Las series fotográficas #BeAnartist de Etnia Barcelona nos parecen tan magnéticas y fascinantes que teníamos que entrevistar a su autor: el fotógrafo Biel Capllonch.
Esta entrevista debe partir de una confesión: mis conocimientos en el mundo de la fotografía (y del arte en general) son bastante limitados. Pero hay algo que sí que sé porque, fundamentalmente, tengo amigos fotógrafos que siempre me comentan lo mismo: trabajar en publicidad es lo que te da el dinero necesario para poder llevar a cabo proyectos personales más artísticos en los que explorar un imaginario más libre, personal e intransferible. Según ellos, es ley de vida. Pero, precisamente por eso, cada vez que veo acciones como el #BeAnartist de Etnia Barcelona pienso que todavía hay esperanza en el mundo.
Al fin y al cabo, esta acción que lleva ya tres series / campañas consecutivas, ha puesto delante de la cámara de Biel Capllonch un concepto tan interesante como el de «anartista» (es decir: la mezcla entre «anarquista» y «artista», que viene a representar de forma más que elocuente el único arte posible en el siglo 21). Este fotógrafo, ligado estrechamente a Sergio Caballero a la hora de crear la imagen gráfica de cada nueva edición del festival Sónar, era el más indicado para esta tarea si nos fiamos de su impecable capacidad para abordar otros mundos posibles que habitan en nuestra realidad a través de instantáneas en las que siempre late lo extraño y en las que flotan narrativas sorprendentes más coherentes que la realidad misma.
Biel Capllonch se ha embarcado en todo un conjunto de series fotográficas con las que se está dedicando a revisitar arte clásico (primero fue el cine, ahora pintura) para traerlo hasta el aquí y el ahora más sugerente. Y repito: no ocurre cada día que una firma como Etnia Barcelona nos regale una campaña como este #BeAnartist en general. Y, en concreto, tampoco ocurre que a mi me regalen la oportunidad de poder abordar con mis preguntas a alguien del calado de Capllonch… Pero no voy a amedrantarme. Allá voy.
Supongo que esta pregunta te la han hecho mil veces, y lo siento por la falta de originalidad, pero… ¿recuerdas la primera vez que te emocionaste con una cámara en la mano y cuál fue la foto que resultó de aquella excitación? Es la primera vez que me preguntan esto, ya ves tú. La primera cámara que recuerdo comprar fue una Polaroid, y pensé que vaya mierda de fotos. Hice unos bodegones de fruta y, después de gastar los dos cartuchos, la devolví. Años más tarde, usé película instantánea para las necesarias pruebas de luz. Sin más.
¿Cuáles dirías que han sido las cinco fotos que han marcado tu carrera? Se me hace difícil… Si tuviera que escoger un único momento, eso sí, sería el de la serie que hice con Sergio Caballero para Sonar 2000, más que nada porque se estableció un vínculo de colaboración con él que ha durado hasta hoy. Llegar a ese punto de complicidad es poco usual, pero muy gratificante.
¿Tienes alguna foto que se te haya “escapado” y que te persigue en sueños? En mis sueños me persiguen los nazis.
¿Sabrías diferenciar los tres momentos en tu carrera en los que te has sentido imparable con una cámara en la mano? Normalmente, suelo parar a los 15 o 20 disparos por toma. Disparar muchas más me complica el trabajo de seleccionar. Nunca he tenido ese sentimiento de ser “imparable”… Me sentiría ridículo.
Otra pregunta básica: ¿qué ha de tener, qué ha de transmitir y qué cualidades ha de tener una foto para que pase tu propio sello de aprobación? Que el resultado se acerque a lo que tenía pensado. Y, si no lo tenía pensado, que al menos me guste. Los proyectos que tengo en mente (algunos llevan años incubando) intento plasmarlos y, si sale bien y como estaba previsto, ya me doy por satisfecho.
