La saga literaria Palabra de Oso acaba de llegar a su undécima entrega, «Ceremonia Secreta». Hablamos con su autor Bob Flesh sobre lo humano y lo divino (y lo osuno).
Hace algunos años, colgué en mi Instagram una foto veraniega en la que salíamos unos veinte hombres gordos peludos y con barba en la playa de Balmins (Sitges). Teniendo en cuenta que mi cuenta en esta red social no es espacialmente osuna, al final resultó que para muchos de mis amigos, aquello fue el primer contacto con el concepto oso (o bear, en inglés).
Recuerdo con una mezcla de cariño y cachondeo cómo tuve que explicarle a muchos colegas (y, sobre todo, a muchas amigas) que un oso es un hombre voluminoso, redondito y peludo. Que es una especie de tipología dentro de la comunidad gay. Que, de hecho, es en sí mismo una reacción / revolución contra ciertos clichés corporales de esa misma comunidad gay, de tal forma que dentro de esta micro-comunidad se juntan habitualmente hombres gays que, hasta cierto punto de su vida, se consideraron fuera del cánon de belleza homosexual imperante. Hombres que, de repente, descubren que lo que cierta parte de la sociedad les había hecho pensar que era un cuerpo para el arrastre verdaderamente es un cuerpo deseado para muchos.
Eso es un oso. Y esa es la escena bear. Bueno, también es una escena en la que todo el mundo parece conocerse (¡benditas redes sociales!) y en la que la fiesta y la diversión y el hedonismo por encima de sus propias posibilidades parece ser el cemento que ayuda a consolidar las intra-relaciones. También, como toda escena, la comunidad osa empieza a tener sus propios códigos culturales, de forma que un buen puñado de fotógrafos, ilustradores, artistas y escritores están empezando a definir los contornos de «lo bear». A veces convirtiendo la huida del cliché en un cliché en sí mismo. Otras veces, de forma mucho más subversiva y elocuente.
A este último eslabón de cultura osa pertenece, sin lugar a dudas, Palabra de Oso. Es esta una serie de novelas que, en la tradición de la literatura por entregas, sigue las aventuras y desventuras de Marc Kaplan, un artista que perdió a su marido en un accidente de avión y que se ve envuelto en una trama a escala global en la que irá descubriendo que nada en el mencionado accidente es lo que parece. Marc también es un pene gigante andante que no deja de tener encontronazos sexuales de alto voltaje. Y, así, libro a libro, Kaplan va viviendo odiseas autoconclusivas en las que es inevitable percibir una celebración (y una subversión) de géneros concretos como la ficción negra, las pelis de espías o el terror victoriano encerrado en una mansión. Todo ello envuelto en un celofán crujiente de sanísimo erotismo.
El autor de las novelas de Palabra de Oso es Bob Flesh… Pero ¿quién es realmente Bob Flesh? ¿Cómo puede ser un icono dentro de la comunidad osa sin haber enseñado nunca la cara? ¿Existe realmente este hombre o es un pseudónimo? Aprovecho que la saga literaria acaba de llegar a su undécima entrega, «Ceremonia Secreta«, para charlar con su autor (por mail, así su identidad queda totalmente a resguardo) e intentar desentrañar este misterio. Bueno, venga, ¿a quién quiero engañar? No soy el periodista que sacará a la luz a Thomas Pynchon. Así que lo que sigue más bien es una conversación erótico-festiva con Bob Flesh en torno a Palabra de Oso. Y los osos. Y la escena osa. Desde una perspectiva hetero-friendly, eso sí.
Imaginemos que algún despistado ha llegado hasta aquí sin saber nada de la escena bear… ¿Cómo explicarías qué es un oso a alguien que no tenga ni idea? Le diría que un oso es un hombre o chaval grandote más o menos peludo, porque el vello facial viene y va y para mí no es eso lo que hace al oso, sino su envergadura física. Me ponen muy cachondo también los hombres imberbes, me basta con que sean grandotes, robustos o redonditos.
¿Y cómo le explicarías qué es la escena osa? Al principio pensaba que la escena osa era ese grupo de amigas que siempre estaba charlando y luciendo palmito en primera línea de la playa de Balmins en Sitges u ocupando los mismos rincones de los bares de osos, pero no, no puede ser eso o solo eso. Originalmente, la cosa osa eclosiona a través de internet, y creo que su consideración de escena osa emana de las redes y del entorno virtual. Nos conocemos casi todas, y a mí me interesan mucho algunas de las cosas que tiene que ofrecer esa red de contactos o comunidad osa, especialmente por lo que se refiere a la creatividad. La escena osa, por tanto, sería un lugar virtual donde uno puede sentirse a gusto con su cuerpo, con sus gustos sexuales e intereses particulares.
