Biznaga la están liando parda con su nuevo trabajo «Bremen no Existe»… Así que les hemos entrevistado para que nos lo cuenten todo sobre uno de los discos de la temporada.
Una pandemia mundial, la erupción de un volcán, otra guerra en Europa, el ascenso del fascismo… Desde 2020 a esta parte, se ha condensado lo que puede pasar a lo largo de toda una vida. Hoy en día ya no recibimos noticias, sino hechos históricos. A pelo y sin vaselina, aunque para sobrellevar esta acumulación de acontecimientos impactantes no ha faltado la música como catalizadora de pensamientos y sentimientos varios.
Eso sí, se debe saber cuáles son los sonidos más adecuados para asimilar estos tiempos agitados. Quien quiera buscar sencillamente goce y escapismo, de acuerdo. Sin embargo, a veces conviene ponerse serios y recurrir a canciones que plasmen la realidad tal como es, ayuden a aclarar la mente y contribuyan a reforzar el espíritu crítico. En ese cometido, Biznaga han demostrado su valía de sobra.
En su discografía lucen tres discos más el recién publicado “Bremen No Existe” (Montgrí, 2022). Cada uno de ellos serviría para visualizar el estado de las cosas en el momento en que vieron la luz. Especialmente pertinente resultó “Gran Pantalla” (Slovenly Recordings, 2020), un álbum conceptual que giraba en torno a la dictadura de la tecnología y a la dependencia del ser humano a los dispositivos móviles editado, curiosamente, justo antes de que el coronavirus empezase a materializar una distopía que solo nos imaginábamos a través de la ciencia ficción.
Después de estos dos últimos años de continuas sacudidas, Biznaga han decidido romper los espejos negros en los que nos vemos reflejados para levantar la mirada. Bueno, realmente, Álvaro García, Jorge Navarro, Jorge ‘Milky’ Ballarín y Pablo Garnelo siempre han tenido erguidas sus cabezas, un símbolo de resistencia que debería extenderse con el impulso de “Bremen No Existe” para que la sociedad -o, al menos, la parte de la misma que lo persigue- recupere el protagonismo que les han robado, literalmente, diferentes actores apoltronados en los sillones del poder.
“Bremen No Existe” es un altavoz, un grito o un gesto de rabia, según convenga. Esas son las opciones que ofrecen Biznaga en un trabajo que marca un giro estilístico en su trayectoria al dejar relativamente de lado el punk crudo y acerado y apostar por el noise-rock que pone en el centro la melodía. Biznaga enseñan de esta manera su cara más pop, un género que, en mayor o menor medida, ha bombeado previamente el corazón compositivo del grupo. Sin embargo, en “Bremen No Existe” se exhibe sin complejos. Y eso que el disco encierra determinados mensajes de desencanto… Aunque ahí reside una de sus virtudes: la satisfactoria resolución del contraste entre fondo amargo y formas ligeras.
Biznaga han abierto un nuevo camino, pero no se han confundido de dirección. Jorge Navarro, bajo y letrista, tiene claro cuál sigue siendo la misión de la banda y cómo se fija su posición ética ante un panorama cada vez más oscuro. Con Biznaga al frente, puño alto y dignidad.
Resulta llamativo el subtítulo del disco: “Música para otra generación perdida”. Tiene un acentuado tono pesimista. Sí, pero también un poco irónico. ¿Cuándo no ha habido una generación perdida? Ya han pasado unas cuantas, por una razón o por otra. Es una figura casi literaria, una especie de personaje grupal recurrente en el arte. Por eso lo de ‘otra’ es importante. Este disco tiene elementos que pueden percibirse como negativos, pero creo que en él, a la vez, hay momentos que aportan cierta luz y motivos para la esperanza. Bueno, al menos para no decaer en la resistencia… Quizá sea de los discos donde más damos esas pinceladas optimistas, también porque es muy melódico y eso transmite, por decirlo de alguna manera, menos desasosiego. Si el mensaje va acompañado de melodía se tiende a relajarlo y no es tan intenso.