Me resulta muy interesante cómo tus fotos suelen abrir brechas de artificio que ponen en jaque y tensan la realidad… ¿De dónde nace ese interés por quebrar la verosimilitud cotidiana? De la vida misma, y de la propia materia del medio. Siempre me ha interesado lo cotidiano, y lo bueno de la fotografía es que mantiene un punto documental, certificador de realidad muy interesante. La fotografía y el cine te permiten jugar con ese equilibrio entre lo documental, la realidad inventada y el artificio; eso es lo que tensa la percepción de cualquier imagen. A veces doy importancia a cosas que pasan desapercibidas por rutinarias y que en algún momento han de truncarse por algo que parece no pertenecerles. Toda esa parafernalia no deja de formar parte de la puesta en escena para la toma. Para mí, es importante el equilibrio: no me suelen interesar los grandes derroches de ficción, ni siquiera los excesos. Estamos hablando de escenificaciones de realidad, no de fantasía-ficción; eso tiene que ver con la forma de entender la imagen y el lenguaje en el que de cada uno se sienta cómodo. Es una elección.
¿Por qué te atrae tanto “lo extraño”, lo que está fuera de la norma, lo único? Esas valoraciones me parecen curiosas, más cuando forzosamente intentamos establecer cánones. Pero ¿qué es extraño? ¿Es en cuanto puedes compararlo con algo más “normal»? Dejémoslo en que los extraños siempre son los otros, así en general, que funciona muy bien y uno duerme tranquilo. Creo que de lo que hay que huir es de lo mediocre, eso no aporta nada. A mí lo extraño me causa una terrible curiosidad.
Siempre me ha parecido interesante cómo tus fotografías pueden contener historias con argumentos elaborados que hablen de temas complejos, más allá de las historias “reales” de la foto documental… ¿La literatura es una de tus fuentes de inspiración? Si no me equivoco, recuerdo haber leído cinco novelas en mi vida por iniciativa propia. Pero hay muchas otras fuentes: el cine, los periódicos, la prensa amarilla, internet y todo documento que muestre múltiples realidades, mundos paralelos, fantasías y delirios.
Entonces, ¿es una locura preguntarte cuáles serían los autores y libros que más te interesan desde un punto de vista fotográfico? Soy poco dado a las listas. Pero, bueno, por citar algunos: Jean-Claude Carièrre (con Buñuel) y Tonino Guerra (con Antonioni o Fellini). Ambos han escrito piezas absolutamente maravillosas para cine. Y a los ya nombrados, otros tantos cineastas: Herzog, Korine, Morrissey, Ozores, Lynch, Gilliam, Ozu, Kobayashi, Pasolini.
Uno de esos temas complejos que mencionaba antes es el deseo… ¿O me estoy equivocando? El deseo está presente, pero es todo algo más ambiguo, más retorcido. Me interesa la relación entre los personajes o del personaje consigo mismo, haya deseo o no.
¿Y el sexo? ¿Qué es lo que más te interesa del sexo a través de la cámara? No mostrarlo.
Hay varias temáticas más que vienen muy a colación de tu reciente trabajo con Etnia Barcelona… Así que tengo que preguntarte: ¿cómo fue tu primer encuentro con la marca y qué te motivó para meterte en #BeAnartist? Fue un buen encuentro, la verdad, con muchas ganas de hacer cosas y alejarse de lo que se había hecho para ese mercado. La it-people con gafas de temporada me aburría. La primera serie fue planteada de forma muy metódica, con el leit motif muy definido y con muchísimo trasfondo artístico, todo con un cierto rollo avantgarde, referencias a manifiestos, referentes artísticos, cinematográficos y mucha basura visual. Metí aquello en la batidora y salió lo que salió. Aunque parecía un sinsentido, y por muy caótica que parezca la serie, realmente fue algo muy estructurado. Me gusto el hecho de desmarcarnos de todo: íbamos por libre y, aunque teníamos una serie de preceptos a acatar y asociarlos a imágenes, creo que me salté unos cuantos a la torera. Fue un proyecto realmente interesante.
¿Te considerarías a ti mismo un anartista? Me estoy haciendo el master.
¿Cuáles son los fotógrafos anartistas que más te interesan y por qué? Man Ray. Porque era colega de Duchamp y Picabia. Me gusta pensar que se levantaban por la mañana sin tenerse que ganar los beneplácitos de nadie. Metemos en el saco a Cocteau también, que era muy yonqui. Me gusta su cine, especialmente «Le Sang d’un Poète«.
