Seguimos explorando por qué en España adoramos tanto a The Magnetic Fields con la confesión apasionada de siete artistazos de nuestras tierras.
Hace unos días, publicábamos un artículo que recopilaba algunos de los homenajes a The Magnetic Fields que varios grupos nacionales les habían dedicado en forma de versión, reescritura o mero guiño. Una playlist chachi, llena de temazos y puede que hasta útil y todo eso, sin duda… Pero lo realmente importante, la pregunta que subyacía bajo todo eso, era: ¿por qué en España somos tan fans todos de Magnetic Fields?
Juraríamos que no fue una alucinación prolongada y que, en varias ocasiones, al mirar la pestañita de «dónde se les escucha» de Spotify, Madrid salía entre las primeras cinco ciudades. Ya no. Pero bueno, no importa: una rápida búsqueda por los algoritmos de Google parece indicar que, exceptuando Estados Unidos y algunas bandas tributo de América del Sud -como los argentinos Los Campos Magnéticos (ahora auto-rebautizados a Alvy, Nacho & Rubin)-, aquí es donde más se estila eso de versionar a Stephin Merritt y compañía.
Para tratar de encontrar una respuesta, contactamos algunos de los grupos e artistas que ya aparecían en la mencionada playlist y les pedimos que nos hablen de cualquier cosa que les apetezca sobre The Magnetic Fields, según la extensión y el enfoque que quisieran. De esta manera, quizás la razón por la que ellos mismos profesan tanto amor y adoración hacia el grupo no quedaría exactamente patente, pero sí que obtendríamos una respuesta más sincera e inmediata en el sentido literal de la palabra.
El resultado final ha terminado por ser un compendio de textos, frases y reflexiones que ofrecen una visión realmente global y diversa: hay quien apela a la facilidad estructural de los canadienses, otros remiten a ese humor cínico e irónico tan carismático que se gasta Stephin, algunos mencionan desengaños amorosos o nueva ilusiones, discos o canciones favoritas, y hay para quien las canciones de Magnetic Fields han sido una verdadera banda sonora de sus vidas… Ah, también hay una sorprendente e inédita versión como regalo.
Por parte de quién escribe estas primeras líneas, he de reconocer que llegué a ellos a través de «69 Love Songs» (Merge, 1999) tras una ruptura sentimental -un drama de corte tan adolescente que canciones como «All My Little Words» o «I Don’t Wanna Get Over You» no dejaron de sonar ni un segundo en las dos primeras semanas de la ruptura- y se quedó en mi vida por el pop perfecto y cínico de discos como «Holiday» (Merge, 1994) o «Get Lost» (Merge, 1995). Pero es el turno ahora de dejar hablar a los demás. Una vez más, muchísimas gracias a todos por participar.
LUIS F. BAYO (Espanto). La primera vez que los escuché fue en 1997. El amigo de un amigo los puso durante un largo viaje en coche y caí. Aquellas canciones me impactaron y compré dos discos suyos por catálogo, en aquellos tiempos no teníamos acceso a Internet. Eran «Distant Plastic Trees» (Red Flame, 1990) y «The House of Tomorrow» (Merge, 1996), y lo primero que hice fue grabarle una cinta a Teresa. Fuimos haciéndonos con todo lo que habían editado hasta entonces y, cuando más metidos estábamos en ello, salió «69 Love Songs» y fue el acabose: un bofetón de talento.
Las canciones de Stephin nos parecen preciosas y nos da placer desentrañarlas, adaptarlas al castellano y cantarlas muy alto. Hemos escrito muchas versiones suyas, aunque sólo hemos publicado dos. Hemos intentado hacer adaptaciones fonéticas e incluso hemos compuesto canciones para ser cantadas por su chihuaua Irving. Una vez los vimos en directo en Madrid, pero aquel día fueron teloneados -y eclipsados- por unos Astrud en estado de gracia que nos descentraron bastante de los Magnetic.