Por cierto, así, a lo loco, sin miedo al qué dirán… ¿Qué opinas realmente de la escena bear? Yo siempre digo eso de que, con el paso de los años, toda subcultura pierde su carácter contracultural y es absorbida por el mainstream. En mi opinión, la escena osa no es una excepción, está ingresando en cierto mainstream marica y se están subvirtiendo aquellos valores originales de oposición a los estereotipos para crear unos propios. Vivimos en la era Instagram, en territorio selfie, y resulta fácil condenar ciertos divismos y todo ese festival exhibicionista, pero a mí no es eso lo que me interesa, basta con que no le des al follow. Me quedo con lo positivo. Creo que, a día de hoy, se está configurando una subcultura osa con sus propios artistas, personajes, ilustradores, fiestas, activismos varios, etc… Y creo que está francamente bien.
Y ahora centrémonos. Bob Flesh (aquí, hablándote de ti mismo en tercera persona) es una de las personas más misteriosas de la escena osa… Y eso tiene mucho delito, con lo que le gusta a la escena osa dejarse ver. Así que, para conocerte un poco mejor, ¿podrías explicar un poco cómo tuvo que ser tu infancia para acabar escribiendo una colección de libros como Palabra de Oso? Esta cosa de ocultar mi identidad tiene que ver con la gran fantasía que es Palabra de Oso. Que cada uno se imagine al tío Bob como quiera. Yo, como muchos, viví mi infancia obsesionado por una carencia, por la falta de expresión de ese amor homosexual hacia los tipos grandes y más o menos peludos. Era algo que no existía ni siquiera dentro de la escasa cultura gay a la que yo pudiera tener acceso. Cuando a finales de los 90 conocí la existencia de la cosa bear, fue un acontecimiento con visos de revelación. Así que todo tiene mucho sentido: si estaba destinado a escribir novelas porno de osos, se debe a la acuciante necesidad de suplir esa carencia. Soy un gran lector y siempre me ha gustado escribir. Los hombres como yo necesitamos ficciones en las que vernos reflejados o que se ocupen de nuestros gustos sexuales. Eso nos divierte y nos hace sentir menos solos, más acompañados.
¿Ya de bien pequeñito sabías que te iban los señores grandes, peludos y con barba? Dicho de otra forma: ¿cuáles fueron los primeros señores grandes, peludos y con barba que hicieron crecer algo dentro (y fuera) de Bob Flesh? Yo creo que los primeros fueron algunos profesores del cole y del insti. Chanquete de “Verano Azul” fue una cima erótica de mi infancia. De verdad que lo de las barbas me da igual… Me interesa más la corpulencia, una barriga redonda o un culo bien puesto. Mi mayor mito erótico de adolescencia fue Bob Hoskins, que me ponía cardiaco. Le debo el nombre y mucho más.
¿Es muy indiscreto si pregunto cómo perdió la virginidad el gran Bob Flesh? Teniendo en cuenta que Bob Flesh cultiva mucho el misterio, claro que resulta indiscreto. Eso lo reservo para mis memorias. No te diré cómo fue esa primera vez en la que hubo mete y saca, pero sí la primera experiencia sexual con despelote. Seduje a un profesor de universidad en su propio departamento y pasamos un buen rato entre montañas de textos de Derrida, la escuela de Frankfurt y teoría semiótica. Una fantasía muy Palabra de Oso, vamos. Aún me acuerdo mucho de aquel pantalón de pinzas… Ufff.
Venga, va, no todo va a ser cerdeo… Porque, además de aficionado a los señores grandes, peludos y con barba, también eres escritor. Así que tengo que preguntar: ¿cuándo sentiste por primera vez que ibas a tener que decirle a tu madre lo de “mamá quiero ser artista”? Y aquí por “artista” entendemos “escritor de relatos guarretes con señores gordos”. Hostia, es que Bob Flesh es algo muy subterráneo. Pocos en mi entorno conocen su existencia. Mis amigos a duras penas. Mis padres lo ignoran por completo.
¿De dónde salió la idea de crear una serie de novelas como Palabra de Oso? Tiene que ver con lo que explicaba antes, esa necesidad de llenar un vacío, de contar historias que se ocupen de nuestras fantasías y gustos sexuales. Ser consciente de todo ello se convirtió en una oportunidad. Casi nadie lo estaba haciendo y a mí me apetecía ponerme con eso, así que me dije «¿por qué no?».