A pesar de esos destellos positivos que citas, ese subtítulo sugiere implícitamente que va a venir otra generación perdida más adelante, como si ya la estuvierais anticipando. Claro… En el disco buscamos establecer un discurso que apela al menos a tres generaciones diferentes, que pueden ser la anterior a la nuestra, la propia nuestra y la próxima, afectadas por ciertos acontecimientos socioeconómicos que llevamos viviendo desde hace veinte años. Siempre ha estado presente esa idea y el subtítulo de “Bremen No Existe” la refuerza.
Vosotros mismos definís el álbum en conjunto como poplítica, una mezcla del alma pop de varias de sus canciones con la tradición agitprop. Trataba de ser un juego de palabras que remitiera a esa forma de propaganda. Pero, más que propaganda, queríamos transmitir la idea de un cambio o un viraje de Biznaga hacia el pop sin perder esa sustancia nerviosa y crítica.
Ese punto de vista crítico se traslada a la referencia que hacéis al cuento de los hermanos Grimm “Los Músicos de Bremen”, que observáis desde una perspectiva escéptica e incluso nihilista. Parece que decís que nos olvidemos de utopías. Esa es una interpretación válida, pero no la única. Nos interesaba también aplicar cierta ambigüedad para dejar que volara libre la imaginación de quien lo viera. El cuento finaliza sin que los animales lleguen a Bremen, ya que simplemente es la promesa de un lugar que no se hace realidad. Los protagonistas huyen de una muerte segura en sus granjas por dejar de ser útiles, se acaban convirtiendo en amigos y encuentran un sentido de convivencia comunitario sustentado en la música y en un porvenir que es Bremen, la tierra prometida a la que van con un propósito de vida. Pero el relato termina sin que eso ocurra. Lo importante es lo que sucede durante la aventura, la moraleja: se salvan, se hacen amigos y se fortalecen de forma colectiva, aunque sin alcanzar su destino. Esta historia funciona metafóricamente como una actualización del ‘no futuro’ que hilaba muy bien parte del disco: la perspectiva de un futuro que no acaba de materializarse.
¿Podría tomarse “Bremen No Existe” como un apéndice de “Gran Pantalla”, al pasar de hablar de la influencia de la tecnología y de las redes sociales a hacerlo de otros problemas derivados de esa misma vida moderna? Este disco tiene todo que ver con el anterior. Sin embargo, no es tanto un apéndice, sino una respuesta, el reverso de “Gran Pantalla”: allí hablábamos de la interacción humana con los dispositivos y las pantallas transformadas en espejos a través de los que establecemos un diálogo interior, de soledad. En cambio, “Bremen No Existe” apuesta por todo lo contrario: recuperar la calle, el espacio público. De ahí que no sea un disco tan cerebral, sino más pasional e incluso romántico. Además, fue compuesto durante la pandemia, que nos impidió presentar en directo “Gran Pantalla” cuando queríamos salir a la calle, con lo que está relacionado con ese ambiente y todo lo que estaba sucediendo aquellos meses.
Este disco, por tanto, es una arenga para despegar las caras de las pantallas y ver cómo se encuentra el mundo real… Tras haber estado dos años básicamente viéndonos y buscando el contacto con los demás a través de las pantallas, tocaba salir a la calle y recuperar la idea de que las demás personas son tan reales como nosotros, no entes con los que nos comunicamos mediante un canal de internet. Ese mensaje era muy oportuno, pero no fue premeditado. Es decir: los tiempos ocurrieron así y esa época motivó esa pulsión callejera.
Además de oponer ese impulso natural de salir a la calle con la artificialidad de aquel tiempo de encierro forzoso enganchados a los móviles y a las cámaras, también lo hacéis con la superficialidad del presente vivido virtualmente en las redes sociales. De hecho, abrís “Bremen No Existe” con “Líneas de Sombra”, donde se escucha: “La euforia es el disfraz de la desafección / La ironía es una forma de dolor”, dos maneras muy actuales de edulcorar la realidad. Otra de las intenciones de las letras consistía en que, aparte de ser intergeneracionales, bascularan entre el pasado, el presente y el futuro. El futuro que pensábamos que iba a ser es el presente de hoy y el pasado lo idealizamos. Pero el pasado no es tan pasado ni el futuro es tan futuro, porque no ha ocurrido como se preveía. “Líneas de Sombra”, como la novela de Joseph Conrad, hace referencia al paso a la edad adulta, a la madurez, la cual se intenta retrasar. Parece que no queremos encararla ni mirarla de frente. No nos termina de gustar el significado de ser adulto, esa línea de sombra se ensancha cada vez más y llega más tarde. Al mismo tiempo, esta canción también habla de cómo en los tiempos modernos estamos riéndonos constantemente de todo, utilizamos la ironía como escudo frente a cualquier tipo de problema. Al final, siempre hay un momento en el que dejas de reír. Cuando te estás riendo mucho de algo que ya no tiene gracia, la carcajada se transforma en mueca. No todo es material para el humor, o no debería serlo.
