Todos tus amigos coinciden a la hora de decirte que tienes que ver la que para ellos ya es la serie del año: «Big Little Lies»… ¿Por qué será?
Os prometo que, en el último mes, he presenciado como mínimo cinco conversaciones con colegas en torno a una mesa en la que la gran mayoría opinaba lo mismo: «Big Little Lies» es la serie que tienes que haber visto aquí y ahora y, más que probablemente, también sea la serie del año. Lo curioso del caso es que, al fin y al cabo, cada uno de los colegas que suscribían esta opinión no podían ser más diferentes los unos de los otros: la serie de HBO ha convencido desde a ese colega que sigue pensando que «The Wire» es lo más grande que nunca ha parido la televisión hasta el que sigue en sus trece con «Lost«, pasando por el fan de «Sexo en Nueva York«, el que siempre saca a relucir «Mujeres Desesperadas» o el que se quedó colgado en «Gossip Girl«.
Así que es necesario preguntarse: ¿por qué está gustando tanto «Big Little Lies» y, de hecho, por qué está gustando a gente tan diferente? Empecemos por el principio… Y el principio, evidentemente, es otra pregunta: ¿qué es «Big Little Lies«? Así, reduciéndola al máximo, podríamos decir que esta es una de esas producciones en la que convergen todo un conjunto de nombres que llaman la atención incluso antes de que se estrene el primer capítulo. En este caso concreto, no se puede pasar por alto que «Big Little Lies» fue desde el principio la nueva serie creada por David E. Kelley (mítico showrunner de «Ally McBeal» y «Boston Legal«, entre otros ejemplos), basada en un libro de Liane Moriarty y en la que todos y cada uno de sus siete episodios estarían dirigidos por Jean-Marc Vallée, director conocido por películas como «C.R.A.Z.Y.» o la más reciente «Dallas Buyers Club«.
Todo eso detrás de la cámara… Ya que, delante de la cámara, «Big Little Lies» prometía poner a todo un elenco de actores impecables. Permitidme matar dos pájaros de un tiro e ir haciendo el pertinente name dropping de actorazos a la vez que voy desbrozando el argumento de la serie. Podría decirse que el corazón de «Big Little Lies» es el trío protagonista formado por la ama de casa y madre a tiempo completo Madeline (Reese Witherspoon), la antigua abogada y ahora también ama de casa y madre a tiempo completo Celeste (Nicole Kidman) y Jane (Shailene Woodley), recién llegada a la comunidad de Monterrey con mucho menos dinero en el monedero que sus nuevas amigas y también con un pasado que se intuye más oscuro.
Igual de importantes que el trío protagonista son los esposos de las dos primeras (Adam Scott y Alexander Skarsgård en los dos polos opuestos de la masculinidad: el nerd introspectivo casado con Madeline y el macho alfa casado con Celeste). Y lo mismo puede decirse, a su vez, de los hijos de las tres protagonistas… Ya que, al fin y al cabo, son los niños los que dan el pistoletazo de salida en la trama de «Big Little Lies» cuando la hija de Renata (Laura Dern) señala al hijo de Jane al finalizar el primer día de clase para culpabilizarle de un acoso violento. El polvorín está listo para explotar en cualquier momento.
El primer capítulo de «Big Little Lies» está destinado a pasar a la historia de la televisión: la acción arranca con un asesinato en una fiesta nocturna en la que solo participan los padres de los niños de un colegio de Monterrey (a la que, por cierto, era obligado acudir como Elvis Presley -ellos- y Audrey Hepburn -ellas-) y, a partir de ahí, la serie funciona a dos tiempos. Por un lado, los flashbacks que explican cómo se llegó desde el momento en el que la hija de Renata señala al hijo de Jane hasta un asesinato con alto componente de truculencia. Y, por el otro, el tiempo presente en el que los padres del resto de los niños declaran a la policía ofreciendo un retrato altamente fascinante de una comunidad tan cerrada como la de Monterrey.
Una puntualización: Monterrey es una ciudad de California que bien podría ser la versión siglo 21 de «Santa Barbara«. Esto significa que está repleta de casoplones y de ricachones que viven dentro de esos casoplones con vistas al omnipresente -y amenazante- mar. Eso significa, a la vez, que «Big Little Lies» fascina por ser un retrato de muy diferentes escenas conviviendo dentro del ecosistema general de Monterrey. Habrá a quien le atraiga la serie porque la vida de los famosos que sufren como tú (o incluso más que tú) siempre resultan atractivas. Pero es que «Big Little Lies» también es una especie de disección de esas comunidades subterráneas que las madres montan en torno a la vida de sus hijos a la vez que es un desmontaje de un buen puñado de los clichés que suelen operar en este tipo de ficciones.
Para empezar, los retratos de mujer no podrían ofrecer un abanico más amplio de lo que significa la feminidad (y la maternidad) en el siglo 21. El personaje de Madeline afirma en diversas ocasiones que su modo de vida, consagrado por completo a su casa y a sus hijas, es un ¡zas! en toda la boca a esas madres trabajadoras que piensan que si no tienes un trabajo no eres nadie. Pero eso no significa que «Big Little Lies» se posicione junto a Madeline: si hay algo que agradecer a la serie es que funciona más «contra» los personajes que «a su lado». Dicho de otra forma: no deja títere sin cabeza… Todas (y todos) tienen virtudes que saltan a la vista, pero esas virtudes siempre se ponen en tela de juicio de forma que, más que una visión idealizada, lo que queda al final es una visión fragmentada y fragmentaria, como un cristal que se ha roto y sobre el que, extrañamente, deseas caminar. Te mueres de ganas.
De esta forma, la trama de «Big Little Lies» contiene a una mujer que vive consagrada a su familia, otra que vive por y para su trabajo, una madre jovencísima a la que le encanta ir de moderna y hacerse amiga de su hijastra, una ama de casa enganchada al sexo con su marido después de brotes de violencia, una mujer acosada por una violación en el pasado, una adolescente que se plantea vender su virginidad en Internet, una niña que sabe de música más que tú… Y, curiosamente, todas estas mujeres tan fuertes tienen sus correspondientes grietas, a través de las que se escurre esa visión idealista, idealizada e ideal que les vendieron cuando eran niñas y que siguen vendiendo al mundo como parte de la idílica vida en el idílico Monterrey.
Para acabar de redondearlo todo, en «Big Little Lies» también hay un ritmo de órdago que no permite el aburrimiento en ninguno de sus capítulos, un guión de hierro elocuente a la hora de planificar los turning points de su narración, un buen puñado de escenas para el recuerdo, una banda sonora de morirse, una estética magnánima… Todo un engranaje de piezas lubricadísimas destinadas a mover las manecillas de este reloj, que no son otras que los propios personajes. Porque, al fin y al cabo, es por eso por lo que todos mis amigos (y también los tuyos) están de acuerdo a la hora de alabar «Big Little Lies» como la serie del año: porque pone sobre la mesa todo un conjunto de personajes que reflejan la realidad tal y como es. Repito: como los restos de un cristal roto. [Más información en la web de «Big Little Lies»]