Su nuevo disco «Adieu Or Die» supone una ampliación del campo de batalla (sonoro) de Aries… Y una excusa maravillosa para entrevistarla.
La fábula musical que Isabel Fernández Reviriego ha creado bajo el signo de Aries se expande con parsimonia pero evoluciona imparable. Con sus dos primeros discos, “La Magia Bruta” (BCore, 2012) y “Mermelada Dorada” (La Castanya, 2014), consiguió que su particular cuento de hadas no sólo fuera identificable rápidamente dentro del panorama alternativo español, sino también que tuviera un intenso poder de atracción gracias a unas canciones que desprendían una fragancia cautivadora en cuanto se destapaban los relucientes frascos que las contenían. Estas muestras atemporales de pop psicodélico, dulce, emocional y espiritual permitían pensar que su continuación podía prolongar una fórmula sonora que Aries dominaba a la perfección pero con posibilidades de que profundizara todavía más en ella.
“Adieu Or Die” (La Castanya / K Records, 2016), su tercer álbum, abre esa vía que ha llevado a Aries a consolidar su imaginario estilístico, ampliar su ideario lírico (ambos perfectamente explicados en su autobiografía “Un Rayo Ultravioleta” -Ediciones Chlesea, 2015-) y extender su radio de acción no sólo a nivel artístico: su distribución ha cruzado el Atlántico para propagar sus vibraciones a través de Norteamérica mediante el emblemático sello de Calvin Johnson K Records, una relación que se fraguó en el momento en que “Calvin vino de gira por España y mi sello [La Castanya] le regaló los discos del catálogo para que lo conociese. Al volver a Olympia, empezó a pinchar Aries en su programa de radio, habló de “Mermelada Dorada” en su web y quiso llevarme allí a tocar. Así que, cuando acabé de grabar “Adieu Or Die” le mandamos el disco. No esperaba que quisiese sacarlo ni nada, y menos cantando en castellano. Pero dijo que lo quería publicar. Fue una alegría enorme para todos”, explica Isa.
Por una vez, el destino actuó en el instante y el lugar adecuados, hasta el punto de que sus incontrolables consecuencias la llevaron recientemente de mini-gira por Estados Unidos. “Ha sido fantástico. He vuelto llena de inspiración y fuerza. Me ha encantado tocar en sitios tan diferentes y hermosos, he recibido mucho cariño y nos lo hemos pasado increíble”, enfatiza al hablar de una experiencia que ha representado un hito en su trayectoria en solitario. No hay duda de que el alumbramiento de “Adieu Or Die” ha supuesto para ella un punto de inflexión.
Tanto dicha gira en suelo estadounidense como la relación con K Records reflejan tu gran salto hacia adelante como Aries. ¿Cómo vives este momento? ¿Te imaginabas alcanzar algo así cuando empezaste tu aventura en solitario? No, ¡no lo imaginé nunca! Jamás imaginé ver el sello de K Records en un LP mío. Es un sello heterogéneo que ha sacado grupos maravillosos y que siempre ha apoyado a las mujeres; para mí es un honor gigante. De todos modos, yo hago música porque, si no, me muero del asco y de la pena, y ahora estoy viviendo este momento tan dulce… Pero, cuando casi nadie me hacía caso, también componía música con todo mi corazón y mis ganas. Quiero decir que eso es lo único que importa: la música.
¿Cómo describirías “Adieu Or Die” dentro de la evolución de tu trayectoria? ¿Qué diferencias existen entre la Aries actual y la de los inicios? Con cada LP que hago, me siento con más herramientas. “Adieu Or Die” es fruto de mucho trabajo. Me ha costado un montón hacerlo, pero también he aprendido mucho y eso me flipa y me parece súper importante. La diferencia más grande es, quizá, que ahora creo mucho más en mí. Puedo ser muy dura y cabrona conmigo misma, y ahora he aprendido a ser más sabia, pancha y constructiva.
Las dos piezas de adelanto de “Adieu Or Die”, la nocturna “Nieve de Noche” y la policromática “Eclipse Total”, ya indicaban que el nuevo movimiento de Aries no iba a abandonar su acostumbrado libreto en el que las melodías -magnéticas y sinuosas- adquieren tanto protagonismo como los arreglos -siempre cuidados- que enriquecen un envoltorio sonoro fundamentado en las inflexiones de su sugestiva voz y en la experimentación con estructuras sintéticas, ritmos a veces imprevisibles y samples. Aunque, en esta ocasión, aprovechó la oportunidad para exprimir al máximo cada fase compositiva: “Me encerré para hacerlo, estuve abducida por el disco durante meses y meses. Quería que fuese más espiritual y profundo que los anteriores y que las melodías representasen mis ideas y sentimientos de la manera más visceral posible. ¡Me costó mogollón llegar ahí! La grabación fue muy larga. Por primera vez en mi vida, tuve tiempo para repetir canciones y grabarlas de varias maneras, de probar diferentes versiones de la misma canción… Grabar con mucho tiempo me encantó”.
