y siguiendo cómo Michael Phelps batía día tras día todos los récords posibles que había en natación. Vi en las noticias que, intentando reafirmar su existencia bajo el eclipse de Phelps, el resto del equipo de natación de EEUU había hecho un video lypsinceando la que pronto sería la canción del verano: «Call Me Maybe» de Carly Rae Jepsen. No me podría imaginar cuántas veces iba a escuchar esa canción ese verano, ni cuántas veces la escucharía el próximo otoño, ni mucho menos cuántas veces habrían sido hasta llegar a 2019.
En 2012, yo estaba en plena adolescencia (si consideramos el término inglés de años acabados en “teen” para su estricta definición). Hormonas a full, enamorada hasta las trancas y, si le preguntas a mi madre, en plena edad del pavo. En ese momento, y mirando hacia adelante, la juventud te parece la única edad válida. Como si todo se apagase mientras más vieja te haces. Cada año que pasa tienes la impresión de que cada vez es más difícil que las canciones te marquen, que te pases una noche sin poder dormir porque una película te ha llegado a tocar. Y, algún día, sin poder hacer nada por evitarlo, dejarás de enamorarte y tu única vía para sentir algo, media polilla muerta en el estómago, será viendo telenovelas en Neox.
Y, sin embargo, pasan los años y te vuelves a enamorar. Y te desenamoras. Y pasan más años. Y te vuelves a enamorar. Vuelves a sentir mariposas, a tener sentimientos cual quinceañera a la que el profesor le ha mandado a sentarse al lado del crush en clase durante todo el nuevo trimestre.
Carly Rae Jepsen tiene ahora 33 años. Y, a pesar de que hayan pasado siete desde el verano de las Olimpiadas de Londres, no reniega de «Call Me Maybe«.
Muchos cantantes confunden el tomar las riendas de su música después de un hitazo que les lanza el estrellato y les hace girar sin control ante los medios con un cambio de rumbo que refleje madurez, pero no es el caso de Carly. Ella sigue cantando sobre la sensación efervescente de la infatuación y del deseo, que para suerte de todos, no se agota con los años.
En su nuevo disco «Dedicated» (Interscope, 2019), siguiendo lo que empezó con «E·MO·TION» (Interscope, 2015), cada vez está más claro la independencia musical que le otorga la fuente de royalties eterna que es «Call Me Maybe» -y ahora también «I Really Like You«-, combinada con su facilidad para hacer estribillos pegadizos. Descubrimos escuchando el disco que «Julien» y «No Drug Like Me» como singles han sido una elección extraña: lo que parecía que marcaría un cambio de rumbo en la música de Carly, un giro hacia un sonido menos inmediato que las caracteriza, ha resultado un paso en falso. No. No un paso en falso, sino un paso para agrandar el espacio de maniobra.
Vuelve a usar estas dos canciones para abrir el disco, y en efecto, no es un cambio en su dirección musical: es crear un corro de libertad de movimiento. La sensación con la que nos encontramos a «Now That I Found You«, que viene directamente después de ellas, es diferente porque es una elección hacerla así. «NTIFY» es un Classic Carly Bop. El «Run Away With Me» o el «Call Me Maybe» del disco. Y en esta libertad que ha declarado con los primeros dos temas, Carly es ahora alguien que genuinamente disfruta haciendo bops.
Y aunque es verdad que «Now That I Found You» tiene una garra que las demás canciones no comparten -o no hasta ese nivel, por lo menos-, el resto del disco no sale de la estela que marcó «E·MO·TION«. «Dedicated» es el reverso luminoso del anterior disco, y las canciones resuenan a ecos. «Want You In My Room«, con Jack Antonoff metiendo mano hasta el fondo, recuerda a un reflejo de la versión que Bleachers hizo con Carly de la canción «Shadow«. En «Everything He Needs«, el reflejo del espejo no apunta a canciones anteriores, sino a Ariana Grande y su «7 Rings«. Mientras que Ariana hacía su versión de Julie Andrews cantando «My Favorite Things» en «Sonrisas y Lágrimas«, Carly hace lo mismo con Shelley Duval y su «He Needs Me» en «Popeye» de Robert Altman. Y eso es lo que llamo: TASTE.
Las demás canciones se respiran como temazos ochenteros y noventeros, explorando ahora la entrada en una relación amorosa: en «Happy Not Knowing«, resistiéndose al inevitable salto al abismo del enamoramiento, cayendo en él de lleno en «I’ll Be Your Girl«. Para «Too Much«, ya el vértigo se transforma en el imparable miedo de resultar demasiado, de necesitar demasiado. Carly es introvertida pero explosiva, y sus canciones a partir de aquí se sienten como una confesión de dependencia alternada con la embriaguez del amor a la que llega en «Automatically in Love«.