Hoy elegiría tres discos suyos, aunque mañana serían otros: «The Charm of the Highway Strip» (Merge, 1994) -me encanta ir a casa de alguien y descubrir ese lomo tan llamativo negro y amarillo entre su colección-, el segundo de los 6ths -que fue el primer disco que descargué de Internet- y el segundo de los Gothic Archies, por poner uno más «raro» pero también lleno de preciosidades. Mis canciones favoritas aquí y ahora son: «Zebra«, «Yeah oh yeah» y «Washington DC«. Las tres del «69» y cantando Claudia Gonson.
Todo lo suyo nos parece maravilloso e influyente: las letras retorcidas y románticas, esa habilidad para colocar palabras o conceptos que no suelen aparecer en las canciones, las melodías pegadizas, las capas de voces y el hecho de que con cualquier instrumento, por pequeño que sea, se puede construir una canción enorme.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 2″ ]ANA FERNÁNDEZ-VILLAVERDE (La Bien Querida). Siempre me gustaron mucho los Magnetic Fields. Tengo todos los discos, pero quizá el que más he escuchado es el «69 Love Songs«: lo tuve en el coche durante años y me lo sabía casi de memoria y en orden. Me parecen muy chulas sus irónicas letras. Nunca les he versionado porque me da vergüenza cantar en inglés, pero sí que me han inspirado en algunas de mis canciones, sobre todo en las del último. Estuve viéndoles en el Palacio de Congresos de Madrid hace unos cuantos años (aún no me dedicaba a la música). Un referente, sin duda.
EURIPIDIS SABATIS (Evripidis And His Tragedies). Mi primer contacto con la música de Stephin Merritt fue leyendo una reseña del disco «Memories Of Love» (Slow River, 1997) de Future Bible Heroes. Acababa de salir del instituto y entraba en mi nueva etapa de vida, que consistía básicamente en salir, hacer amigos, comprar discos compulsivamente y explorar mi sexualidad todavía tímida pero desde luego llena de curiosidad. En la reseña de disco decía que Stephin Merritt es un misántropo que escribe canciones sentado en los rincones oscuros de los bares gays de Nueva York. La imagen se me quedó grabada y, unos días después, realicé el larguísimo trayecto desde el suburbio donde vivía con mis padres, en el sur de Atenas, hasta el suburbio del norte de la ciudad, donde estaba Vinyl Microstore, la entonces mejor tienda de discos, especializada en indie pop, con el catalogo de Elefant, Siesta, Shinkansen entre otras cosas. Me costó mas que dos horas llegar, pero me hice con el CD de Future Bible Heroes y mi vida nunca fue la misma.
«Memories Of Love» tiene todos los ingredientes que forman el universo tan especial de Stephin Merritt. El Humor y el Cinismo te cogen cada uno por una mano y te llevan a tomar copas con la Luna, la Muerte, el Amor, la Belleza, y la Soledad en algún sórdido antro donde se baila hasta el amanecer.
Poco tiempo después, mi nuevo amigo Kostadis me grabó una cinta que acababa con «All The Umbrellas In London» de Magnetic Fields, el primer corte de ellos que conocí en su versión original (antes había escuchado «Love Is Lighter Than Air«, pero en la versión de The Divine Comedy). Ese otoño, Kostadis y yo fuimos inseparables, recreándonos en un luto amoroso que sñolo se puede sentir con 19 años. Nos habían dejado a ambos, y el único consuelo era salir cada noche a beber y luego arrastrarnos como gusanos humanos a su casa y escuchar música hasta el amanecer. En aquel momento salió «69 Love Songs» y nos destrozó la vida meticulosamente, con descripciones explícitas de cada dolor de corazón pasado pero, más importante, futuro también. La canción «All My Little Words» cobraría un significante especial en mi vida, no solamente porque apliqué sus sentimientos en mis dolores de corazón varias veces, sino porque también la versionó mi compañero de piso y gran amigo Marc años después, y luego, mucho más tarde, yo legaría a conocer y colaborar con LD Beghtol, el cantante de esta canción.