Ese empeño se traduce en “Adieu Or Die” en una serie de canciones que, por su desarrollo y progresión -ahí están los vaporosos once minutos del corte que cierra y da título al disco-, difuminan la urgencia pop que se apreciaba en sus discos precedentes para acentuar su trama psicodélica conservando intacto todo su fulgor… Pero Aries refuta tal teoría: “¡Oh! ¡Yo lo veo al revés! Para mí este disco es mucho más pop; “Mermelada Dorada”, por ejemplo, lo veo más pajero [risas]. Este tiene nueve canciones súper-inmediatas cargadas de armonías. Yo lo veo así, pero me parece guay si tú lo ves de esa manera”. Esta afirmación da a entender que “Adieu Or Die” no es en absoluto un trabajo encorsetado al aceptar diferentes interpretaciones, todas aquellas que se hallen entre coordenadas mágicas y cósmicas. Su autora, sin embargo, esquiva las limitaciones de esos y otros adjetivos que alcanzan categoría de etiquetas: “Yo lo percibo muy directo, con ritmos contundentes y melodías espontáneas. He evitado el exceso de reverb (excepto en una canción) y los sonidos demasiado preciosos y espaciales. Pero, claro, de lo que yo intento comunicar a lo que luego percibe quien lo escucha hay un trecho”.
Del mismo modo, las posibles influencias que el oyente crea captar a medida que se sumerge en “Adieu Or Die” saltan por los aires. Partiendo de la base de que “Surf’s Up” de The Beach Boys funcionó como la chispa de inspiración de Aries (“Mientras hacía el disco, sólo me apetecía escucharla. Incluso le dediqué un fanzine llamado “El Rábano Radiante”, alcanza el ideal de pureza e inteligencia que yo más puedo admirar y más me puede conmover”), en temas como “La Fuerza del Sonido” se aprecian ecos de Delorean y, en “Memorias” y “En el Océano”, cierto poso de Animal Collective. Con todo, quien haya pensado -como un servidor- en esas guías maestras debe reorientar sus esquemas: “A Delorean los amo desde hace año,s y cuando les hice coros aprendí mucho de su manera de trabajar y desenvolverse por el mundo. Y a Animal Collective los amo también, por supuesto. Pero mis referencias más grandes fueron la pureza, la espiritualidad (escuela Beach Boys) y la música impresionista de Debussy o Ravel, que alcanzan esa especie de ingravidez elevada que me parece la hostia”, aclara Isa.
Esa manera de enfrentarse a sus influencias al acometer el proceso creativo facilita que su personalidad no se diluya ante sus efectos: “Trato de no sucumbir a inputs superficiales ni pensar en la gente que lo va a escuchar, en las reacciones que pueda provocar… Trato de ser lo más sincera posible y contar las cosas como las siento y las pienso”. Así, “Adieu Or Die” es, en esencia, un espejo del interior de Aries y, por extensión, de Isa Fernández Reviriego, que se traslada sin interferencias a su destinatario. Este, después, debe absorber, asimilar y regurgitar todas las impresiones recibidas hasta extraer un significado que se adapte a su relato individual.
¿Qué sensaciones te gustaría que transmitiera el disco al oyente? A veces, por la repetición de determinadas frases y ciertos elementos sonoros, parece que lo quieres hechizar… La repetición la asocio a lo ritual, a la espiritualidad, el trance y la danza, a rezar y a cantar en grupo. Sí que os quiero hechizar un poco [risas]. Quiero transmitir sensaciones puras y constructivas; el arte que me gusta es el que inspira y da ganas de hacer cosas… ¡Eso es lo que intento siempre!
Has definido el álbum “como un viaje interior en el que una persona se desintegra, mientras el mundo se desintegra a su alrededor”. ¿Es quizá este tu trabajo más pesimista en cuanto al fondo, aunque la forma se mantenga luminosa? El disco gira en torno a la idea de la misantropía y el desasosiego, aunque también de no sucumbir finalmente y agarrarnos a las cosas que amamos: ‘do or die’, hacer lo que amas a muerte, con sacrificio y tesón. En realidad, es más triste que pesimista; nunca había sido tan explícita cantando cosas como ‘siento tanta soledad’. Pero el mensaje que prevalece es optimista. No quiero echar más caca a este mundo.
Aun así, ¿esas letras relativamente apesadumbradas no romperían de algún modo con la idea que esbozabas en tu libro “Un Rayo Ultravioleta” de que la tristeza no debería ser el principal alimento compositivo del pop? La tristeza no debería ser el único alimento compositivo, ambas pueden serlo: la alegría y la tristeza. En el libro me refiero a que se toma mucho más en serio la música solemne, rabiosa u oscura que a la música luminosa. Parece que sólo eres artista de verdad si estás torturado bebiendo copas de vino mientras sientes dolor. ¡Y me parece fantástico, me gusta mucha música oscura y triste! El problema es que artistas llenos de luz, emoción y alegría no son valorados igual. Odio el cliché del artista demacrado que quizá tenga su origen en los filósofos que identificaban al alegre con el ignorante. Adoro artistas como Jonathan Richman, Henri Rousseau, Maruja Mallo o Mozart: pura luz y creatividad hermosa y alegre. Gente con la que me explotan la mente y el corazón.