Ahora ya podemos respirar tranquilos y decirlo en voz alta… Cada año celebramos el anuncio del cartel del In-Edit con el claro pensamiento de que vamos a disfrutar como perras con todos esos documentales semi-ocultos pero que, como periodistas, la gracia es que podremos venderle este festival de cine documental musical a cualquiera gracias a las grandes (grandiosas) cintas sobre míticos (mitiquísimos) grupos. Hablando en plata: puede que lo que nosotros tengamos ganas de ver es un docu sobre ese productor que sólo trabajó durante dos años en un pueblo de Nigeria y acto seguido murió de un coctel de ébola y malnutrición, pero está claro que lo que acaba vendiendo es tener un Rollings o un Beatles. O los dos. Este año, sin embargo, cuando se presentó el cartel del Beefeater In-Edit 2013 nos encontramos con un problema básico: no había un Rollings, tampoco un Beatles… pero sí muchas de esas piezas sobre la historia oculta de la música. Y, aun así, lo vendimos como teníamos que venderlo: que ole los huevos del In-Edit por apostar por un cartel sin grandes ganchos pero con la calidad media más sobresaliente de toda su historia. Eso sí, lo afirmamos un poco con el miedo en el cuerpo y con la sospecha de que semejante punto de partida podía convertirse más que fácilmente en una lluvia de collejas si los «documentales sobre figuras ocultas» se acababan convirtiendo en «peñazos insoportables«.
Pero repito que ya podemos respirar tranquilos y decirlo en voz alta: como sospechábamos, el nivel de calidad medio del Beefeater In-Edit 2013 ha sido el más satisfactorio de toda su historia y, sobre todo, ha conseguido esta proeza sin necesidad de colgar ninguna zanahoria con forma de John Lennon o Mick Jagger delante de los morros del público general. Por el contrario, desde el 24 de octubre y hasta el 3 de noviembre, el In-Edit consiguió lo impensable: que gente que nunca te imaginarías (porque, básicamente, te los imaginas detrás de la mencionada zanahoria) te acababan sorprendiendo al afirmar que lo que más ganas tenían de ver este año era el documental sobre Los Desechables, sobre esa banda llamada Death o sobre el marajá del jazz James Booker. Al fin y al cabo, ya hace más de una década que el In-Edit ejerce una labor educativa sobre un público dispuesto a absorber su propuesta. Por fin parece que la siembra está dando sus frutos. Unos frutos que hacen posible (o eso parece) un festival como el In-Edit sin necesidad de reclamos facilones y populistas.
Un total de 30.000 asistentes avalan lo dicho hasta este momento, igual que lo acertado de un palmarés del público que acabó premiando una cinta tan urgente y necesaria (pero tan poco mainstream) como el «Bustamante Perkins» de Xesc Cabot. El jurado también resaltó esta labor didáctica del In-Edit premiando a «The Punk Singer» (vibrante perfil de Kathleen Hanna de Bikini Kill) en la sección internacional y «Triana Pura y Pura» (en honor ese barrio imprescindible) en la nacional. El mejor aval de este afán explorador del Beefeater In-Edit 2013 está precisamente en una programación que se puede abordar desde tres grandes temáticas… Puede que este no sea un festival en el que puedan rastrearse las grandes temáticas cinematográficas que imponen los gigantes como Cannes o Rotterdam, pero la verdad es que el In-Edit parece imponerse sus propias temáticas, que también son mucho menos perecederas que las mencionadas. En este edición, hemos encontrado films que han seguido explorando todo un conjunto de escenas y figuras míticas de la historia de la música en contraposición a los que han apostado por destapar lo oculto. La «temática» más estimulante ha sido, sin embargo, aquella que se ha mostrado testaruda a la hora de dinamitar las fronteras del documental musical más canon, buscando nuevas y estimulantes vías. De todas ellas y de sus mejores representantes hablamos a continuación…