Si hay una banda que merezca el apelativo de Band to Watch ahora mismo, esos son Bear in Heaven. Mucho más después del increíble concierto que dieron anoche en la Sala 3 del Razzmatazz barcelonés, dentro del ciclo organizado por (la inagotable pandilla de) Houston Party. Los tres componentes de la banda de Brooklyn consiguieron trasladar al directo toda la esencia del pop progresivo y del barroquismo futurista que inunda las canciones de su (aplastante y muy recomendabilísimo) segundo disco, «Beast Rest Forth Mouth» (Hometapes / Houston Party, 2009). Porque una cosa que llamó peculiarmente la atención fue la total ausencia de temas de su primer álbum, «Red Bloom of the Boom» (Hometapes, 2007), mucho menos hypeado, comentado y conocido. Acertadamente, la banda se centró en las nuevas canciones, mucho más accesibles y no por ello menos elaboradas, más cercanas, más efectivas y, en opinión de la que escribe, mucho menos chapa.
La banda se presentó firme y sin titubeos. Abrieron con «Beast in Peace«, la primera canción del disco que, como un puñetazo sobre la mesa, dejaba claro por dónde iban a ir los tiros: allí no habría cuartel. En ella, la voz de John Phillpot sonó envolvente, apasionada superando cualquier expectativa después de oírla en el disco. Prácticamente no hubo ningún bajón a lo largo de toda la actuación: los temas del álbum se sucedieron sin titubear, sonaban enérgicos y consiguieron que canciones como «Lovesick Teenagers«, «You Do You» o «Wholehearted Mess» trascendieran las barreras de lo sintético del estudio y de su propia esencia, animando con cada canción a una audiencia que –ya lo sabemos todos– en la ciudad condal tiene tendencia a ser excesivamente estática en este tipo de eventos. Así que partiendo de un repertorio robótico, frío, espacial y recargado, consiguieron un directo totalmente orgánico, analógico y vitalista; y los mismos componentes (en especial el cantante, con abrazo a las columnas del escenario incluido) se contagiaron de la energía que proyectaban en el público, y con cada tema parecía que se sentían más a gusto con unas canciones que, se nota, disfrutan de acercar a la audiencia. Mención aparte merece Joe Stickney que, desde la batería, marcaba un rimo frenético y sin concesiones en una performance que ya quisieran para sí grupos con más solera.
En definitiva, el 15 de abril fuimos testigos de un bolo excepcional, perpetrado por una banda que supera con creces el calificativo de prometedora y que merece todos los elogios (que no fueron pocos) que recogió a lo largo del año pasado.
[FOTO: Whaun.com]