Electric Guest, que colaboran en «Feels Right«, eran la otra cara de la moneda en 2012. En pleno auge del indie pop, ellos estaban en el máximo cuadrante con «This Head I Hold«, viendo ni una centava parte del éxito que cosechaba «Call Me Maybe«. Y, mientras en ese momento una colaboración entre ellos habría sido inverosímil, en 2019 cobra sentido. Las líneas entre lo comercial y lo alternativo se han borrado, y más en Carly y su fandom que se extiende casi más intensamente por los medios que más se apartan de lo mainstream.
Y me preguntan, qué es “eso” que tiene Carly que hace que la consideremos la salvadora del pop. Un amigo me dice, parafraseando lo que RuPaul le pide a la siguiente ganadora del Drag Race: “Uniqueness, Charisma, Nerve and Talent”. Y estoy de acuerdo. Pero para los más escépticos añadiría que desde el saxo inicial de «Run Away With Me» que abría «E·MO·TION«, ha habido dos discos enteros, un EP, un par de canciones sueltas y unas cuantas stories adelantando canciones nuevas (que luego no ha sacado), y ninguna, ni una sola canción entre todo este catálogo deja de ser un temazo. Y que nadie crea música sobre el enamoramiento y sobre el subidón como ella.
En plena Era Instagram, es imposible evitar tomar en cuenta su relación sentimental con James Flannigan, compositor que trabaja con otros artistas como Dua Lipa o MØ, y que pasea públicamente por las redes. Estoy enganchada a ver sus stories. Quedan para jugar al «Catan» con amigos, hacen fiestas de suéters feos de Navidad y quedan para comer con Danny L Harle. Carly Rae Jepsen está enamoradísima, lo veo ahí y lo veo en el disco. La clave es que el Señor Flannigan aquí da bastante igual. Que no niego que Carly esté hasta las trancas por este señor, y que seguro que esto es la razón por la que sus canciones ya no hablan tanto sobre el amor no correspondido, pero «Dedicated» y el quid de Carly no va por ahí.
El quién da igual. Carly Rae Jepsen es una yonki de la emoción, no una yonki de chicos. Lo va pregonando en «Too Much» que “I’ll do anything to get to the rush”, reafirmando en «The Sound» que “Love is more than telling me you want it” y llegando al grano en «Real Love«, donde afirma que “All I want is real, real love”. El objeto de deseo de Carly es el deseo mismo, es la obsesión por conseguir un colocón de emoción.
Después de los baby boomers y su afán por la estabilidad, venimos una generación que tiene verdadero pánico a la indiferencia y a quedarnos insensibles hacia lo deseado. Si la narrativa durante «E·MO·TION» ha sido la de “cerca, pero no lo suficiente”, en «Dedicated» el cuerpo deseado ya está conseguido, y el objetivo es seguir con el subidón de la persecución. La fórmula matemática para que las teleseries románticas funcionasen es que las parejas nunca estén juntas. En el mundo pop perfecto no existe la estabilidad tampoco, y la manera de lograr esa estable inestabilidad es justo buscar la búsqueda y no la recompensa.
Según el tracklist oficial, «Dedicated» termina en «Right Words Wrong Time«, una melancólica traca final de amores imposibles por circunstancias previsibles. Las tres siguientes son bonus tracks, comenzando este limbo con «Real Love» como la condensación de todo lo esencial en la música de Carly: no alguien real sino algo real.
No es casualidad el aire crepuscular de «For Sure» se continúe con un «Party for One» totalmente fuera de tono. Después de todos los amores y desamores, de un disco sobre la búsqueda de la felicidad a través de la emoción romántica, lo que queda es una fiesta para uno mismo, lo verdaderamente importante de todo. «Party for One» (llamada en los foros como “la canción sobre masturbarse”) es la antítesis de todas las canciones de Carly donde el juego del deseo lo precede a todo.
Madurar, a sus 33 años, quizás es eso: que, después de todos los puntos altos y los bajos, después de todas las emociones y de un corazón centrado en buscar la adrenalina sentimental, hayas encontrado la felicidad en la independencia de ello. Entender el amor romántico y el deseo como una cosa preciosa, vital e intensa, pero no como un fin. [Más información en la web de Carly Rae Jepsen // Escucha «Dedicated» en Apple Music y en Spotify]