Ese año, Nikos, el chico que me había roto el corazón unos meses atrás, me regaló «Hyacinths and Thistles» (Merge, 2000) de The 6ths com regalo de Navidad. ¿Una broma del universo? A lo largo del año, y a la vez que casi todos mis amigos (o debería decir todo el universo indie) cayeron bajo los encantos de «69 Love Songs«, yo acabé acostándome con Kostadis, enamorándome de él, viviendo el drama y el rechazo de algunas de las canciones de Magnetic Fields en mis propias carnes y alejándome de él para salvar mi condición (sentí)mental.
Unos meses después,ya tenía varios discos de Magnetic Fields, y mi favorito era, y sigue siendo, «Get Lost» (Merge, 1995), pero también compré cualquier trabajo que habían sacado hasta la fecha The Gothic Archies, Future Bible Heroes y The 6ths. En aquella época conocí el que fue mi primer novio verdadero, Grigoris. Aquel verano parecía sacado directamente de la canción «When You Were My Baby» de Magnetic Fields. Las canciones tristes de Stephin Merritt ya no me afectaban tanto, ahora estaba feliz…. ¡Iluso yo! Pronto entendería de una manera devastadora qué significa realmente perder a tu primer amor verdadero: cualquier dolor sentimental previo era una hormiguita frente a lo que me esperaba.
Detalle irónico: cuando introduje por primera vez a Grigoris el universo de Magnetic Fields no le gustaron nada, me dijo que sonaban como los delirios de un homosexual solitario, viejo y amargado. Poco a poco empezó a apreciarlos y, cuando me dejó, ya tenia todos sus discos. Esto me dolió casi tanto como el hecho de que había encontrado un nuevo chico macizorro pero cero alternativo, sacado del típico sueño homoerótico un pelín vulgar pero desde luego, muy a mi pesar, casi siempre apetecible.
Los años pasaron, me mudé a Barcelona y me junté con Marisol, Pedro, Marc, Odil y mas gente que eran muy fans de la música de Stephin, cosa que nos unió de por vida. Tuve la oportunidad de ver a los Magnetic Fields tocar en directo en el casino de Poble Nou. Naturalmente, estuve maravillado. Llevaba un retrato de Stephin que había dibujado para dárselo y le esperé en la salida. Vi como se agobiaba cuando la gente le pedía un autógrafo, así que me acerqué, le di su dibujo y, mientras lo cogía en su mano, saqué un bolígrafo y se lo firmé. Le dije «Yo no te pido un autógrafo, te doy el mío«. El sonrió y me pregunto dónde se podría comer bien en Barcelona. Entonces, de repente, vinieron los promotores y Claudia, su compañera en el grupo, y se lo llevaron. Hasta el día de hoy no le he vuelto a hablar, aunque he visto a Magnetic Fields y los Future Bible Heroes en directo de nuevo.
Unos años mas tarde toqué en Rockbar en Nueva York, en un concierto en el que cantaron los dos otros cantantes masculinos de «69 Love Songs«, LD Beghtol y Dudley Klute. El bolo lo había organizado LD como una especie de bienvenida para mi, ya que llevábamos siendo amigos un tiempo. Eso sí, como amigo era díscolo y con arrebatos de agresividad y delirios de divismo. Entre otras cosas, le encantaba rajar de Stephin. Amigos o enemigos, no entendía muy bien lo que pasaba. Cierto es que LD me acogió bajo su protección, me dio muchos consejos útiles en persona y en interminables correos electrónicos y mezcló mi ultimo disco junto con Charles Newman, el ingeniero de «69 Love Songs«. También cantó en varias canciones del disco. Y luego se enfadó una vez más conmigo, me dijo de todo y no me volvió a hablar hasta hoy. Una anécdota más de mi vida que tiene que ver con del universo de los Magnetic Fields.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 3″ ]MARC RIBERA (Doble Pletina). He pensado que, mejor que escribir un texto panegírico, debería adjuntar un escalofriante documento de mi entusiasmo juvenil por los Magnetic Fields. La casualidad y una mudanza reciente han hecho que haya reaparecido un sonrojante CD grabado para ligar con mis primeros tanteos en Fruity Loops. Podría datar este resto arqueológico en torno al año 2000. La pista número 3 (y la primera que grabé, si no recuerdo mal). Es esta versión deslavazada de «Underwear«.