Volviendo a ti, la primera serie de #BeAnartist incluyó maravillosos homenajes al cine clásico… ¿Cómo ha influido este en tu visión de la fotografía? Absolutamente en todo: la iluminación, la composición (se me complican mucho las cosas cuando he de componer en vertical, incluso los retratos), el tratamiento de los personajes, el aspecto narrativo, el cine siempre es una realidad paralela. Con todo esto me gusta recrear escenas que no se circunscriben al propio marco de la imagen. A veces pienso en cosas que pueden suceder fuera del encuadre y eso, quieras o no, influye en la escena principal pero sin reflexionar excesivamente sobre ello. Lo sitúo, disparo y listos; más todavía si partimos de la base de que no soy un teórico de la imagen ni pretendo remover conciencias. Todo suele ser fruto más de impulsos que de reflexiones. Y es curioso porque, por otra parte, no me interesa mucho la realización: me parece tedioso el protocolo. Si he hecho algunas cosas en publicidad, ha sido por encargo.
¿Cuáles son las películas que más comúnmente te vienen a la cabeza cuando tienes una cámara entre las manos? De Buñuel, «El Fantasma de la Libertad«; de Lynch, «Lost Highway«; de Antonioni, «Il Deserto Rosso«… Y alguna que otra.
En las series dos y tres de #BeAnartist, sin embargo, el homenaje va en dirección a las pinturas clásicas y su revisión en clave moderna. ¿Qué es lo que más te interesa de esta revisión? En este caso en concreto, lo más interesante es presentar una campaña para gafas así, de esa guisa. Era algo inédito para este producto. Ya había hecho algunas revisiones anteriormente, en mis inicios incluso. De hecho, ahora ha habido un cierto resurgimiento del género… Pero, bueno, siempre va a haberlos: revisar los clásicos es un clásico en sí mismo. Pero ya te digo: ponerle gafas al «Retrato de un Joven con una medalla de Cosme de Médici» de Sandro Botticelli fue interesante. De hecho, ese retrato es el más fiel al original; los otros son invenciones bajo unos cánones clásicos puestos al día, a veces incluso mezclando partes de diferentes autores y fuentes. Son cánones que muchos reconocemos, aunque no sepamos identificarlos (no reconocen el referente). Esos retratos se hacen familiares porque parten de algo ya asumido por el imaginario colectivo.
En la serie tres, de hecho, una de las fotografías incluso alude a la situación política actual cambiando las armas del original por pistolas… ¿No te parecía arriesgado? ¿O era más necesario que arriesgado? La situación política actual me parece bochornosa, sin más comentarios. Quitémosle peso al riesgo: la cuestion era contemporaneizar una obra icónica del romanticismo francés como «La Liberté Guidant le Peuple«, que remite a la lucha por las libertades. Eso ya conlleva un mensaje reivindicativo, universal, atemporal. La pieza era perfecta: la obra de Delacroix de 1830 refleja una cuestión bastante seria, en la que también tuvieron que ver los recortes de libertad de expresión, situación que va repitiéndose ad æternum, por eso es tan atemporal su mensaje. Todo dependía del enfoque que se diera en el tratamiento final, si no aquello podía quedar muy académico: hicimos algunos cambios quitando peso a las connotaciones de la obra, rebajando la violencia que se representa en el cuadro con tintes menos severos. Si te fijas, en esa foto la gente parece no estar por la labor de nada, tomando el sol, o cada uno a lo suyo. Hay hasta una referencia a una maja. Adapté artilugios de kale borroka y pucheros a la composición, simplemente con una finalidad estética y formal. Para quien conozca el contexto de la obra original, siempre connotará algo reivindicativo porque, si no, para algunos puede parecer “un fiestón en Fallas con una señora llevando una bandera china”… Lo cual me parece estupendo.
En contraposición, en esta serie también hay otra revisión que introduce gin tonics y otras referencias más placenteras… ¿Es una apuesta por hacer compatible política y hedonismo en la situación actual? La revisión de «Los Borrachos o el triunfo de Baco» de Velázquez, en contraposición a Delacroix, me parece mucho más lograda para lo que está hecha: gafas para una fête champêtre, imprescindibles. Aunque el original no es tan universalmente conocido, sí me parecio mejor tema por referirse a algo tan costumbrista como una fiesta. La retitulé ya con sorna “Dionisio and his buddies in a countryside morning rave”. Me pareció un guiño muy certero: con todos los personajes con gafas, quedaba que ni pintada.
Y, por último, ¿habrán más series de #BeAnartist? ¿Puedes avanzar qué te gustaría explorar en ellas? Coágulos de sangre, mejillones, quiromancia y bendiciones de útero. [Más información en la web de Biel Capllonch y en la de Etnia Barcelona]