STORIES WE TELL. “Cuando estás en medio de la historia, la historia no es historia, sino confusión”. Así empieza a rememorar el relato de su propia familia Michael Polley, utilizado por la directora (su hija, la actriz Sarah Polley) como narrador de la película de su vida en un juego que se antoja quizás tan cruel como catártico. “Te dijimos que era un documental, pero más bien es un interrogatorio”, le confiesa Sarah a su padre. Y no se equivoca. O en realidad, acierta a medias. Sí, es un interrogatorio (a veces feroz) a su padre, sus hermanos y hermanas, a amigos y amigas, a fin de arrojar luz sobre un episodio concreto y durante largo tiempo oculto en una familia. Y sí, también es un documental que toma forma a través del recuerdo de la vida de una mujer apasionada, Diane Polley, y las relaciones con su entorno más cercano. Pero, finalmente, tras la disección a veces impúdica emocionalmente de la historia de esta familia, “Stories We Tell” se revela en realidad como una reflexión maravillosa y ejemplar sobre la condición humana, sobre cómo vivimos y cómo amamos, muchas veces incluso afrontando grandes secretos y pequeñas mentiras. Llena de intensidad y momentos difícilmente olvidables, como esa escena inicial donde los hermanos de la directora se preparan para ser grabados mientras se intercalan videos antiguos de la madre y suena “Skinny Love” de Bon Iver, “Stories We Tell” revela a Sarah Polley como una realizadora brillante y se convierte en una de las cintas documentales esenciales del género en lo que va de siglo. [DMDLH] [9]
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THE HOUSE I LIVE IN. David Simon, el creador de «The Wire«, apadrina este aplastante documental sobre lo que en América se conoce como «la guerra contra las drogas» -término que acuñó Nixon en los 70 y que aún hoy persiste- y que se articula alrededor de la cuestión de si esa supuesta «guerra» es más dañina que beneficiosa para una sociedad civil que sufre encarcelamientos masivos, juicios raciales y sentencias completamente desproporcionadas. Eugene Jarecki, el director, empieza a andar un camino desasosegante cuando reflexiona sobre cómo afecta a una sociedad pobre el contexto en el que nace y los errores que repite, y descubre cómo las clases poderosas han utilizado esa supuesta «guerra» para tener controladas a las clases más molestas (aka «las que quitan el trabajo a los blancos»): desde los chinos hasta los hispanos, pasando por judíos, negros y ahora la clase pobre americana. Desalentador, ilustrativo y tremendamente explicativo, funciona como perfecto (aunque deprimente) complemento a la que fue una de las mejores series que ha dado la historia de la televisión. [EC] [9]
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THE SINKHOLES. Extraña y desconcertante pieza que gira entorno a la aparición de unos agujeros que pondrán la vida de su protagonista más patas arriba de lo que jamás podría esperar. La historia empieza cuando un geólogo y su mujer (una cantante de ópera que está preparando una versión libre de «Turandot«) viajan a un rincón perdido a investigar la aparición de unos misteriosos agujeros en la tierra cuyo origen es totalmente desconocido y que, además, provocan unos terribles movimientos sísmicos en la zona. Mathieu Amalric, que pasaba por ahí y solo aparece para decir dos veces «ola ke ase» y ya está, deja a su mujer en un caserío perdido para investigar los agujeros. Ella, mientras espera noticias, se vuelve loca del coño, acuciada por un ama de llaves malrollera. Quizá la manera más honesta de vendernos la nueva película del prolífico Antoine Barraud sería reconociendo que no estamos tanto ante una historia de ciencia ficción sino ante una tremenda (y asfixiante) metáfora. Así que el que espere algo rollo «Viaje al Fondo de la Tierra» con toques fantásticos que huya, porque quedará tremendamente decepcionado. [EC] [5]
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THE WE AND I. ¿Qué pasaría si John Hughes dirigiera una película hoy en día sobre los adolescentes de un instituto de clase obrera de Nueva York? Que seguramente le saldría algo muy parecido a la nueva película de Michel Gondry. Que los adoradores de aquella genialidad que fue «The Sunshine of a Spotless Mind» no esperen rastro de ella aquí: Gondry firma una película que es casi documental, con cámara de batalla y actores adolescentes no profesionales que adoptan sus nombres propios para sus personajes y que, incluso, parece que trasladan a la pantalla su identidad (hay, por ejemplo, una familia de cuatro hermanos que lo son tanto en el bus de la ficción como en lo créditos de la realidad). Es el último día de clase y un autobús escolar recoge a una pandilla de chicos para dejarlos en sus casas. Durante un largo viaje hasta que anochece, los chicos van bajando en sus respectivas paradas no sin antes representar un fiel reflejo de la adolescencia (más que de nuestros días o americana, yo diría que atemporal y casi universal) entre relaciones abusivas, secretos y mentiras sobre uno mismo y los demás, roles adaptados que pesan cuando uno se queda solo, amistades y alianzas inesperadas… Lo peor y lo mejor de la adolescencia en una película demasiado larga para lo que quiere contar que a muchos recordará alguna que otra tarde de sus años mozos. [EC] [7]