Advertencia: nuestra crítica de «Call Me By Your Name» está repleta de spoilers… Pero también de teorías que te obligarán a adorar todavía más la película de Luca Guadagnino.
«Llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío«, le susurra Oliver a Elio justo antes de que Oliver pase a ser Elio y Elio pase a ser Oliver. No hay metáfora alguna en este momento tan sumamente real: el director Luca Guadagnino nos está hablando de ese punto del amor compartido en el que las fronteras entre el uno y el otro se difuminan. El amor es un espejo que nos refleja en la persona amada y nos convierte a su vez en espejo. Te quiero tanto que no solo formas parte de mí, sino que perderte sería como perder una parte de mi cuerpo. Te llamo por mi nombre porque eres tan mío como lo soy yo, y permito que me llames por tu nombre porque no hay mayor entrega que reconocerme absolutamente parte de ti.
«Call Me By Your Name» es una película rendidamente romántica… Pero también es una película capaz de huir de los lugares comunes del nacimiento del amor y mostrar un romanticismo inédito que no muchos han querido o han sabido representar en la cultura reciente. Si hablo de algo «inédito», por cierto, no es precisamente por el carácter homosexual de la relación que hace prender el argumento de la película, en el que un chaval francés (Elio, interpretado por Thimothée Chalamet con una intensidad y una complejidad totalmente impactantes) se enamora perdidamente y es correspondido por un turista americano, Oliver (desarmante Armie Hammer), que está pasando el verano en la villa italiana de los padres del primero.
Desde el primer momento, la cultura campa a sus anchas por la casa veraniega que comparten todos los personajes… Lo que podría hacer pensar, por otra parte, que lo «inédito» mencionado más arriba es el ahínco de Guadagnino a la hora de facturar un romance culterano en época de Tinder. Tampoco. Pero es necesario dejar constancia del alto nivel cultural tanto de la familia de Elio como del propio Oliver, porque solo en el seno de esa cultura elevada se entiende la simbología dentro de la que opera la relación entre los dos amantes.
Al fin y al cabo, así funcionan todas las relaciones de pareja: como una especie de lenguaje secreto y oculto, solo conocido por ambas partes, en el que existe un código complicado formado por símbolos únicos e intransferibles. Todas las parejas tienen su lenguaje, y el de Oliver y Elio arranca poco después de que el turista llegue a Italia: el padre del chico le tiene una trampa al turista al hablar de la etimología de la palabra «albaricoque», implicando que su orígen es árabe… Una trampa que Oliver elude excelentemente al poner sobre la mesa que el orígen de la palabra es incluso anterior y remite a «praecoquere«. Es decir: madurar antes de tiempo. Es decir: ser precoz.
Desde ese mismo momento, los albaricoques adquieren una presencia simbólica realmente fascinante dentro de «Call Me By Your Name«. En el jardín de la casa hay un árbol de albaricoques, y en la piscina que los protagonistas comparten continuamente también. En la que más tarde él mismo reconocerá como la primera señal lanzada al aire, Oliver intenta hacerle un masaje a Elio y este se aparta mientras sostiene un pequeño albaricoque en la mano. Cuando Oliver intenta ayudar a la madre del chaval a recolectar fruta y Elio se suma a ambos celoso, esa fruta son los albaricoques justo al lado de la piscina. Cuando los protagonistas ya son amantes, un albaricoque ya grande, maduro y bello será el protagonista de una escena en la que Elio verterá (literalmente) todo su joven ímpetu sexual dentro de la fruta y en la que Oliver le enseñará no con palabras sino con acciones (es decir: comerse esa misma pieza de fruta) que no hay vergüenza alguna en lo que ha hecho.
El albaricoque es el símbolo más poderoso dentro del código de lenguaje que estructura la relación de los dos amantes… Pero no es el único. La propia articulación del espacio es otro símbolo igual de poderoso: las habitaciones de ambos personajes comparten un pequeño lavabo que pronto dejará de ser un espacio físico para convertirse en el corazón de su relación, una especie de terreno metafórico que han de conquistar por un lado y por el otro en su eterno -y divertidísimo- tira y afloja para ver quién desprecia más al otro. «Los que se pelean se desean«, sí. Oliver lo conquista con su propia ropa, dejando los bañadores colgados continuamente por todos lados. Elio lo conquista con su propio cuerpo, aprovechando siempre las ausencias del amado y llegando incluso a trasgredir lo moralmente aceptable (¿quién no lo ha hecho alguna vez?) en esa deliciosa escena en la que él mismo se introduce en el bañador de Oliver.
