Nuestra crítica de «Asteroid City» dice que la película es como si Wes Anderson se hubiese metido en la cabeza de Wes Anderson mientras Wes Anderson se ve en un espejo.
Bienvenidos al universo de Wes Anderson. De nuevo. Por undécima vez. Porque cada largometraje firmado por uno de los directores más singulares e ingeniosos de los últimos 25 años (con permiso de Spike Jonze y Michel Gondry) funciona como una pasarela a su policromático, extravagante y caleidoscópico imaginario. Y “Asteroid City” no iba a ser menos.
O más, en realidad. Como si Wes Anderson se hubiese metido en la cabeza de Wes Anderson mientras Wes Anderson se ve en un espejo, “Asteroid City” multiplica las direcciones que llevan al interior de su prodigiosa y compleja mente, cuyas ideas se proyectan aquí divididas en una parte pintada con los típicos colores pastel made in Wes Anderson y en otra tintada en blanco y negro.
Prolongando ese juego especular que se plantea a sí mismo para colocar su filmografía ante reflejos cóncavos, convexos, estirados y achatados, Wes Anderson se autorreferencia desafiando sus propios conceptos y rozando la parodia. Sin embargo, “Asteroid City” no es una simple broma que Anderson hace especialmente a sus fieles acólitos, sino que va más allá como tributo a la ciencia ficción de serie B, al western (sin duelos al sol, solo con diálogos entrecruzados en medio del polvo y de la arena del desierto), a la vida americana de los 50 sacudida por los ensayos atómicos e incluso a mitos como Marilyn Monroe (aquí llamada Mercedes Ford / Midge Campbell / Scarlett Johansson).
Aunque, por encima de todo, “Asteroid City” homenajea a la dramaturgia mediante una (meta)película que se desarrolla dentro de una (meta)obra de teatro entre las cuales se confunden los límites que las definen y las separan. De hecho, los propios personajes tampoco lo tienen claro. ¿Son actores disfrazados de personajes actuando como personas reales que encarnan personajes inventados? ¿O es al revés? ¿Por qué estos deben ejecutar ciertas acciones obligados por el libreto? Hasta ese punto llegan las tribulaciones de algunas de las figuras que pueblan la galería coral que da vida al metraje.
De ahí que “Asteroid City” se interprete, inicialmente, como una función teatral rodada con cámara en la que el factor que, en teoría, otorga sentido a toda la obra en su clímax debería ser la clave: el meteorito que da nombre a este pueblo ficticio y la aparición de un alien que lo roba. Pero no es así
Este supuesto giro de guion se transforma en un mero macguffin, ya que lo más importante es el viaje que desemboca en ese desconcertante momento y en sus posteriores consecuencias. Y, mientras tanto, se observa cómo se interrelaciona la pléyade de estrellas que desfilan dentro y fuera de unas escenas perfectamente sincronizadas que, en su formato cartoon (correcaminos incluido), hipnotizan a través de los planos utilizados, de la colocación milimétrica de los elementos y del deslumbrante paisajismo, sublimación de la estética wesandersoniana.
Y aquí aparece el defecto que se le puede achacar a “Asteroid City”: que el decorado se imponga al discurso (riesgo al que está acostumbrado Anderson) y dé la sensación de que no suceda nada o de que la trama sea intrascendente. Con todo, a medida que se quitan capas a la historia, afloran cuestiones profundas como el amor, la muerte, la familia, la madurez, la adolescencia y otros temores humanos (y mundanos).
Esta sucesión temática ayuda a que las piezas que componen el mecanismo de “Asteroid City” vayan encajando sorprendentemente también con la colaboración de la música. En este caso, country y bluegrass que funcionan como aceites engrasantes que se cuelan en la película en forma de sonido y de supergrupo, The Band Ranch, que cuenta con la presencia de dos irreconocibles cowboys: Seu Jorge y Jarvis Cocker, también rutilantes miembros del recomendable soundtrack.
Dadas las fechas de comienzo de su rodaje (en agosto de 2021, en una estancia en Chinchón -Madrid- muy comentada) y de su estreno, “Asteroid City” es un sobresaliente capricho de verano que Wes Anderson -residente en París y deudor de influencias francesas- interpreta no tanto a la manera de las películas estivales de Éric Rohmer como a la de los relatos de Jacques Tati (¿es Anderson el Tati moderno?). Eso sí, “Asteroid City” es un capricho que solo unos poco directores elegidos como Wes Anderson pueden permitirse. [Más información en la web de «Asteroid City«]