[dropcap]I[/dropcap]S THE MAN WHO IS TALL HAPPY? La rareza (pero rara-rara) de esta edición del festival venía de la mano, cómo no, de Michel Gondry. El francés repetía en el festival (en la edición pasada se estrenó su road-bus movie de teenagers cabreados: «The We and the I«), pero esta vez volvía al Atlántida Film Fest con un documental. Y no uno cualquiera, sino un documental animado íntegramente por él en el que el propio realizador se medía dialécticamente nada menos que con Noam Chomsky, quizá el mayor pensador vivo. Big words hasta para el valiente Gondry. En «Is the Man Who Is Tall Happy?» Gondry entrevista a Chomsky durante varias sesiones en las que intenta tocar todos los temas del grueso filosófico del pensador en una charla discontinua que al francés, pobre, le viene grande.
La genialidad del documental, sin embargo, no viene de las respuestas de Chomsky (que en algunas ocasiones pone el piloto automático y se sale por peteneras contestando «Z» cuando Gondry le pregunta sobre «A»), sino en la hábil plasmación en animaciones de todos los conceptos que se tratan en el discurso y en la propia actitud del entrevistador, un Gondry comprensiblemente inseguro cuyas inseguridades van creciendo a medida que avanzan las conversaciones y crecen los malentendidos culturales. Una pieza, en definitiva, extraña y cautivadora que sirve como primera toma de contacto para adentrarse en el enrevesado mundo del pensador, para conocer algunos aspectos de su faceta más personal y para acabar de adorar a un realizador que se atreve con semejante empresa (a ver quién es el guapo que tiene las narices de sentarse a hablar con un Señor de la talla de Chomsky) al que ya de por sí, es fácil amar. [EC][8]
[dropcap]L[/dropcap]A BATALLA DE SOLFERINO. Sólo en Francia es posible no sólo la existencia de una película como «La Batalla de Solferino«, sino sobre todo el hecho de que esta se convirtiera el año pasado en uno de los films más aclamados del año (constando finalmente incluso entre las diez mejores cintas según «Cahiers du Cinema«). La película de Justine Triet se abre con una desasosegante escena en la que una madre de familia y su amante saludan al día en medio de una batalla campal con (o contra) las dos hijas de ella, que no paran de llorar e importunar y reclamar la atención merecida por cualquier criatura de tan corta edad. Puede que sólo sean diez minutos, pero esta sublime escena establece el tono que ya no soltará «La Batalla de Solferino» a partir de entonces, trenzando de forma magistral la historia de la protagonista con un clima de crispación insoportable durante la jornada del 6 de mayo de 2012 en Francia, cuando las elecciones presidenciales escindió en dos al pueblo francés entre los partidarios de Sarkozy y el futuro vencedor Hollande.
Y si digo que sólo en Francia podría existir un film así es porque el argumento de padres e hijos (la protagonista es una reportera que está cubriendo las elecciones en la transitada vía de Solferino a la vez que intenta mantener al padre de las niñas alejado de estas, quien no tiene derecho a verlas si no es en presencia de la madre debido a su largo historial de meteduras de pata) no es más que un eco iterado de una situación mucho más grande y mucho más tensa (la mencionada trama se acaba liando de forma extrema y todos los personajes acaban engullidos por las masas convulsas en agresivos gestos de violencia). Al fin y al cabo, lo que arrebata en la propuesta de Triet es que la denuncia social de una generación oprimida por la precariedad se acaba enredando en las redes mucho más complicadas de una política que es sentida por toda la nación con la emoción y la implicación de una final Barça vs. Madrid. Las comparaciones son jodidas, pero la escasa consciencia política de nuestro país haría imposible la existencia de un film tan inteligente, hiriente y preclaro como «La Batalla de Solferino«. Pero ya se sabe: siempre nos quedará París (y, concretamente, Solferino). [RDT] [9,5]
