No sé por qué, esta mañana me he despertado echando un poco de menos el chill wave. (Bueno, la verdad es que sí que sé por qué, pero no me voy a poner aquí a explicar intimidades…) La cuestión es que parece que nos hemos metido de cabeza en una carrera hedonista para olvidar que estamos viviendo una situación histórica de mierda: ya sea a través del EDM en lo que respecta a las masas o a través del (mal llamado) deep house (porque, te joda o no, Disclosure es deep house) y de la electrónica más escapista en el caso de los menos amigos de lo masivo, la cuestión es que te explote la cabeza, olvidar que estás aquí y ahora. Y el chill wave tenía mucho de ensimismado, sí, pero también de introspectivo y melancólico y, al fin y al cabo, emocional. Eso es lo que empiezo a echar cada vez más de menos en la música que se produce en los últimos meses. Llamadlo el factor humano contra el factor gorila.
Aun así, esta mañana, después de echar de menos el chill wave, inmediatamente me di cuenta de que tampoco fui tan fan de este género, sino que en torno a los mismos años lo que más me flipaba era más bien ese revival del pop ochentoso de contornos más brumosos, de colores apagados (que nunca pastel) y posturas que podían ir de lo naif del pop más radiofónico a lo oscurantista de esa nueva ola que consiguió escapar de los sótanos y ver un poco de mundo. Para que nos entendamos: Twin Shadow, Wild Nothing, Twin Sister, Neon Indian… Todo aquello que estaba ahí ahí, frotándose con el chill wave, pero que también desmarcándose de él a su vez. Y si digo todo esto es porque, con cuatro años de retraso pero sin sonar a destiempo para nada, Ballet School acaban de debutar con un «The Dew Lasts an Hour» (Bella Union, 2014) que bien podría haberse lanzado en el año 2010.
Las coordenadas de Rosie Blair y compañía operan en las mismas coordenadas de los mencionados, sobre todo en una especie de mezcla bastarda e improbable entre los dos Twins, el Shadow y la Sister. Pero hay otro hecho que hay que conocer antes de lanzarse a la escucha de «The Dew Lasts an Hour«: los tres miembros de Ballet School se conocieron en Berlín a partir de una conversación en la que los tres se descubrieron fans irredentos de Cocteau Twins. Y, por si a alguien se le ha escapado, el debut del grupo se edita en esa Bella Union regentada por uno de los miembros de Cocteau Twins: Simon Raymonde. Evidentemente, y como todo buen puñado de canciones que se mire en el espejo de los 80, aquí hay una buena ración de The Cure y de Joy Division / New Order, claro, pero lo que sigue primando es la omnipresencia de Cocteau Twins tanto en las cuerdas vocales de Blair (que parecen haber mimetizado a la perfección el libro de estilo de Elizabeth Frazer) como en los ambientes preñados de luz a ratos blanca, a veces negra, siempre cálida y convenientemente cegadora.
Puede que «The Dew Lasts an Hour» no sea el disco más sorprendentemente novedoso, más desafiante y original de la camada del año 2014. Eso es cierto. Pero nadie puede negar que las once canciones de las que está compuesto no sólo tienen un carisma irrefutable (ojo a la figura de Rosie Blair como nueva diva estética) y de una calidez envolvente, emocionante y amablemente tendente hacia la ensoñación. Si alguien me pregunta, necesitamos más discos como este. 0% factor gorila. 100% factor humano.