¿El cuerpo te pide una buena ración de pesadilla a lo H. P. Lovecraft? Tu mejor opción es la aventura grárica «Call of the Sea».
Hace algunas semanas que se anunció una nueva versión de «Myst» en realidad virtual (Oculus Quest), y tengo que reconocer que mi primera reacción fue pensar: «¡Buah! ¡Esto no me lo pierdo yo! Con lo fan que era del juego original, tiene que ser una gozada jugarlo como si estuvieras viviendo dentro de aquella isla maravillosa«. Pero que lo segundo que hice fue recordar que, ya años después de su lanzamiento, intenté re-jugarlo y aluciné con lo imposibles que eran sus puzzles, donde la intuición brillaba por su ausencia.
Eran otros tiempos. Si haces memoria, resulta que, por muy míticos que sean los puzzles de «Monkey Island«, muchas de sus soluciones eran puro surrealismo ilustrado. ¿Que iban muy bien con el tono general de puro cachondeo del juego? Pues también. Pero lo cortés no quita lo valiente, y hay que reconocer que estos dos títulos (y muchos otros similares) son el ejemplo pluscuamperfecto de lo mucho que ha evolucionado el mundo del videojuego en lo que se refiere a planificación de la jugabilidad y a dinámicas de juego. Que es todo un arte, la verdad.
Sea como sea, todo esto me viene a la cabeza precisamente tras haber acabado de jugar a «Call of the Sea«, aventura gráfica realizada por el estudio español Out of the Blue que se lanzó el pasado 8 de diciembre para Xbox One y Xbox Series X|S (está disponible para todas estas consolas, además, en el Game Pass). Porque es necesario ir admitiendo que, a veces, la nostalgia nos juega malas pasadas… Y son necesarios lanzamientos como este para darnos cuenta, como decía la canción, de cómo hemos cambiado. Para bien. Se entiende.
La historia de «Call of the Sea»
Lo primero que destaca en «Call of the Sea» es, precisamente, su propio argumento. Porque, contra el hermetismo y la contención argumental (casi opacidad argumental) de «Myst» y similares, el título de Out of the Blue despliega su magnética historia desde el minuto cero en el que te pones bajo la piel de Norah, la protagonista. Amaneces en la cama de un barco que te está transportando hacia una isla del Pacífico Sur, en plena Polinesia Francesa y cerca de Tahití.
Norah narrará en primera persona todo lo que hagas. Si te topas con una foto, la describirá con sus palabras. Si coges una nota, la leerá a viva voz. Si abres un cajón, lo explorará de forma oral… Y, así, de esta forma, te hará partícipe de su propia tragedia: su marido, Harry, se embarcó en esta misma travesía a la búsqueda de una cura para la enfermedad de Norah, que ha hecho erupción en forma de manchas cutáneas en sus manos y brazos. Y que, de hecho, es la misma enfermedad que causó la muerte de la madre de su esposa.
Este ominoso precedente pesará continuamente sobre la espalda de la protagonista desde el instante en el que pise la misteriosa isla en la que desapareció su marido y que los locales de la zona evitan a toda costa. Poco a poco, y a golpe de puzzle y explicaciones por parte de Norah, nos iremos introduciendo en las fauces de una leyenda repleta de seres acuáticos que habitaban la zona y que esclavizaron a toda una raza usando un tétrico ritual que los convertía en seres acuáticos también, pero bajo su dominio absoluto.
Los ecos de H. P. Lovecraft son mucho más que evidentes. La atmósfera tétrica, de pura pesadilla, que transmite el juego está al nivel de las mejores partidas de Cthulhu. Y, de hecho, la sospecha de Norah de que existe un monstruo marino terrorífico y gigante es una alusión directa a este ser escalofriante que, si nos fiamos de Lovecraft, vive precisamente en lo más profundo del mar. Pero lo interesante aquí es que «Call of the Sea» no se queda en la coartada lovecraftiana, y explora otros referentes igual de ilustres que van desde el toque gótico femenino de Mary Shelley hasta el romanticismo espeluznante de Edgar Allan Poe. En la historia hay terror, pero también amor. Hay espacio para su historia de amor con Harry, pero también para un típico pero no menos eficaz relato de transmisión materno-fililial de terrores heredados.
Y lo mejor de todo es que, a través de las fotografías y documentos que la protagonista va encontrando diseminados por la isla, el jugador acaba viviendo también la aventura de Harry. O, mejor dicho, una pesadilla con tintes de expedición a lo Indiana Jones que acaba en body-count fantasmagórico en el que todo el mundo parece perder la chaveta. La historia de Harry alimenta la de Norah y, así, en paralelo, «Call of the Sea» borda un apasionante argumento que te deja con ganas de más. Sobre todo porque, al plantear el final como una doble elección, deja la puerta abierta para una apetecible segunda jugada.
El juego
Pero ya se lo hemos visto en otras ocasiones: ¿una buenísima historia despedazada por una ejecución técnica y un gameplay torpe? Los ejemplos abundan. Pero «Call of the Sea» es más bien un ejemplo de cómo una buena historia brilla el doble con una ejecución técnica mimada al detalle y con un gameplay planificado con cariño y sensatez.
Out of the Blue ha bordado un título en el que el apartado visual es impecable. Obviamente, para que la historia no pierda ni un ápice de su magnetismo, se impone un diseño de entornos donde la fantasía conviva con el horror. Y la plasmación de esta isla de la Polinesia es pura hipnosis, alternando zonas de exuberancia selvática con grutas impregnadas de terrores ancestrales. «Call of the Sea» huye del hiperrealismo y apuesta por sumergirnos en una ficción de colores brillantes y planos con paisajes bellísimos en los que, si hay que poner algún pero, solo puede decirse que adolecen de falta de movimiento y de posibilidades de interacción.
Los puzzles, por su parte, no podrían ser más variados e intuitivos. Algunos son de lógica, otros de memoria (para lo que ayuda poderosamente que Norah vaya tomando apuntes continuos en su diario). Raro será que te quedes encallado en alguno de ellos y, de hecho, si te ocurre, con desandar tus pasos y volver a andarlos es más que probable que des con la solución al enigma en cuestión. «Call of the Sea» es muy ordenado en su aventura… Nunca estarás liado con más de un puzzle a la vez y, de hecho, estos siempre tienen la cantidad justa de dificultad, lo que resulta muy efectivo a la hora de convertir la experiencia de juego en un fascinante paseo a través del gran fuerte del título: el argumento.
Nos encontramos ante el juego ideal para limpiar el paladar entre juego y juego: una experiencia cortita pero poderosa que, además, te deja poso con una historia de calidad literaria. Porque «Call of the Sea» no tira de nostalgia jugona para triunfar… ni falta que le hace. Aunque, mira, como ocurre con «Myst«, pensar en jugarlo en realidad virtual es una fantasía que me encantaría ver hecha realidad bien prontito. [Más información en la web de «Call of the Sea»]