OTEL·LO. Apenas poco más de una hora necesita el debutante Hammudi Al-Rahmoun Font para dejar en jaque al espectador más desprevenido con este retrato incómodo que reflexiona, con muy mala leche, acerca del proceso y acto creativo. Siguiendo los parámetros clásicos del falso documental, Al-Rahmoun Font nos muestra sin tapujos la fragilidad humana a través de la crueldad que se desata en el contexto de la preparación de un rodaje sobre el “Otelo” de Shakespeare. A partir de una producción despojada de todo elemento disonante (el set en permanente oscuridad, que dota de un ambiente pesadillesco a la trama), el espectador queda aislado y sin defensa, cara a cara, ante sentimientos humanos, demasiado humanos, en una vuelta de tuerca metacinematográfica a la historia de Desdémona y Otelo, donde realidad y ficción se superponen cruelmente. Con un presupuesto ajustadísimo, finalmente su escasez de medios se torna en virtud: desnuda la narración y el montaje, desnuda Desdémona (brillante Ann M. Perelló, mucho ojo con ella) y desnudos nosotros ante la progresión incómoda de esta ópera prima donde, aquí sí, todo es lo que parece. Un descubrimiento a aplaudir, difícilmente olvidable. [DMDLH] [7,7]
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PERFECT SENSE. Resulta difícil determinar si «Perfect Sense» apasiona por la película en sí o porque el material de partida es asquerosamente bueno. La pregunta es: ¿era posible hacer una mala película a partir del «Ensayo Sobre La Ceguera» de Saramago? Está claro que sí: múltiples son los ejemplos de directores infames que han destrozado manuscritos que parecían a prueba de balas. Y, sin embargo, cuando te lo paras a pensar, resulta que es imposible destacar el film de David Mackenzie por ningún rasgo particularmente brillante: la realización es contenida y rematadamente clásica, la imaginería propuesta es correcta y poderosa (sobre todo en la cocina de uno de los dos protagonistas) pero sin ningún tipo de alarde visual, la dirección de actores se confunde con la valía que intérpretes como Ewan McGregor y Eva Green traen de serie… Entonces, ¿por qué es imposible que lleguen los títulos de crédito y estés totalmente acojonado y embargado por «Perfect Sense«? Principalmente, por esta historia de un Apocalipsis sensorial trenzado de forma pluscuamperfecta con el proceso de toda pareja (encuentro / explosión de los sentidos / pérdida de los sentidos / desencuentro / ¿reencuentro?): la progresión dramática, ya sea «culpa» de Saramago o de Mackenzie, es simple y llanamente devastadora. [RDT] [7,5]
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SONIDOS DE BARRIO. En ocasiones, un film no destaca por lo bien que lleva hasta el extremo las propuestas en las que sabe que va a brillar, sino gracias a una actitud terrorista en la que se empeña en sortear trampas que se pone a sí mismo. En el caso de «Sonidos de Barrio«, Kleber Mendonça Filho podría haber epatado a propios y extraños con una de esas conspiranoias que, desde «El Final de la Violencia» de Wenders hasta «Funny Games«, parecen advertirnos del peligro de una vida moderna preocupada completamente por asegurar el espacio privado e íntimo contra los posibles ataques externo. Esa es la trampa: el exceso de celo ante la idea de seguridad… Y, sin embargo, el director consigue saltar por encima de su propia trampa para dibujar el fascinante retrato de una sociedad brasileña pintada a pinceladas de colores poderosos, tanto en las luces y en los colores como en las sombras. La tensión siempre está ahí como una amenaza en ciernes, pero es una amenaza que no impide que la vida siga transcurriendo con la naturalidad de una madre porreta desquiciada por culpa del perro de sus vecinos o de un chico que intenta hacer arrancar una relación de pareja en medio de diversos meollos de especulación inmobiliaria. Al final de todo, además, «Sonidos de Barrio» se permite un magistral volantazo que nos obliga a aceptar lo que Kleber Mendonça Filho nos llevaba advirtiendo desde el principio: por debajo del retrato del desamparo y la inseguridad civil, por debajo del retrato social… siempre ha habido una trama de ficción pura y dura que ha ido creciendo en silencio. Esa es la verdadera amenaza que estalla en el último minuto. [RDT] [9]