JOSÉ ENRIQUE ATIÉNZAR aka “SASTRE” (Ed Wood Lovers). Mi relación con Magnetic Fields comenzó un día allá por el año 2000. Un amigo me pasó el «69 love songs«, yo no los había escuchado antes y caí enamorado. No había escuchado una cosa así antes y me cautivó. Esa mezcla de estilos, bebiendo de las fuentes del synthpop, el folk, el punk y de lo que se le pusiese por delante. Después de eso, ya me puse a escuchar los trabajos anteriores y flipé más todavía. Mi álbum favorito en cuestión de producción es el «Holiday» (Merge, 1994), aunque a día de hoy he de reconocer que las canciones que tengo grabadas a fuego y más me gusta escuchar y tocar son las del «69«.
Lo que me gusta de las canciones del amigo Stephin, a parte de la producción tan ecléctica, es su sencillez. Si te pones a tocar una canción y ves sus acordes, te darás cuenta de que son siempre los mismos y muy sencillos. Es una cosa que te empuja y te anima a componer tú también. Ojo, son canciones sencillas en su estructura, pero no quiere decir que sea fácil escribir ese tipo de letras tan cargadas de sarcasmo e ironía.
En cuanto a la influencia en el grupo, es bastante evidente en alguno de nuestros temas y algo menos en otros. Hay desde algún fusilamiento flagrante de alguna melodía (que ahora no es el momento de negar) por allí, a la adopción de la idea de alguna letra por allá, hasta la simple mímica de algún arreglo o algún efecto sobre algún instrumento.
Lo que sí que me inspiró en general desde el principio fue la gracia que tenían mezclando esos sonidos de cajas de ritmos y sintes viejos con instrumentos de cuerda acústicos y otros más distorsionados. Es una vía que hemos utilizado para producir muchas de nuestras canciones y lo reconozco.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 4″ ]FRAN SAN (Manos de Santo). Stephin Merritt es uno de los artistas que más admiro. Me fue ganando desde las primeras canciones suyas que escuché, en 1995. Eran “When The Open Road Is Closing In”, de The Magnetic Fields, y “San Diego Zoo”, de The 6ths. Lo que más me gustó de ellas, la primera sensación que asoma al acercarse a las canciones de Stephin, es que son canciones muy bonitas. También me encantaron las melodías que se iban desplegando, a la vez extrañas y pegadizas. Los discos en los que están esas dos canciones todavía son mis favoritos.
Hacer una canción muy bonita no es fácil. Tiene que tener chispa, no ser evidente y, a la vez, reconocer en ella algo que no consigues recordar. Parece que la has escuchado antes en algún sitio, pero no consigues ubicarlo, tal vez te recuerden a otra canción, pero eres incapaz de avanzar qué va a suceder inmediatamente.
Eso es difícil. Lo que no tiene tanto mérito es hacer canciones bonitas, o que lo parezcan.
Stephin le dedica más tiempo a hacer la melodía de la voz y las letras, que según él le vienen a la cabeza a la vez. Le imagino modelándolas como plastilina, hasta que terminan de convencerle, en la mesa más apartada de un bar gay, mientras pasa el mismo tiempo que un oficinista dedicaría a su jornada.
Después de regresar a casa, a veces ha despertado al día siguiente con varias frases anotadas en uno de sus cuadernos, sin recordar de dónde han venido esas líneas. Si además consigue recordar la melodía, entonces se da por satisfecho.
En hacer la música tarda menos. Alguna vez ha definido su música como mezcla de “música chicle y experimental, y nada en medio”.
Eso fue el otro elemento que me gustó inmediatamente en las canciones de Stephin: que en ellas suenan capas y capas de sintetizadores, cajas de ritmos y todo tipo de instrumentos más convencionales o nada convencionales, como una pequeña orquesta de fantasía a la que espías mientras ensayan en un sótano.
