HAMEN / Belako [75%]. Ha llegado la hora de Belako. Después de que su debut en largo, “Eurie” (Gaua Records, 2013), se quedara a medio camino y sugiriera sólo una parte del potencial del grupo; y de que sus dos siguientes EPs, “Bele Beltzak Baino Ez” (Belako Records, 2014) y “AAAA!!!!” (Belako Records, 2014), lo resituaran por la amplitud sonora que ofrecían, “Hamen” (Mushroom Pillow / Belako Records, 2016) emerge como el álbum que condensa y confirma todas las virtudes del cuarteto formado por Josu y Lore Billelabeitia, Lander Zalakain y Cris Lizarraga. Fogueados convenientemente en directo por todo el país durante las últimas temporadas, el empaque adquirido sobre las tablas y la ventaja de la autoproducción (guiada por Josu) se vuelcan en un disco pétreo, compacto y rebosante de electricidad que, a la vez, permite la introducción de texturas aportadas por los teclados (en forma tanto de notas de sintetizador como de piano) para aderezar un espectro sonoro enraizado en el rock, el post-punk y la new wave.
Dieron buena fe de ello los cuatro temas de adelanto de “Hamen” al mostrar los diferentes prismas de su repertorio: “Track Sei”, bomba rock con estribillo explosivo; “Nomad”, abierta a la new wave de pulso bailable; “Something To Adore”, de tempo ralentizado y sumergido en after-punk lánguido; y “Key”, colocada bajo una bola de espejos con Belako mirando cara a cara a los Blondie de “Heart Of Glass”. No obstante, ¿el hecho de haber catado previamente estas canciones, que forman el núcleo duro del álbum, resta capacidad de sorpresa a “Hamen”? Para nada. Y eso que incluye otros cortes ya conocidos: “Mum”, «Crime» y la remozada y vigorizada «Monster», rescatadas de los mencionados EPs; y “Sinnerman”, su lograda versión nuevaolera del original de Nina Simone que tan bien han lucido en sus conciertos.
A pesar de su atrasada publicación, “Hamen” cumple con las expectativas depositadas sobre Belako y anticipa su espléndida proyección (¿también internacional?).
Si tiramos del hilo de estos dos últimos temas, hallamos el agitado sustrato rítmico que bombea una de las piezas nuevas más sorprendentes del lote, “Aarean Bez”, insertada en el dance-rock fluorescente. Un movimiento enfocado a la pista discotequera que refleja la versatilidad de Belako, que rompen el cascarón del indie-rock académico inspirándose en el post-punk de bajo percutor (“Fire Alarm”, en la que la voz de Cris aporta matices luminosos) y la new wave ochentera sacudida por riffs de guitarra inflamables (“Guk Emanez”).
A pesar de su atrasada publicación, “Hamen” cumple con las expectativas depositadas sobre Belako y anticipa su espléndida proyección (¿también internacional?). Sí, la hora de Belako ha llegado y se encuentran en la posición adecuada.
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AULLIDOS METÁLICOS / Fasenuova [77%]. Se suele decir que no se debe juzgar un libro por su portada. Y un disco, tampoco. Pero no en el caso de “Aullidos Metálicos” (Humo, 2016), nuevo trabajo de Fasenuova tras el abrasivo “Salsa de Cuervo” (Discos Humeantes, 2013). Su ilustrativa y sci-fi tapa, con un brazo robótico abierto en canal, facilita hacerse una idea del contenido del álbum: una escenificación sonora del futuro distópico de un presente -el nuestro, el de ahora- en progresivas e imparables degradación y tecnificación, hasta que las máquinas sustituyan definitivamente al ser humano.
Aunque Ernesto Avelino y Roberto Lobo se han ocupado de definir el concepto de “Aullidos Metálicos” como “la banda sonora de la ciudad gigante, decorada por los Humanoides Asociados, donde viven hombres libres, neuromantes y cíborgs alucinados”. Pero, pese a la idea perfilada por Fasenuova, lo mejor del álbum es su polisemia inherente, que permite ampliar su significado (tanto como desee el oyente) gracias a la riqueza sonora de sus composiciones, que se mueven entre el ruido y el minimalismo, entre la electrónica industrial, el synthpop, el dark / cold wave y el cyberpunk.
