A Modular le ha pasado en los dos últimos años como a Gucci en los 80: después de tocar el cielo y convertirse en referentes de la música internacional, con sonados y consistentes pelotazos entre sus filas (Ladyhawke -que digo yo que estará planchando camisas de franela en su casa-, Cut Copy, The Presets…) se diversificaron y quisieron estar tan presentes que, involuntariamente, y de alguna forma, abarataron totalmente sus referencias, entrando durante los dos últimos años en la lista de lo más prescindible del pop bailable. Si es que ya lo dice mi madre, que el que mucho abarca poco aprieta. Algo que cuesta perdonar a estos australianos que consiguieron que el resto del mundo babeara y soñara con prácticamente todas y cada una de sus referencias. La prueba de que algo raro pasaba es que lo más interesante a la vista fuera la inminente llegada de un disco (el muy esperadísimo segundo largo de The Avalanches) que sabemos que saldrá, pero nunca sabemos cuándo, aunque parece ser que 2011 es el año escogido. Después de navegar en el marasmo de lo previsible o lo anecdótico durante meses (con grandes excepciones como en el caso de ceo, Delphic y Chromeo) parece que para la Modular People este será el año en el que fichen a su Tom Ford que les saque de la penuria: The Avalanches, el tercer disco de Cut Copy y Bag Raiders están llamados a ser el rescate de la discográfica. Y nosotros que lo veamos.
Jack Glass y Chris Stacey son amigos y residentes en Sydney. El primer single que se pudo escuchar de ellos fue «Way Back Home«, a mediados del año pasado, y los situaba en el mismo árbol genealógico que Cut Copy (yo todavía sospecho que son primos hermanos o algo). Con su primer largo en el iPod, no me queda otra que reconocer que son la mezcla bastarda (pero bastarda bien, ahí, como muy sucia y brutota) entre los Daft Punk de ese «Discovery» (Virgin, 2001) que nunca nos cansamos de reivindicar, los citados Cut Copy y Ocelot. De los padres de «Aerodynamic» han cogido el gusto por los efectos espacialistas y las fumadas ochenteras de videjuego de ocho bits. De sus primos Cut Copy (que sí, que sí, que yo te digo que son primos) han heredado una habilidad precisa para casar ritmos bailables con el pop más luminoso y accesible. Y de los grandísimos Ocelot, el gusto por la fiesta y por la tralla con sus elementos idiosincráticos debidamente separados y refritos a su manera, que unas veces mola mucho y otras no tanto.
El que espere encontrar en este disco la piedra Rosetta del pop electrónico de este 2011, que siga atento a que salga el de The Avalanches, porque Bag Raiders no inventan nada y arriesgan más bien poco; pero, siendo como son sus canciones un chiste sencillo y hedonista, tampoco les hace falta. Y pese a sus limitaciones e inexperiencia (que se notan) han facturado un conjunto de trallazos que bailaremos este verano hasta que nuestro sudor salpique el suelo. La primera parte de «Bag Raiders» (Modular, 2010) es brillantemente trallera con escasa concesión a la reflexión o a pararse a saber qué narices se está escuchando. La intro es regulera, pero lo que viene después, «Sunlight«, «Shooting Starts» (próximo single) y «So Demanding» es de lo mejor que hemos escuchado en este registro. La primera y la segunda son dos hits veraniegos chispeantes con una destacada potencia sónica. Yo siempre mido este tipo de canciones preguntándome: ”¿haría que viera a la Virgen si sonara en un club?”? Y la respuesta, en este caso, es un contundente sí. En «So Demanding» se dejan empapar por un funk erótico festivo bastante cachondete, que cumple la cota de la típica canción que parece sacada de una peli porno de los 70 que ya es un must en estos discos. En definitiva: melodías simples, letras infantiles y humo por doquier. A un grupo de este rollo no le pido más. Y, ciertamente, cuando más me gustan Bag Raiders es cuando más se centran en lo que toca y no se dispersan con rollos raros ( ésa «Always» que suena a after de Viladecans con chonis enseñando tanga y chulos depilados sin camisetas) o bromas inexcusables (me imagino que «Snake Charmer» iba a ser la boutade del disco y a ellos les encantará, pero yo directamente los ma-ta-ba).
Pese a sus notables virtudes (que las tiene y no son pocas), no me arriesgaría a decir que Bag Raiders devolverán el esplendor indiscutible a Modular como casa referencial de la música de baile, pero sí que les despejan el camino a otros highlights que están por caer en este 2011 y que, seguramente, harán que lloremos de nuevo y queramos visitar a Australia para ver qué narices comen para facturar discos que alegran las estanterías y reproductores de medio mundo con tanta facilidad.