¿Sería posible afirmar que este disco es el más contestatario de los que habéis publicado? Y, por extensión, ¿es un disco activista? Sí, por el estilo y el planteamiento. Siempre ha habido cierta reivindicación en las canciones de Biznaga, pero creo que nunca las habíamos articulado de una manera tan directa como en “Bremen No Existe”. Ni tan accesible, por otro lado: las canciones no son tan frenéticas y prima mucho la melodía, lo que permite que sean más asequibles para el público. Si a esto sumamos que intentamos transmitir el mensaje de la manera más sencilla posible, sin demasiado artificio, se percibe más esa vena activista. Por todo ello, es lógico pensar que este sea nuestro disco más reivindicativo.
Independientemente del molde o de la energía de vuestras canciones, las letras y su significado siguen siendo primordiales para vosotros y continúan teniendo todo el peso. Siguen teniendo mucho peso, aunque no todo, porque también es muy importante la melodía. Hemos cuidado mucho más el apartado musical que en los discos anteriores, pero las letras siempre han sido fundamentales y este caso no es una excepción.
Eso que dices se comprueba nítidamente en “Contra mi Generación”. Es una canción que pone ante un espejo a nuestra generación para examinarla a través de una vía muy melódica y hacer autocrítica con frases agridulces. Es una especie de carta de amor y odio dedicada a nuestra generación. Con lo que, sí, este es un buen ejemplo por su fondo y por su forma musical, muy emocional. Existe un equilibrio entre ambos aspectos. De ahí que fuera escogida como primer single de “Bremen No Existe” a modo de presentación del disco.
Lo que no ha variado un ápice es la manera en que Álvaro vuelve a llevar sus cuerdas vocales al límite. No hay mejor expresión de rabia y cabreo… La interpretación también es fundamental, debe ser acorde al guion planteado. Además, en directo, esa dimensión es mayor al llegar a lo performático: una traducción al lenguaje corporal de todos los sentimientos que generan las palabras. Álvaro nunca ha renunciado a la intensidad. En este disco, en comparación con los anteriores, quizá se note que, con el paso de los años, ha ido abandonando un registro más nasal o más agudo -algo que también ha sucedido con las guitarras- para evolucionar a registros un poco más desgarrados y con más cuerpo sin dejar de lado la fiereza. Se busca la intensidad por una vía distinta: más que como una cuchillada constante que te está dando en la frente, es una hostia a mano abierta.
Antes indicabas que el contenido de “Bremen No Existe” es más accesible para la audiencia en general, algo que se confirma al apreciar cómo pasáis del punk-rock de alto voltaje al noise-pop-rock armonioso. Para este disco existió un proceso de preproducción, algo que no habíamos hecho nunca y que condicionó bastante su resultado. Trabajamos mano a mano con Raúl [Pérez, del estudio sevillano de La Mina] desde mucho antes de meternos en la grabación, no como previamente, que llegábamos y soltábamos directamente todo lo que habíamos ido haciendo en el local de ensayo sin opinión de nadie más. A la vez, dedicamos más tiempo que nunca a grabar, lo que permitió escoger bien qué clase de material queríamos para cada tema: amplificadores, guitarras, cajas de batería, bajo, etc. También grabamos por primera vez con claqueta, con lo que todas las canciones van milimétricamente al tiempo, cuando antes eran más espontáneas y de velocidad variable. Introdujimos elementos nuevos, como teclados y guitarras acústicas. “Bremen No Existe” es un disco novedoso en muchos sentidos y en el que se perciben las influencias de los cuatro miembros del grupo, cuyos gustos son eclécticos. No nos identificamos únicamente con el punk, algo que no se ha apreciado siempre en nuestra música de una manera notoria. Pero en este disco sí que están más presentes esas influencias, como The Cure, R.E.M. y The Replacements. Así que “Bremen No Existe” puede ser hasta sorprendente para alguien que tenga una idea preconcebida de Biznaga como banda punk ortodoxa.
