Analizamos los nuevos discos de Chicharrón («Unha Fogueira Intacta») y Calavera («Espejismos») como ejemplos pluscuamperfectos de pop emocional.
Pop emocional. Una etiqueta a veces difusa y difícil de definir con exactitud… Pero, en muchos momentos, útil para acotar esa música de estructura más o menos reconocible y accesible en mayor o menor medida que apela a los sentimientos y azota el alma golpeando, si es necesario, las mismas extrañas.
UNHA FOGUEIRA INTACTA, de Chicharrón
Ahí es adonde llega justamente “Unha Fogueira Intacta” (Ferror Records, 2021), el nuevo disco de Chicharrón: al alma y a las entrañas. El grupo gallego formado por Alberto M. Vecino, Mara Pérez y Rubén Domínguez (aunque, en realidad, opera como un ente colectivo en el que participan otros muchos músicos y artistas) se aleja unos cuantos pasos más de la visión del (indie)pop que transmitía en “Postal” (Prenom, 2016) y prolonga su exploración de los esquemas experimentales en los que se sustentaba el anterior “Cancións Clínicas” (Prenom, 2018). En aquel álbum, la historia personal de Alberto -autor de las letras- se volcaba a una narrativa dolorosa tan penetrante como subyugante. “Unha Fogueira Intacta” da un rodeo a esa privacidad explícita, pero continúa ofreciendo todo un tratado de las emociones desde una perspectiva poética.
De hecho, la poesía, repositorio de la belleza y de la verdad, es crucial en este trabajo. Para empezar, ya aparece en su título, extraído de un verso de Luz Pozo Garza; y, después, se escuchan los versos musicados de poemas de Yolanda Castaño y Alba Cid en “Highway To Heaven” y “Procesos de Oxidación”, respectivamente, dos piezas que fijan las coordenadas sonoras y estéticas de “Unha Fogueira Intacta”: un avant-pop con aspecto industrial, tonos sombríos y capas cubiertas de herrumbre, todo ello resultado de la producción metálica del propio Rubén Domínguez. Aunque entre los vapores de mercurio que esta desprende asoman brotes orgánicos en forma de saxos, acordeón y grabaciones de campo.
En el núcleo de “Unha Fogueira Intacta” late un poderoso corazón al compás de los 127 bpms que, como han explicado Chicharrón, se usaron como medida rítmica de las canciones. A partir de esa premisa, el disco se mueve entre la sugestión (“Outono de Fíos Eléctricos”) y la agitación dark wave con efectos catárticos (“Ondeando”), entre la delicadeza lírica y el estruendo (“Oda aos Vagalumes”), entre la desesperación y el desahogo bajo una atmósfera tan amenazante como envolvente que, en vez de oprimir, empuja a mantenerse en pie en medio de los disparos sónicos (“O Mes sen Minutos”, “O Espigador”) ejecutados por unos Chicharrón disfrazados de los Portishead de “Third” (Mercury, 2008) y The Soft Moon.
Al final del camino que se traza en “Unha Fogueira Intacta” debería hallarse la luz de esa hoguera inmaculada e incorruptible que Chicharrón intentan que no se apague. Porque de eso se trata: de que esa llama sensitiva no se extinga jamás y siga alimentando la resiliencia y la confianza en tiempos convulsos en los que reinan la angustia, el miedo y la incertidumbre. [Más información en el Bandcamp de Chicharrón // Escucha «Unha Fogueira Intacta» en Apple Music y en Spotify]
ESPEJISMOS, de Calavera
En un plano formal radicalmente diferente a Chicharrón se encuentran Calavera. O, expresado en singular, en el que se encuentra Álex Ortega, alma máter de un proyecto adscrito a las metamorfosis. Por un lado, en cuanto a su estilo, cuando el grupo cambió el alt-rock de sus inicios por el pop satinado y atravesado por sintetizadores de su primer álbum, “Exposición” (Mont Ventoux, 2017). Y, por otro, en cuanto a sus miembros, alteración que provocó que Álex prosiguiese la aventura según un plan individual (materializado mediante provechosas colaboraciones) que desembocó en “Espejismos” (Lago / Cráter / TBC, 2021).
Esta circunstancia influyó decisivamente en el objetivo espiritual del álbum: transmitir las sensaciones derivadas del tránsito -en ocasiones, obligado- por las fases de la soledad, la resignación y otros quebrantos y pesares, materias primas que componen, dan sentido y justifican la existencia del pop emocional. Con todo, a pesar del poso amargo que se puede detectar en sus textos, “Espejismos” escapa de la tristeza a través de la luminosidad que irradian unas canciones que afinan aún más la puntería melódica expuesta en “Exposición” -algo que ya era difícil a priori- y rezuman pulcritud y sensibilidad. En este caso, esa emotividad se inserta en temas dinámicos, que permiten lidiar con los sinsabores de la vida -perdón, sentimentales- sin caer en el regodeo victimista; y flexibles, hasta el punto de llegar a toda clase de oídos y de hacer que la voz de Eva Amaral encaje a la perfección en “Ámbar”.
Las escenas por las que discurre “Espejismos” se circunscriben a lo cotidiano, ambiente en el que, precisamente, se producen esas distorsiones de la percepción que parecen tan reales cuando determinados estados de ánimo nos engañan sibilinamente. En el segundo LP de Calavera se asimila la despedida -aunque sea inesperada- con entereza (“Sayonara”), se afronta el aislamiento con plena consciencia (“En una Isla”), se persiguen fantasmas que se escapan (“Huyendo”), se confrontan deseos con la cruda realidad (“No te das Cuenta”) y se lucha contra el pasado (“Secretos”, “Malas Hierbas”). Una vez se alcanza el desenlace de «Espejismos», surge esa impresión tan extraña pero -esta sí- absolutamente cierta: las canciones del disco parecen hablar directamente de ti, de mí, de nosotros…
Abrirse en canal no implica necesariamente arrancarse la piel y desgarrarse la carne para que brote la sangre. Basta con elegir las palabras adecuadas y vestirlas con ropajes brillantes. Justamente lo que sucede en “Espejismos”. [Más información en el Bandcamp de Calavera // Escucha «Espejismos» en Apple Music y en Spotify]