Desde el principio optaste por la autoedición… ¿Por qué? No hubo más remedio. Palabra de Oso es una serie de novelas muy marica, muy porno y muy de nicho. Algo así no encaja en el catálogo de las editoriales literarias o tradicionales; y las editoriales maricas, hasta donde yo sé, nunca han tenido demasiado interés en esta cosa de los osos, así que opté por la autoedición.
¿Ha sido muy difícil mantener toda una saga a partir de la autoedición? Al contrario, todo es rodaje. Una vez conoces la rutina, es como cualquier otra, todo resulta muy automático, conoces perfectamente el proceso. Cuando voy a sacar una nueva novela, el engranaje vuelve a ponerse en marcha y adelante.
Aunque hay que tener en cuenta que una plataforma como Amazon y la venta online en general tiene que ayudar bastante en los tempos que corren, ¿no? Se habla muy mal de Amazon, entiendo que tiene sus cosas y espero que las mejore cuanto antes, pero yo como escritor de novelas pulp de osos tengo que decir que me ha ayudado muchísimo a llegar a mis lectores. Este proyecto no tendría el alcance que tiene, no me leerían en Estados Unidos o en muchos países de Sudamérica, si no fuera por las facilidades tecnológicas que ofrece esta plataforma. Es algo absolutamente impensable en cualquier momento del siglo XX, y sería un necio si no diese gracias por ello.
Creaste la web palabradeoso.com cuando la saga ya estaba rodando… ¿Por qué tomó Bob Flesh esta decisión y cuál es la relación entre los libros y la web? La creé durante el verano de 2014, poco después de empezar a publicar las novelas, y fue una consecuencia natural del proyecto original. Palabra de Oso es una saga literaria, pero me gusta pensar que también es un universo de contenidos paralelos. La web me permite redondear todo el proyecto publicando artículos sobre la escena osa, sobre sus orígenes, sus referentes, en definitiva, funciona como un foro inquieto que le toma el pulso a toda esta cosa bear, se cuestiona, se valora y se comparte el trabajo de muchos. Me gusta mucho publicar entrevistas con gente cuyo trabajo admiro, y también postear microrrelatos eróticos. Además, sirve de escaparate para mis novelas. ¿Cómo se relaciona con ellas? Muy fácil: si te interesan mis cochinas novelas, también te van a gustar muchos de los contenidos de la web.
Últimamente le das mucha caña a Instagram y a Stories… ¿Por gusto propio, porque el público responde, porque cubre una faceta de “Palabra de Oso” que el resto de plataformas no cubre o por qué? Uff, es que vivimos en una época en la que, si no generas contenidos, parece que estás muerto o que no existes. Y hoy en día las redes tienen más peso que las webs o los blogs. Visto lo visto, creo que hay que ser honesto y divertirse con ello. Mis Stories de Instagram me reafirman en ese sentimiento de comunidad, de escena osa, de la que hablábamos antes. Mucha gente me escribe para darme las gracias por recuperar a aquel actor olvidado o porque se identifica con mi sentido del humor o del erotismo. Eso es guay y, como carambola, te puede llevar a encontrar nuevos lectores.
Centrándonos en la saga, hay una pregunta que es inevitable: ¿cuánto hay en Palabra de Oso de real (y, por lo tanto, robado de la vida de Bob Flesh o de vidas ajenas) y cuánto hay de ficción (y, por lo tanto, totalmente inventado)? Como toda literatura pulp, los argumentos de mis novelas son delirantes y se alimentan de la fantasía y de la retórica del blockbuster. Así que, en su mayoría, es todo inventado. Ahora bien, eso no quita que exista un margen para meter cosas mías, desde reflexiones hasta hechos biográficos. En la primera de ellas, “Todo Empieza en Nueva York”, hay mucho de la radiografía de mi hombre ideal a través de la figura de Theodor Kaplan. Y, en la última, “Ceremonia Secreta”, he metido bastante escena sexual o personajes basados en mi propia experiencia folladora. Siempre intento meter algo de eso en mis novelas. En muchos de los polvos que describo, siempre incluyo detalles sacados de mi propia experiencia.
A mí, personalmente, lo que más me interesa desde el principio en Palabra de Oso es que cada nuevo libro es un verdadero homenaje a un género literario y/o cinematográfico, desde las tramas de espías internacionales hasta las aventuras tecnológicas en el mundo de los sueños. ¿Desde el principio tenías esta idea de llevar los géneros clásicos hacia el mundo oso (y viceversa)? Esto no ocurrió de una manera premeditada, simplemente fue algo que fue pidiendo la serie. La primera novela, “Todo Empieza en Nueva York”, funciona como melodrama erótico y como presentación de personajes. Yo diría que fue con la segunda, “Vacaciones en el Mar”, y con la tercera, “Arde París”, cuando empiezo a ser consciente de la idoneidad de fagocitar distintos géneros de ficción como combustible narrativo. La vida no puede ser un eterno melodrama, necesitas fliparte un poco, echarle humor, acción, aventura.