[dropcap]L[/dropcap]A TUMBA DE BRUCE LEE . Hay trazas de genialidad en “La Tumba de Bruce Lee”, este artefacto que nos llega vía Canódromo Abandonado. El relato de una pareja que viaja en pos de hacer realidad sus peripatéticos sueños a Seattle, un Seattle fantasmagórico y maravillosamente mal pronunciado, donde se encuentran con una suerte de gurú total, un pan-coach lugareño (fantástico Aaron Rux), se torna en algo tan inclasificable como magnético e incluso conmovedor. Planteando ideas a ritmo desbocado sin perder de vista el lulz, “La Tumba de Bruce Lee” podría quedar inscrita en el género del post-humor, aunque muchas veces se sitúe más cercana al “Wrong” de Quentin Dupieux que a las propuestas de Venga Monjas. Aquí, los personajes parecen asumir con una mezcla de extrañeza y cotidianidad las esperpénticas situaciones que se presentan ante ellos, en un entorno casi post-nuclear y agresivamente onírico. Un nonsense (des)figurativo radical, brillante y perturbadoramente atractivo, que le pinta la carita a esa “Gente en Sitios” que, opinión personal, se quedaba a medio camino de todo. Definitivamente, esto sí es una auténtica torre de Babybel. [DM] [7]
[dropcap]L[/dropcap]ES RECONTRES D’APRÈS MINUIT. Excesiva y polarizante, “Les Recontres d’Après Minuit” del debutante Yann Gonzalez sublima por encima de todo tres elementos de forma majestuosa: la luz, la palabra y la pasión. La luz. La ausencia de la misma; la oclusión en la reclusión. Siete rostros tenuemente iluminados en una casa, un espacio estanco, donde (no) todo está permitido. Una orgía, siete confesiones. Siete personajes que encajan entre sí cual piezas de un puzzle malsano en el instante fugaz y perecedero de una medianoche. Siete finales; una sola muerte. Y una luz al amanecer que finalmente elimina el azul de sus caras (blue in the face), la tristeza de sus caras (blue in the face), para quizás otorgarles una felicidad también -lo sabemos- fugaz y perecedera. La palabra. Las palabras, arrastradas en el amor por los siglos de los siglos. Llenas acaso de significante más que de significado. “Ése es el único crimen que hemos cometido esta noche: la elegancia”. Una orgía, siete confesiones. “Diviértete, sea conmigo o sin mí”. La divina comedia que se convierte en drama a través de la retórica. La pasión. Un sueño o siete sueños. Una orgía; siete confesiones. La Puta, El Semental, La Estrella, El Adolescente. Tres anfitriones, arrastrados en el amor por los siglos de los siglos. Una sola muerte. La pasión y los celos: “Diviértete, sea conmigo o sin mí”. Un diastema y un látigo; un miembro superlativo. La pasión; lo que quedará de ella. La luz; la palabra; la pasión. En definitiva, el cine. [DM][9]
[dropcap]M[/dropcap]AIN DANS LA MAIN. Muy pero que muy fácil lo hubiera tenido Valérie Donzelli para repetir el éxito de su anterior film, «Declaración de Guerra«. Tan sólo debería haber tirado por el camino del tremendismo, del drama, del dolor y, ¡zas!, habría tenido a gran parte del público comiendo de su mano sin decir ni mú. Por el contrario, Donzelli se desmarca con una film weirdo donde los haya: una comedia romántica y musical que remite directamente a la cinematografía más colorida y pop de Godard (las referencias tanto a «Une Femme Est un Femme» como a «Pierrot Le Fou» abundan en cuerpo y en espíritu) y que arranca en un punto de partida que parece extraído por la generación de cómicos surgidos de la televisión yanki de los 70 que en los 80 y los 90 investigaron plots surgidos de génesis a cada una más extraña (a saber: un chico de barrio y una profesora de danza afamada se besan y, de repente, resulta que no pueden separarse el uno del otro, estableciendo un divertido juego de mímica en el que uno siempre repite los movimientos del otro con una sincronía coreográfica). El resultado es una cinta que rezuma diversión, brío y, sobre todo, un savoir faire afrancesado y elegante que parecía totalmente olvidado en estos tiempos en los que la crisis y el low cost han convertido la forma precaria en la nueva normal. [RDT] [7,5]