Después de embarcarse en la superlativa aventura pop que significó “Bloom” (Bella Union, 2012), Beach House han decidido retomar la fórmula sonora original con la que comenzaron a rozar el cielo con los dedos, en la que las estructuras rítmicas se difuminan, los contornos acústicos se evaporan y cada pieza se desprende de complejos adornos. Así, “Depression Cherry” (Bella Union, 2015), quinta estrella en la galaxia discográfica de Victoria Legrand y Alex Scally, no contiene la épica dulce encapsulada en píldoras de formas ampulosas como “Myth”, “Lazuli” o “New Year”. De hecho, da un gran salto atrás en el tiempo hacia el estilo minimalista y translúcido que el dúo esculpió durante la época pre-“Teen Dream” (Bella Union, 2010), aunque prolonga -sin pretender alcanzar su brillantez- la envoltura gaseosa y las brumas oníricas de la obra que impulsó al infinito la marca Beach House.
Imagínense, pues, a Victoria Legrand introduciéndose en uno de sus sueños y susurrándoles al oído alegorías hipnóticas sobre la vida, la muerte, el amor y el desamor mientras Alex Scally los atrapa en su tela arácnida de delicada electricidad hasta llevarles a otro sueño. Sí, un sueño dentro de otro sueño. De este modo se definiría el vaporoso repertorio de “Depression Cherry” que, al contrario de lo que se podría pensar, no muestra trampantojos fantasiosos para engañar a su obnubilado receptor: títulos tan explícitos como los de la tríada inicial, “Levitation”, “Sparks” y “Space Song”, construyen un umbral hacia un universo paralelo al cual la propia Legrand invita a acceder en el primer corte mencionado con la enigmática frase “There’s a place I want to take you…”.
“Depression Cherry” representa la traslación musical de una ensoñación eterna en la que no existen figuras corpóreas y donde se diluyen las coordenadas espacio-temporales…
Y no queda más remedio que hacerle caso para ir de su mano a su paraíso particular, en el que Beach House han logrado traspasar los límites del legado de Cocteau Twins o los Dead Can Dance más dreamy urdiendo un discurso sonoro que posee unos marcados -y, en determinados aspectos, intransferibles- rasgos definitorios. En “Depression Cherry”, la pareja de Baltimore hace que las melodías giren y crezcan con suavidad como un algodón de azúcar tomando forma apoyadas en bases percusivas austeras, sintetizadores analógicos que arman el decorado de fondo del álbum (del mismo magnético color de su portada) y riffs de guitarra tan frágiles que se convierten en polvo en cuanto tocan el aire. Al mismo tiempo, la cada vez más embriagadora voz de Legrand varía la luminosidad de la lánguida y melancólica atmósfera creada, tanto si flota por la ingravidez cósmica (“PPP”) como si calma -y narcotiza- almas intranquilas (“10:37”) o se mezcla entre la suntuosidad de coros angelicales (que en “Days Of Candy” adquieren su verdadero sentido).
“Depression Cherry” representa la traslación musical de una ensoñación eterna en la que no existen figuras corpóreas, se diluyen las coordenadas espacio-temporales y ni siquiera aparece una minúscula brecha que la conecte con una realidad física palpable. En definitiva, no abran los ojos, sólo escuchen…