Más todavía: cada libro no solo borda el género que homenajea, sino que también lo subvierte y lo convierte en un despiporre cachondo. ¿Cuánta voluntad de subversión y cuánta de despiporre hay en cada aproximación al género en cuestión? Si hay subversión de los distintos géneros que he tratado, viene a rebufo del despiporre. No me planteo nada parecido a “voy a ver cómo le doy la vuelta a este género”, simplemente ocurre. Lo que me pasa mientras voy escribiendo es que me vuelvo consciente de hasta qué punto hemos interiorizado esa cultura popular clásica (que ya forma parte de nuestro ADN), y eso me permite hacer humor a costa del lugar común. En eso encuentro bastante diversión, y supongo que sí tiene mucho de subversión, pero, vamos, como el resto de la cultura popular contemporánea, que está completamente consagrada a subvertir el cliché y buscar el giro narrativo. Es el signo de los tiempos.
En tus dos últimos libros, “Diez Gorditos” y “Ceremonia Secreta”, además, Bob Flesh ha empezado a chulearle al lector. Porque es obvio que en la décima entrega todos esperábamos una versión del “Diez Negritos” de Agatha Christie que al final acababa siendo algo totalmente diferente y, por su parte, la undécima entrega arranca haciéndote pensar que todo será una versión bear de “La Ventana Indiscreta” pero acaba siendo una versión pareja abierta de “Eyes Wide Shut”. ¿Qué te pasa que últimamente estás más roneador que nunca y te ha dado por jugar con nuestras expectativas? ¡Jaja! Si existe tal roneo, no es tan deliberado como pueda parecer. Se trata de sorprender al lector, cosa que me encanta hacer, pero yo sigo el camino que me dicta la idea principal. En “Más Allá del Arcoíris” decidí hacer mi novela de ciencia ficción, género que me encanta. En “El Navegante de los Sueños” me monté una fantasía paracientífica con los sueños lúcidos de por medio. Con “Diez Gorditos” tenía muy claro el punto de partida a lo Agatha Christie, pero la historia me llevó por lugares que no esperaba. Mi regla como escritor es esta: si me estoy divirtiendo mientras escribo, es que está funcionando. Y, en ese sentido, mi última novela, “Ceremonia Secreta”, me proporcionó mucha diversión.
¿Cuál es el género o el libro o la peli o lo que sea que más te apetece explorar y que todavía, por lo que sea, no has podido explorar quedándote a gusto? Pues mira, me encanta el cine de terror y me muero de ganas por escribir un slasher a lo “Viernes 13” pero metiendo más cosas y, por supuesto, mucho folleteo.
Otra parte interesante de la saga es, obviamente, el punto erótico. A veces incluso pornográfico. Y aquí la primera pregunta sigue siendo inevitable: ¿con cuánta frecuencia se empalma Bob Flesh mientra escribes estas guarradas? Mira, con esto he evolucionado. Al principio me empalmaba todo el tiempo mientras escribía una escena porno, pero ahora se ha convertido en una cosa más cerebral y, en lugar de empalmarme, me mojo toda. Escribir una buena escena erótica significa que tú estás allí, que estás trabajando a fondo el punto de vista y estás dirigiendo las sensaciones del lector de una manera muy delicada. Es agotador. Confieso que es la parte más dura para mí a la hora escribir, la más exigente. Vale, esto son noveluchos porno, pero de verdad que tienen su curro.
Venga, ahora en serio… ¿No te da miedo llegar a un punto en el que ya hayas escrito todas las escenas eróticas habidas y por haber? La pregunta tiene mucho sentido y yo mismo me la he formulado a veces. Sin embargo, para mí, “Ceremonia Secreta”, mi última novela, tiene algunas de las escenas eróticas más cachondas de la serie. Así que la conclusión es esta: hay tantas escenas eróticas posibles como longanizas. No hay por qué preocuparse.