Las palabras, siendo la de Elio una familia tan consagrada a la cultura, también forman parte vital de este código de pareja. De repente, casi sin venir a cuento pero con la mayor de las intencionalidades, la madre de Elio le lee una historia extraída del «Heptamerón» de Margarita de Angulema en la que dos amantes deben elegir entre hablar o la muerte de su «freundschaft» («amistad» en alemán): verbalizar su amor puede implicar la muerte de la amistad si ese amor no es correspondido. Como solo hacemos cuando somos jóvenes y nos empeñamos en ligar nuestras vivencias a la cultura que nos obsesiona, Elio por fin se abre a Oliver usando esta historia del «Heptamerón«… Sin darse cuenta, más adelante, cuando las cartas ya están sobre la mesa pero es el momento del mencionado tira y afloja, que el «Heptamerón» es otra versión del «Words Don’t Come Easy» de F.R. David sonando en una radio mientras él intenta olvidar lo frustrante de su amor usando como parapeto el cuerpo de una chica.
También hay símbolos que no les pertenecen exclusivamente a Elio y Oliver, sino al propio Luca Guadagnino. La primera vez que el chaval se sienta en la misma mesa que el turista, su mirada se irá directamente hacia el escote de su camisa, donde brilla una estrella judía. Imposible saber en ese momento si el plano cerrado por Guadagnino quiere mostrarnos el detalle del judaísmo (a través de la estrella) o el deseo naciente (a través del pelo en el pecho). Más adelante, sin embargo, Elio le explicará a Oliver que su madre considera que su familia está formada por «judíos discretos», dejando entonces clara también la postura de ella ante el amor homosexual: son los 80 y, por muy progresista que sea la familia, por muchas alas que den a los amantes desde la distancia entrañable, la madre aconseja discreción absoluta.
Es a este respecto cuando entra a colación lo «inédito» de la aproximación de Guadagnino al romance. Durante toda la película hemos asistido a un verdadero festín para los sentidos que entronca directamente con la exuberancia visual de la anterior cinta del director, «Cegados Por El Sol«: los paisajes italianos, la luz, el brío de los diálogos, la chispa de la química entre los actores, las escenas memorables, el magnánimo uso de la música… Todo suma para sublimar la historia de amor de Elio y Oliver y, sabiendo la postura de la madre, el espectador pasa toda la película pensando que el padre es un erudito encerrado en su propio interés por la alta cultura.
El final de todo, en la que es una de las escenas más intensas del film (por mucho que se base en un plano / contraplano que es puro minimalismo), el padre de Elio le dará la clave para entender lo que le está ocurriendo a la vez que también nos dará la clave a los espectadores para entender lo que está ocurriendo. Le habla de cómo ha de abrazar el dolor de la misma forma que ha abrazado el placer, pero sobre todo le habla de cómo no ha de permitir dejar de sentir bajo ningún concepto: no puede llegar a los 30 con un corazón inservible e invisible, porque es entonces cuando tu cuerpo también empieza a ser invisible para los demás.
Hasta ese momento, «Call Me By Your Name» resulta inédita por su capacidad para mostrar una relación amorosa (homosexual, para más inri) sin ningún tipo de drama: así nace y se desarrolla el amor (homosexual y heterosexual, tanto da)… y así os lo hemos mostrado. Pero, a partir de ese momento, la película de Guadagnino resulta inédita también por algo más: por ser una apuesta por el ciclo completo del amor (placer, pero también sufrimiento) en la era del hedonismo desaforado. Y, sobre todo, por ser una apuesta por el corazón en unos tiempos en los que parece que las únicas opciones son la cabeza o la entrepierna, sin términos medios. [Más información en el Facebook de «Call Me By Your Name»]
https://youtu.be/gzEyLe5gqFA