“Domingo Especialmente Triste” muestra claramente esa apertura y funciona como un puente que os permite dirigiros a un público más amplio. Ahí aparece Isa Cea de Triángulo de Amor Bizarro como invitada. ¿Cómo surgió y se desarrolló esa colaboración? Habíamos participado en su disco “Detrás del Espejo: Variaciones y Ecos” con una versión de “Calígula 2025”, que les gustó mucho. Existía una admiración mutua, habíamos establecido un diálogo a propósito de ese trabajo y, poco después, tuvimos la oportunidad de conocernos en persona y congeniamos. Cuando compusimos “Domingo Especialmente Triste”, de las primeras canciones que nos salieron y que marcaron un poco el tono del LP, Álvaro no veía claro que fuera el encargado de cantar el estribillo, porque la melodía le resultaba bastante pop y pensaba que podía cobrar más fuerza con una voz femenina. Así que, dándole vueltas al asunto, acabó cayendo por su propio peso que fuera Isa por la sintonía y porque, de alguna manera, nos debían una [risas]. Por otro lado, era un registro que no le iba a resultar en absoluto desconocido ni raro, y le encantó. Cuando nos mandó su parte -grabada en su estudio casero de Boiro- y vimos la mezcla, nos dimos cuenta de que habíamos acertado de pleno.
Precisamente, con Triángulo de Amor Bizarro compartís una visión crítica y con conciencia social de la vida, hecho que pudo haber ayudado a que esa colaboración hubiese encajado a la perfección. Tenemos muchos puntos en común tanto a nivel temático como en lo relativo a ciertas obsesiones a las que luego cada uno se acerca de una forma personal. Eso lo sabíamos los dos grupos.
Una de esas obsesiones quizá sea hablar de cómo el presente de España está condicionado por su pasado, el más cercano y el más lejano. En “Espíritu del 92” recordáis cómo, treinta años después, aún seguimos sufriendo las consecuencias de los desmanes de aquella fiesta expolímpica. Como se suele decir: de aquellos polvos, estos lodos. Se estaba celebrando con fuegos artificiales el acceso de España a la modernidad y a la gran familia europea. Pero, por el contrario, había una crisis económica galopante, un desempleo boyante, los efectos del SIDA y de las drogas, un proceso de reconversión industrial… No era oro todo lo que relucía, debajo había bastante mierda, pero se trataba de que eso no se enseñase al mundo con la pompa de la Expo y de los Juegos Olímpicos. Ese era el discurso oficial; después estaba el oficioso, que ofrecía sombras. Es lo que intentamos contar en “Espíritu del 92”, inspirados también por lo que aparece en “El Año del Descubrimiento”, la película documental de Luis López Carrasco, un cineasta que me interesa muchísimo y que tomó el 92 como símbolo de muchas cosas que han sucedido en España. Eso me impresionó y quise trasladarlo a esta canción.
Me ocurrió algo curioso con “Madrid nos Pertenece”: de entrada, creía que iba ser una canción sarcástica basada en políticos como Ayuso o Almeida y compañía. Pero, a medida que la escuchaba, comprobaba que, en realidad, consistía en una llamada a la acción para que el pueblo recuperara su territorio. Tiene que ver con todo ello, aunque no queríamos ser evidentes ni demasiado concretos ni excesivamente panfletarios. Está bien nombrar un bar o una calle, pero hacerlo con un político no tanto porque mañana será otro diferente. Mola más hablar de las cosas en general para que no pasen de moda ni se circunscriban a un tiempo determinado. Lo que importaba en esta canción era transmitir una especie de revulsivo que estimulase a recuperar el entusiasmo callejero con pequeños gestos. No con la gran política necesariamente, sino con políticas de barrio o simplemente encontrándose con los amigos para hacer vida en la calle o iniciando proyectos creativos para recuperar el ánimo en una época de incertidumbre tras el confinamiento y sus secuelas socioeconómicas. Va a ser muy importante mantener la cabeza alta y seguir motivados para montar cosas culturales, políticas, etc.
