Nos descubrió, cual adolescente con las hormonas desatadas, qué ocurre cuando uno se echa nueva pareja (“Good Weekend”). Nos explicó cómo funciona un éxito instantáneo en la pista de baile, ejerciendo de desaliñado emperador en una cutre función de romanos (“Direct Hit”). Y nos hizo pensar por enésima vez en esa promesa (siempre incumplida) que reza “nunca más beberé” tras un fin de semana de borrachera catastrófica (“Alcoholics Unanimous”). El personaje, el pseudo-gurú, el anti-héroe de la post-post-modernidad que clavó esos mensajes necesarios para nuestra existencia en nuestros reblandecidos cerebros no podía ser otro que Eddie Argos: ese HOMBRE (así, con mayúsculas) que valdría tanto para liderar (muy a su manera) rebeliones colectivas como las que estamos viviendo aquí estos días como para ir a buscar más hielo si se llegase a acabar en plena fiesta doméstica. Él es como es: carismático a la par que gamberro, combativo a la vez que ingenuo. Pero, ojo, su apariencia externa y su verborrea incontrolable no deben ocultar su tremenda inteligencia a la hora de hablar de la realidad jugando con las miles de piezas que forman el puzle de la cultura pop (sobre todo, anglosajona) masiva y underground: materiales sensibles como la música, el cómic, la literatura pulp, el cine raruno y la televisión se mezclan entre sí con naturalidad y dan sentido a sus afiladas historias corrientes.
Ese es el gran logro de Argos y su banda, Art Brut (su nombre lo dice todo): contar, como si les hubiese ocurrido ayer mismo, micro-relatos sobre sucesos que le pueden pasar (o que ya ha vivido en algún momento) a todo el ser humano que, sin ir más lejos, se introduce habitualmente en esta web. Si se repasa, además, su discografía, se observa que siguen una línea temporal invisible que une hechos relevantes y peculiares de la evolución reciente del propio Argos y, ahí lo interesante, también de todos aquellos que prestaron atención a esos álbumes con detenimiento: por este orden, “Bang Bang Rock & Roll” (Fierce Panda, 2005), “It’s A Bit Complicated” (Downtown, 2007) y “Art Brut vs. Satan” (Downtown, 2009) fueron dejando tras de sí idéntica huella que la que dejan las experiencias traumáticas del que se encuentra inmerso en la difícil y contradictoria etapa de transición hacia la madurez. La vida avanza irremediablemente y, antes de serlo, nos sentimos viejunos. Eddie Argos tampoco escapa a esa maldición, por eso nos fue preparando poco a poco para, llegado el día, rendirnos a la evidencia. Lo malo es que, en ese proceso, las grandes intenciones juveniles (montar una banda, destruir el rock ‘n’ roll, meterse con ídolos musicales convertidos en divos…) dieron paso a reflexiones más profundas e inquietantes: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿A dónde voy? ¿Por qué soy tan desgraciado?
Reflexiones como estas fueron las que, posiblemente, propiciaron el título del cuarto disco de Art Brut, “Brilliant! Tragic!” (Cooking Vinyl / PIAS Spain, 2011), paradójico a más no poder, aunque los ingleses siempre intentaron ver la vida desde su lado más tragicómico. De ahí que Argos se mantenga firme en su empeño por cantar (o más bien, recitar) a los perdedores del mundo, con sus pobladas cejas, su corbata desanudada y su sonrisa nada cinematográfica intactas. Sin embargo, el fondo de este LP rebaja algunos grados el punto de ebullición con el que hervían las primeras canciones que los colocaron en el mapa, en contrapunto con el nervio de su aspecto externo, igual de tenso que el art-punk-rock-pop de sus comienzos gracias a la labor en la producción de Black Francis (que repite tras su colaboración en “Art Brut vs. Satan”). El dúo de apertura refleja claramente esa actitud irónica y tensa con la que los londinenses atacan sus composiciones: “Clever Clever Jazz” expresa la melomanía obsesiva del gritón Argos y “Lost Weekend” recuerda que el ardor amoroso y sexual pueden conducir al desastre total (genial su frase-estribillo: “siento si te he avergonzado al decir algo tan estúpido como ‘te quiero’”). Las guitarras de alto voltaje, los bajos fieros y profundos, la batería aporreada como si no hubiera un mañana y, por supuesto, los alaridos de Argos copan el 50% de “Brilliant! Tragic!”, ya sean haciendo mención a los típicos colegios británicos de pijos (“Martin Kemp-Welch Five-a-Side Football Rules!”), recordando ídolos cuya vida y obra cabrían en varios libros (“Axel Rose” continúa la tradición de Art Brut de recuperar en sus trabajos a viejas glorias de la música, como antes habían hecho con Morrissey o The Replacements) o realizando referencias personales a través de sesiones de psicoanálisis poco sesudas (“I Am The Psychic”).
La otra mitad del disco discurre entre pequeñas bromas (“Sealand” incluye un homenaje a uno de los temas más brillantes de “It’s A Bit Complicated” -“People In Love”- y al lejano y horripilante hit de Emilia, “Big Big World”, en forma de tarareo), las conocidas parrafadas de Eddie Argos interpretadas a modo de letanías y reconvertidas en discursos sobre elementos odiosos de la sociedad como el irritante gracioso sin gracia que protagoniza “Bad Comedian” y evidencias de que el ahora residente en Berlín todavía no aprendió a cantar (“Ice Hockey” lo deja en gayumbos, literalmente), por mucho que hubiese dicho que gracias a Black Francis había corregido ese defecto. Le perdonaremos que aún no lo haya conseguido, porque nadie le debe quitar el mérito de que, siendo consciente de sus muchas limitaciones (él nunca las negó), “Brilliant! Tragic!” siga transmitiendo su particular manera de afrontar los avatares de la vida, sobre todo los que dejan a uno con cara de tonto. Si fuera posible, no habría ninguna duda: nuestros votos irían para Eddie Argos. Él sería el primero en agradecerlo y el planeta iría mucho mejor.