No, ahora sí, de verdad, en serio… ¿Es difícil escribir relatos eróticos sin caer en lo burdo pero consiguiendo excitar al lector? Más todavía cuando hablamos de hombres muy hombres que follan con otros hombres… Me gusta cuando los lectores que escriben reseñas de mis libros dicen que son muy eróticos y excitantes pero jamás burdos. No sé cuál es esa línea que separa una cosa de la otra, pero sí que tiene su dificultad dar en la diana. Para mí, el ingrediente fundamental, aquello que hace que una escena porno funcione para el lector, es el morbo. Y definir “morbo” tiene su dificultad por lo que tiene de subjetivo e inaprensible. Tiene que ver con algo inesperado y que apele a las zonas más calenturientas de nuestro deseo más íntimo. Si consigues tocar esa tecla, lo tienes. Yo sigo aprendiendo, pero atesoro muchas erecciones y muchas pajas de mis lectores, y eso siempre será un motivo de satisfacción.
Hablando de sexo, hay que reconocer que, al final, Palabra de Oso podría caer en ciertos estereotipos un poco incómodos: falocentrismo y culto al tamaño del rabo (es decir: el prota, Marc Kaplan, es mundialmente conocido por su pene descomunal), eterno cliché del activo / pasivo, el hetero garrulo que acaba deseando ser penetrado… ¿No te da miedo que eso pueda percibirse como un (negativo) lugar común que parte de la comunidad gay está intentando evitar? Soy muy consciente de lo que dices. Además, me interesa mucho la teoría queer y los gender studies. Creo que me puedo llevar algunas hostias al respecto por lo que tú señalas. Estoy dispuesto a desnudar mis rollizas nalgas y dejarme azotar por ese afán cuestionador y deconstructivo de los gender studies. Intento evitar determinadas cosas pero, al final, tengo que ser honesto conmigo mismo, centrarme en mi mapa de conocimiento sexual. Mira, a lo largo de todos estos años he follado con cientos de hombres que buscan en mí una hermosa polla tiesa y un buen polvo, eso es un hecho, y yo lo he metido en mis sucias novelas. Forma parte de un imaginario colectivo bastante amplio, y eso me viene bien. Por suerte o por desgracia, el sexo no se lleva bien con lo políticamente correcto ni con los elementos racionales ni con lo académico, tiene que ver con los roles, con el juego y con la fantasía. Y eso es algo que la teoría queer debe tener muy presente antes de abrir la boca.
Es curioso: siendo Marc de Barcelona, no ha sido hasta “Ceremonia Secreta” (undécima entrega y última hasta ahora) cuando realmente te has lanzado a realizar un retrato en profundidad, incluso naturalista a veces, de la ciudad. ¿Cómo ha sido que has tardado tanto? Es verdad. Creo que es por una cosa entre esnob y peliculera. En la tesitura de estas novelas pulp, que de ser llevadas al cine serían blockbusters de abultados presupuestos, abunda la fantasía y la fantasía es bigger than life. Su acción debe tener lugar por todo el ancho mundo. Ahora bien, llegó un punto en el que me dije “joder, quiero ambientar una de las novelas en Barcelona, la ciudad de Marc Kaplan” y me di el gusto con esta “Ceremonia Secreta”. Barcelona me encanta aunque, como toda gran ciudad, tiene cosas que no molan. Me he permitido incorporar todas esas cosas a la trama porque me sirven para explicar mi relación con la ciudad y porque aportan un telón dramático que le sienta bien a la historia.
De hecho, incluso te aventuras a lanzar una mirada a la Barcelona menos amable, la ciudad jodida por el turismo. Y todo queda perfectamente hilvanado en la trama. ¿No te parecía arriesgado dentro de la serie “Palabra de Oso”? En algún momento lo pensé, pero creo que, si no caes en discursos y lo hilvanas todo con la acción y la peripecia vital del personaje, el lector lo percibirá como una pincelada más dentro del conjunto. Si lo pienso, todo lo que le pasa a Marc Kaplan en la novela por vivir en Barcelona está sacado de mi propia experiencia. Incluso su encontronazo con un turista hooligan.
Y, para ir cerrando la entrevista, ¿puedes explicar qué les depara el futuro a Bob Flesh y a Marc Kaplan… juntos y por separado? No tengo que pensarlo mucho. Para Bob Flesh, lo que espero que le depare el futuro es que sus novelas se traduzcan a más idiomas y lleguen a más lectoreS. Es algo que me preguntan continuamente y me gustaría que ocurriera pronto: vivimos en la era global, Palabra de Oso debe conquistar el mundo entero desde ya. Y a Marc Kaplan pienso seguir frecuentándolo en futuras novelas. y eso me hace feliz. Por separado, Marc dará un gran pelotazo como artista después de su aclamada exposición “Anos”. Ahora mismo está en periodo de barbecho artístico, pero pronto empezarán a suceder cosas y, qué quieres que te diga, yo me alegro mucho por él. Sus éxitos son mis éxitos. [Más información en la web de Palabra de Oso]