La familia de Raymond Chandler encargó a John Banville que resucitara al detective Philip Marlowe, y de ahí salió «La Rubia de Ojos Negros», publicada en nuestro país por Alfaguara.
Cuando se habla de John Banville, parece que todo el mundo tiende a recurrir a la hipérbole y, como poco, se dice de él que es «el mejor escritor vivo de la lengua inglesa«. Casi nada. Es cierto que Banville está a la cabecera de las letras británicas, ya sea con su propio nombre o bajo el alias que utiliza cuando se sumerge en las brumas de la novela negra, Benjamin Black. No es de extrañar entonces que, cuando los herederos de Raymond Chandler contactaron con él a través de su agente para encargarle que resucitara a Philip Marlowe, el mítico detective que Humphrey Bogart encarnara en el cine en «El Sueño Eterno» y «El Largo Adiós«, el hombre no sólo no se hiciera pipí encima sino que se vino muy arriba. El reto estaba encima de la mesa: John Banville se pondría el traje de Benjamin Black para emular a Raymond Chandler en una doble pirueta literaria con salto mortal que sirvió para dar a luz a «La Rubia de Ojos Negros«, que Alfaguara ha editado este año en nuestro país.
Y no se le ha dado mal a Banville, perdón, a Black, no. La crítica se ha puesto en pie y ha aplaudido la osadía del autor irlandés que no sólo no se ha amilanado ante el reto sino que, para muchos, le ha dado a Marlowe una profundidad y una calidad literaria que Chandler no le pudo dar. Black juega con ventaja, claro. Amante de la novela negra, domina a la perfección los mitos, usos y temas del género, y ha situado la trama en una época que conoce y que, además, adora: los años 50. Black recupera a un Marlowe tan taciturno como siempre y tan desconocedor del género femenino como es habitual en él. Algo que no le impide sucumbir a los encantos de la joven, guapa, rubia y de ojos negros Claire Cavendish en cuanto se asoma por la puerta de su despacho, una heredera que lleva escrita la palabra «problemas» en la frente y que le pide que encuentre a un ex-amante, eso sí, con mucha discreción.
Black dibuja a un Marlowe emo (más todavía), encerrado en sí mismo y muy sensible, pero su ironía y su particular visión del mundo que le rodea parece que siguen intactos, así como su capacidad para meterse en líos. Dicen que también lo están las brumas de Bay City, la ciudad por la que se mueve. Dicen que la copia ha ganado al original. Dicen que es uno de los mejores experimentos que se han visto en mucho tiempo. Mucho dicen… Per habrá que verlo y, por supuesto, queremos leerlo.