Pretendía empezar este texto afirmando que, en el mundillo de la música, siempre que se juntan diferentes talentos el resultado se ajusta a lo que uno espera de ese nivel… Pero no. Y no es así por algo que se escapa a la lógica y al raciocinio. Sea por lo que sea, tal y como incontables ejemplos se han encargado de demostrarnos en los últimos años, el concepto de supergrupo no siempre ha rendido los dividendos que puedan esperarse en un principio. Sin embargo, aquí tenemos una excepción: una pareja de extraordinarios músicos en sus respectivos proyectos que, cuando se juntan bajo el nombre de Broken Bells, son capaces de ofrecer un nivel al menos similar (que no es poco) al que despliegan cuando por ejemplo despachan nuevo material con -déjenme que me atreva- The Shins o Gnarls Barkley. De cualquier manera, no venimos aquí con la intención de descubrir a estas alturas a gente del estatus de James Mercer o Danger Mouse ni mucho menos, sino más bien a explicar por qué, en este caso particular y como ya ocurriera en su debut, la unión hace la fuerza.
Broken Bells, que por definición encaja con las condiciones de ‘supergrupo’, surgió como proyecto allá por el año 2004, cuando estas dos mentes inquietas coincidieron en el festival Roskilde y se dieron cuenta de que, más allá de las diferencias existentes entre su obra respectiva, ambos eran fans del trabajo del otro. Decidieron entonces comenzar a colaborar, y todo acabó desembocando en un notable primer álbum homónimo que rápidamente se convirtió para muchos en un ‘all time pop favourite’ en el que la consigna debía de estar grabada a fuego en la puerta del estudio donde lo registraron: combinar LA voz de «Oh, Inverted World» con el pop de libro de un Danger Mouse, que de esto sabe un rato. Publicaron un EP por el camino y, ahora, se descuelgan con un «After the Disco» (Sony, 2014) que definitivamente alcanza, al menos, las cotas a las que llegó su predecesor. Y es bien sencillo. En ocasiones, uno tiene que darle oportunidades a un disco, escucharlo atentamente, fijarse en sus matices, incluso conocer su intrahistoria para poder apreciarlo como se merece. Aquí, sin embargo, nada de eso. Darle al play significa toparse de repente con tres -cuatro, si me apuran- de las mejores canciones de pop que posiblemente vayamos a escuchar este año: «Perfect World«, «After the Disco«, «Holding on for Life«… As easy as it gets.
Fórmula gastada, dirán algunos. De acuerdo, pero funciona… Y eso es algo que no pueden decir todos. La pega, y esto es algo que ya se podía atisbar en su debut, es el ligero bajón de nivel que el disco sufre en su segunda mitad, volviendo a imponer la sensación de que hayan consumido los mejores cortes en el inicio y hayan descuidado el resto. Y es que, sin hablar en ningún momento de malas composiciones, estarán de acuerdo con un servidor en que «No Matter What You’re Told«, «Lazy Wonderland» o «The Remains of Rock & Roll» no sostendrían una comparación con ese trío inicial previamente expuesto. Sea como sea, créanme si les digo que solamente por sus primeros quince minutos este «After the Disco» se merece al menos un voto de confianza que debería de ser suficiente para engancharles al que posiblemente se convierta en uno de los mejores trabajos de pop de la temporada.