No hace mucho leí en Twitter que algunas personas se quejaban de que no paraban de salir canciones centradas en situaciones y emociones provocadas por el coronavirus. Pero continúa siendo oportuno hacerlo, como en vuestro caso con “Todas las Pandemias del Mañana”, en la que además deslizáis la necesidad de cambiar el actual modelo de sociedad. Hacemos referencias a la pandemia como el gran acontecimiento histórico y social que sufrió el mundo entero. ¿Hacía cuánto tiempo que no se producía un hecho de esas características que afectara a todo el planeta? Marca un antes y un después. Pero la pandemia no se acaba con las vacunas, ya que las consecuencias seguirán siendo visibles. Sin embargo, aquí no solo hablamos de la pandemia en sí, sino también de esa clase de acontecimientos que están provocados directamente por el hombre: cualquier tipo de crisis, hecatombe, colapso que vendrá en el futuro o toda la mierda generada por el ser humano que cae sobre él mismo y que lo acerca cada vez más a la extinción. Debemos preguntarnos qué estamos haciendo.
No obstante, da la impresión, sobre todo si nos fijamos en las redes sociales, de que muchas personas no quieren escuchar esos mensajes en canciones, como si exigieran que la música solo les entretenga para evadirse de la realidad sin asumir la responsabilidad que les corresponde como parte de la sociedad. Puede darse ese fenómeno, pero también es consecuencia del propio sentimiento negativo derivado, en este caso, de la pandemia. No querer encarar sus efectos ni volver a oír hablar de ella significa que a esa persona le ha removido y le ha marcado, aunque no acepte que nos ha cambiado a todos, que nos está influyendo y que está determinando el curso de la Historia. Esa cerrazón confirma que ha sido un hecho importantísimo.
Hablando otra vez de Twitter, en “Filósofxs Intempestivxs” asoman esos sabios virtuales que todo lo conocen y opinan sobre cualquier cuestión. Aquí la sorpresa llega en el estribillo que, además de ser muy pegadizo, está protagonizado por Jacques Derrida y Michel Foucault. No era fácil realizar esa combinación… Desde luego, puede ser muy conflictivo si no se hace con cierta gracia. Sabíamos desde que sacamos las primeras líneas que esta canción iba a tener un tono relajado, pero se da la circunstancia de que su lírica es muy referencial, como antes hemos hecho con respecto a obras artísticas, al pensamiento filosófico, a películas o a libros. Esto, a la vez, es un acto posmoderno en cierto sentido, porque todo remite a algo. ¿Cómo lo solventamos en “Filósofxs Intempestivxs”? Pues, en el contexto de una fiesta en la que hay mucha gente arreglando el mundo, esta canción pone en boca de los pobres Foucault y Derrida llamar al telecamello para que les lleve el asunto. Así centrábamos el foco en un tipo de personaje muy concreto, citábamos a los filósofos y lo hacíamos gracioso. Teníamos que andar con pies de plomo en ese terreno y creo que lo solucionamos bien. Es una de las canciones más ligeras y divertidas del disco, pese a que se nombran a dos tótems del pensamiento moderno.
De hecho, podíais haberla planteado como una crítica más severa al posmodernismo y derivados, especialmente ahora que tanto se debate sobre la izquierda posmo que, presuntamente, busca la pureza teórica y no se preocupa tanto de las condiciones materiales. Pero decidisteis expresarla de una forma más suave para que entrara mejor el mensaje. Exactamente. Surgen las batallas culturales en Twitter y los nuevos hashtags cada vez más posmos para, al final, acabar citando a Karl Marx poniéndole la cara de Harpo Marx. Ahí estuve sembrado [risas]. Pensaba que esta canción iba a pasar desapercibida, pero estoy contento con ella porque tiene mucho más de lo que parece…
Al igual que ocurre con los medios de comunicación, que solemos tender hacia los que nos son ideológicamente afines, ¿es probable que suceda algo similar con un disco como este? ¿Solo llegará a la gente que sabe de antemano de qué habláis y cómo lo expresáis? Nos gusta salirnos de los circuitos que se nos presupone, como cuando nos han entrevistado en medios ideológicamente alejados y con lectores que potencialmente tampoco son afines a nuestra forma de pensar con consecuencias muy notorias, ya que algunas respuestas que dimos provocaron ciertas reacciones. Recuerdo una entrevista en El Español que generó cincuenta comentarios en los que lo más bonito que nos decían era que nos ducháramos o que no sabíamos de lo que hablábamos y preguntaban si tomábamos muchas drogas. Es decir: insultos y descalificaciones.