En ocasiones, la base musicales es mínima, o ninguna, o dos dedos chasqueados, y nunca se resiente el resultado. Alguna de sus mejores canciones son la voz y poco más, alguien cantando al otro lado del teléfono una terrible canción rompecorazones. Y es que las canciones de Stephin tienen los mecanismos de las canciones rompecorazones, con todos sus estereotipos, pero a la vez se ríen de las canciones rompecorazones. Están fabricadas con los materiales de los que están hechas las canciones favoritas.
Fuera de lo estrictamente musical, Stephin también me ha parecido siempre muy interesante. Sus declaraciones, sus explicaciones, sus teorías, su supuesta antipatía. También Claudia Gonson, su amiga / manager / compañera de grupo, y todo un universo de amigos y colaboradores que le acompañan cantando, haciendo sonar instrumentos o hablando de sonidos de cafeteras y arte tiki.
Cuando da alguna entrevista, es habitual que se produzcan incómodos silencios, mientras sus engranajes internos elaboran respuestas sorprendentes, razonadas desde un mundo paralelo, pausas que pueden ser pequeñas versiones de su adorada canción de John Cage, «4’33’’«, en la que no suena nada, solo el sonido del ambiente en el que se escucha.
Entre todos los proyectos de Stephin hay gran cantidad de canciones que nos gustan mucho a Mano de Santo, pero la que decidimos adaptar era una Cara B muy poco conocida. Creo que fue por darla a conocer y porque, como no era de nuestras favoritas, teníamos más posibilidades de conseguir mejorarla en algo. Más tarde lo intentamos con alguna más, como “Come Back From San Francisco”, o “Let’s Pretend We’re Bunny Rabbits”, pero no conseguíamos avanzarlas.
También nos llamaba mucho la atención que tuviese varios proyectos a la vez, un poco como sucedió poco después con los grupos de Austrohúngaro, y nos hacían gracia sus ideas locamente lógicas, que nos inspiraron en varias ocasiones, como cuando decidimos hacer una canción con solo tres notas, y cantarla luego cada uno de nosotros dos. Rematamos las dos versiones con un golpe orquestal diferente, uno venía de “Take Ecstasy With Me”, cantada por Stephin, y otro de “Take Ecstasy With Me” en la versión de la primera cantante de The Magnetic Fields.
Si tuviera que señalar una única canción de Stephin Merritt como favorita, sería «Take Ecstasy With Me«.
RAFA (EL CHICO ALMENDRA). Cuando en el ‘indiesmo’ ibérico vives rodeado de indies-lloricas (hombres), pretenciosos y misóginos, que por cantar al amor entienden atacar a una chica que les mandó a la mierda hace un millón años, escuchar a un tipo borracho y feo que hace canciones más bonitas, más inteligentes y más ácidas, pues se agradece.
Entre otras cosas porque Stephin no canta como víctima, ni como verdugo, sino como un perdedor, pero un perdedor orgulloso de serlo, o resignado a serlo. No un hetero herido que cree que las mujeres y el público en general deberían tirar pétalos de rosa por donde pasa, porque es muy sensible, porque es un incomprendido, porque él, porque él, porque él… Porque ese él tiene una novia fantástica, pero quiere follarse a la que le coge los bajos del pantalón, porque mientras sea lo suficientemente moñas puede hablar del amor como posesión y que nadie lo considere ofensivo. Señores tiratrastos que se creen más listos que nadie y no pasan de estetas con ínfulas.
Pero Stephin sí es más listo que nadie, porque Stephin coge una caja de ritmos vieja, un sinte, un montón de vodka con naranja y un cuarto de pasti y te hace una canción preciosa sobre estar cachondo perdido. O sobre su chico, o sobre que nadie le hace caso, o sobre que te arranquen el corazón o sobre estar borracho en la esquina del bar echando de menos…
Vamos, que a mí los Magnetic Fields me salvaron de poder llegar a ser un gilipollas y me quitaron muchos prejuicios. En los 15-16 años que llevo escuchándoles he purgado mucho mis gustos, pero Stephin sigue ahí. Y es fan de los Jesus y de Abba. Amor eterno. [/nextpage]