Después de cambiarnos la vida con «Scott Pilgrim», Bryan Lee O’Malley vuelve con «Seconds», una nueva historia en la que hay mucho teenage angst, restaurantes y setas mágicas.
Os vamos a ser sinceros. A nuestra edad, es muy difícil ya encontrar cosas de las que puedas decir «wala, me ha cambiado la vida«. Osea, tampoco es que tengamos un pie en la tumba, pero la facilidad esa tan veinteañera de fliparse mucho ya la dejamos bastante atrás (y eso que somos mucho de fliparnos, ojo). Pero en cuanto cayó en nuestras manos «Scott Pilgrim» nos volvimos locos de alegría. Volvimos a recordar aquellos años mozos en los que intercambiábamos mangas en la universidad (bueno, el Director de esta casa me traía los suyos y yo los leía) y en los que repetíamos los argumentos de aquellas historias en voz alta y ni aún así éramos capaces de entenderlos del todo.
Y si una cosa tenía Scott Pilgrim era que metía en una olla a presión tres de las cosas que más nos gustan (manga, cómic americano y videojuego), la tapaba, le daba al botón, la dejaba cociendo a tope media hora y de ahí salió el cómic más loco que hemos leído en los últimos diez años y que tuvo hasta su propia peli (con Michael Cera). El punto de partida era sencillo,: su prota, Scott Pilgrim, tenía que pelear con todos los ex idos de la olla de su amada (Ramona Flowers, su proveedora de Amazon) para conseguir su amor, pero todo se complicaba de forma demencial a medida que avanzaban los tomos. Para no ser fan.
Desde entonces, por aquí procesamos veneración y admiración absoluta a su creador, el canadiense Bryan Lee O’Malley. Un autor demasiado poco prolífico, la verdad. Por eso la llegada a nuestro país de «Seconds» de la mano de Penguin Random House, hay que festejarla con salvas y fuegos artificiales. Y más si su sinopsis dice tal que así: «Katie, propietaria de un restaurante, recibe la visita de una aparición mágica que le ofrece la oportunidad de encontrar el amor y enmendar todos sus errores. Sólo tiene que comer una seta y escribir su deseo en una vieja libreta. Pero nada es tan sencillo. Nada«. Jovenzuelas hasta las cejas de teenage angst, restaurantes exitosos, chefs amargados, ex-novios demasiado encantadores, segundas oportunidades y un armario lleno de setas mágicas. Así es la nueva receta de O’Malley… Lo suficiente como para que queramos ya tenerlo en nuestras manos y devorarlo a manos llenas. A lo mejor no nos cambia la vida tanto como hizo Scott Pilgrim, pero seguro que nos sabe rico-rico.