Es esta una escenificación sonora del futuro distópico de un presente en progresivas e imparables degradación y tecnificación, hasta que las máquinas sustituyan definitivamente al ser humano.
A partir de esas coordenadas, perfectamente pulidas por Óscar Mulero (productor y mezclador del disco, que tuvo total libertad para realizar su tarea), Fasenuova combinan pasajes instrumentales con temas de lírica unas veces críptica y otras perturbadora en un todo conjuntado en el que los sintetizadores y las cajas de ritmos tejen una tela de araña compuestas por cadencias ralentizadas, espartanas y marciales (“Hell Angel” y “Me da Vueltas Todo lo que Dices”, desplegadas entre tinieblas), techno metalúrgico (“Siempre Siempre”) , tecnopop esquemático y negruzco (“Bailas Perfectamente”, como si Kraftwerk se decantaran por la EBM), atmósferas carpenterianas (“Aullidos Metálicos”), synthpunk (“Te Quieres Pirar”), ambient esquizofrénico (“Naves Desiertas”) y tecnokraut (“Carretera Fluorescente”, el corte más accesible del lote).
Fasenuova se afianzan así como adalides patrios contemporáneos de un estilo sintético tan exploratorio como meticuloso, cuyo efecto subyugante multiplica el aura retrofuturista de “Aullidos Metálicos”. El sello Humo, sucesor del desaparecido Discos Humeantes, no podía inaugurar su nómina de referencias con un disco más apropiado.
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PIDIENDO EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO / Mucho [74%]. Los discos lampedusianos, con los que se pretende cambiarlo todo (sonido, letras, procesos de grabación y producción) para que todo siga igual (la esencia o la identidad de su autor o autores) son como una moneda lanzada al aire: el éxito de la operación depende de que salga cara. Aunque, en realidad, tomar una decisión de ese calado no debería basarse en el factor suerte, sino en la premeditación, ya sea impulsiva o perfectamente calculada.
“Pidiendo en las Puertas del Infierno” (Marxophone, 2016) es un ejemplo elocuente de ello porque Mucho, en su tercer álbum, decidieron prescindir de las guitarras y bajos como instrumentos básicos para difuminarlos en su ecuación a favor de los teclados, los sintetizadores y los pianos (más la batería y la voz, los otros elementos principales). Un interesante a la par que exigente cambio que Mucho han materializado hábilmente (con ayuda en la producción de Ricky Falkner y Santos & Fluren) dejando atrás el pop-rock estándar de sus dos discos anteriores para sumergirse de lleno en el pop anglosajón de radio FM de finales de los 70 y principios de los 80.
Mucho, en su tercer álbum, deciden prescindir de las guitarras y bajos como instrumentos básicos para difuminarlos en su ecuación a favor de los teclados, los sintetizadores y los pianos.
¿Es esta una transformación radical y con el objetivo desenfocado? Bien, si Tame Impala lo hicieron con éxito en “Currents” (Modular, 2015), ¿por qué no Mucho en el disco que nos ocupa? De hecho, el envoltorio de “Pidiendo en las Puertas del Infierno” entrega momentos de inspiración próximos a los hallados en el último LP de la banda de Kevin Parker, aunque también cercanos a la elegancia de Destroyer. Referencias actuales que, trenzadas con otra clásica como la ELO, crean un amplio espacio en el que Mucho se mueven con extrema soltura hasta dar en el clavo con piezas pop de alta fidelidad, pulcras, contenidamente épicas y, en todo caso, emocionales. El único ‘pero’ que se les puede achacar es la dispersión de sus textos, que se diluyen entre versos de comprensión múltiple y confusa. Con todo, el sonido se impone gracias a la brillantez del poso nostálgico generado por el estupendo juego de sintetizadores, como en la serie “Las Puertas del Infierno”–“Fue”–“La Velocidad” (que incluso retrotraen a la ola chill wave por su acabado cálido y granulado); al flirteo con el funk de tez blanca en “Nuevas Ruinas”; y, en general, al lustroso aspecto del repertorio.
“Pidiendo en las Puertas del Infierno”, en su condición de trabajo ambicioso , debería actuar como el trampolín que impulse definitivamente a Mucho hacia ese territorio alternativo estatal que colinda con el neo-mainstream indie de la mano de bandas afines como Egon Soda y Mi Capitán (todas unidas por el hilo de Ricky Falkner). La jugada de Mucho ha salido redonda.
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