Supongo que os los soltaban sin conoceros de nada y sin haber escuchado ninguno de vuestros discos… Sí, y sin tratar de rebatir cualquier respuesta que hubiésemos podido dar. Pero, en el fondo, nos gusta que lo que digamos llegue a lugares diferentes, incluso donde no se esperan o no apetezca que se diga cierto tipo de cosas. Estar dando pábulo a discursos de odio es una absoluta mierda, pero tenemos que encontrarnos con el contrario, no podemos darle la espalda. Están en auge el fascismo y los comportamientos autoritarios e ignorarlos no va a hacer que desaparezcan, hay que encararlos.
¿Y cómo manejáis los prejuicios y etiquetas que se pueden aplicar a tanto a vuestra música como a vosotros mismos por vuestro discurso? Si alguien no nos quiere escuchar o prefiere dejar de hacerlo, que sea conociendo nuestra obra y utilizando argumentos. Entonces me parecerá fenomenal; si no, esa persona se retrataría a sí misma… Así de sencillo.
No hay duda de que mantenéis el espíritu punk intacto. Hay otros estilos como la electrónica, el rap o el folk mediante los cuales también se han hecho canciones de resistencia y protesta, pero el rock sirve esos mensajes de un modo que probablemente cale más hondo. ¿Sigue siendo el punk el subgénero ideal para transmitirlos? Con el tiempo se hace callo y se aprende el oficio de hacer canciones. Llegamos a este disco muy rodados y con algunos trucos asimilados, con lo que el mensaje y el modo de expresarlo están muy depurados por todo el trabajo previo realizado. Por eso creo que “Bremen No Existe” está más logrado que ningún otro de nuestros discos. El tipo de rock que practicamos tiene la ventaja de que aúna la melodía con la garra y la inmediatez de los tempos, de las guitarras chirriantes y del grito. Si el guion y la interpretación son potentes y no decaen, se ayudan entre sí para producir un efecto todavía más poderoso en el oyente.
Esa receta os funciona de maravilla, aunque hoy en día parece que la juventud prefiere otras fórmulas, como la del trap, con el que se siente más identificada. Volviendo un poco a lo de antes, ¿el rock y el punk están perdiendo pujanza entre las nuevas generaciones? Todo es cíclico. Las guitarras nunca se han ido… Ya ocurrió algo similar en los 80 con la irrupción del technopop. Hay géneros que surgen, son novedad, abren un nicho de mercado y consiguen su propio público, pero acaban integrándose en la tradición de la música pop. Lo mismo que le sucedió en su momento al punk, que realmente duró un año. Todo lo que vino después, que fue prácticamente todo, es puro post-punk heredero de las primeras lecciones sobre el ‘hazlo tú mismo’, la rapidez y la crítica. De idéntica manera, el trap está agotado, en el sentido de que ya está viviendo su propia ‘crónica de una muerte anunciada’. De hecho, los traperos más listos y avispados están buscando nuevos océanos creativos, véase C. Tangana, por ejemplo. Estas situaciones se han dado a lo largo de la historia de la música pop, y quien de verdad tenga algo que decir y sepa cómo decirlo encontrará nuevas maneras de articular su pulsión creativa. Pero, repito, la música de guitarras nunca se ha ido y estamos observando un surgimiento de grupos jóvenes con veinteañeros que incluso nos escriben y hacen versiones de nuestras canciones. A veces, se imponen más las etiquetas a las que recurre la prensa especializada para generar contenido y vender modas y escenas que son humo y que, tal como han llegado, se irán. El punk también lo sufrió porque estas olas van y vienen y, al final, lo importante es qué tienes que contar y cómo vas a hacerlo.
En definitiva, mientras se dé un buen guitarrazo y haya mensajes poderosos que transmitir, el punk y el rock seguirán siendo válidos. Eso es. Mientras haya buenos artistas que sepan exponer sus ideas, todo irá bien. [FOTOS: Carmen Morago] [Más información en el Instagram de Biznaga // Escucha «Bremen no Existe» en Apple Music y en Spotify]