¿Suena muy raro afirmar que «Arde Madrid» es el equivalente televisivo de «El Mal Querer» de Rosalía? Tranquilo, que aquí te explicamos el por qué…
Yo ya sé que últimamente estoy todo el rato repitiendo la misma cantinela y que no podría ser más pesado… Pero, bueno, voy a confiar en que quien esté leyendo este texto más que probablemente no haya leído ninguna de mis peroratas sobre «El Mal Querer» de Rosalía. Y, sobre todo, voy a intentar sintetizar algo que ya expliqué con mayor profundidad en mi reseña (más emocional que crítica) del álbum en cuestión. Digamos que, en los últimos tiempos, me he puesto particularmente chapas explicando una y otra vez que, si algo hay que agradecerle a Rosalía, es que haya conseguido dar forma a un estilo musical que no solo es completamente original, sino que sobre todo por fin es nuestro.
Venimos de muchas décadas en las que el discurso cultural español ha ido muriendo poco a poco de anemia pura y dura por falta de amor propio. Parecía que estaba mal visto usar los códigos de nuestra propia tradición porque daba vergüencita reconocerse en ellas. Nadie quería ser el españolito de pie ni el protagonista de «Vente a Alemania, Pepe«, sino que todos queríamos ser cantantes de folk de las Catskill Mountains, divas del pop internacionales, club kids de Berlín o lo que fuera que estaba de moda en ese momento. Alguien que estuviera a la moda en España era alguien que podía pasar por un hipster worldwide, pero nunca alguien que pareciera salido del pueblo de tu abuela.
Y eso es lo que ha cambiado con Rosalía. De repente, lo «guay» es que se vean tus raíces. El flamenco urbano tiene mucho de urbano, claro, con esos estilismos chandaleros y esos coches tuneados y los camiones y las uñas de gel de mala mujer, pero la espina dorsal de la propuesta es el flamenco. Y eso significa que tenemos a todo un conjunto de chavales y chavalas que se están interesando por las referencias que maneja Rosalía, y esas referencias van desde Manolo Caracol a Camarón. Y esas referencias implican que hablar con acento andaluz ya no es motivo de complejo, sino más bien lo contrario: acentúar ese acento es sacar pecho y sentirte orgulloso de tus raíces. Y eso solo puede ser bueno.
En «Arde Madrid» hay muchas escenas de fiestas en el año 1961 en las que todo acaba despendolándose a la manera puramente flamenca, con los palmeros y las cajas y el cante jondo y el sentimiento a flor de piel y la bola de energía y los bailes a rebosar de duende. Esto está justificado en que parte de la trama de la serie de Paco León y Anna R. Costa está protagonizada por un clan gitano (en el que destaca la que probablemente es la mejor actuación de todo el conjunto: la de Miren Ibarguren)… Pero, sobre todo, está justificado porque la serie parte de la estancia de Ava Gardner en Madrid en ese mismo año y de su amor profundo hacia el talante festivo español.
Tiene gracia que después ese mismo talante nos haya avergonzado, que hayamos querido salir de fiesta como si estuviéramos en Studio 54 o en la Love Parade o en Berghain y que nos pusiéramos rojos como tomates en cuanto cualquier guiri viniera aquí esperando que le tocáramos las palmas en cuanto nos tomáramos dos copas. Y eso es lo que tan bien practican León y Costa en «Arde Madrid«: la reivindicación de aquel pasado, de nuestro pasado, no pasado por la idealización falsamente entrañable de coñazos como «Cuéntame» o por el filtro del coolism absurdo que sería la trampa inevitable para cualquier otro director de todos esos que han intentado triunfar imitando a los de fuera, sino expuesto a corazón abierto y con una mirada repleta de cariño.
Porque, al fin y al cabo, el cariño es precisamente la emoción que recorre «Arde Madrid» de cabo a rabo, sobre todo hacia unos personajes en los que podemos vernos representados a nosotros mismos aunque no estuviéramos vivos en 1961. Porque, si no eres tú, es tu madre, tu abuelo, tu tío hermano. Seguro que te han llegado mil historias como las que estructuran la trama de la serie… Y, ahora, por fin, ya estamos preparados para ver este tipo de ficciones con la mirada limpia. De reírnos, emocionarnos y llorar un poquito también (de empatía pura y dura) con la historia de los verdaderos protagonistas de «Arde Madrid«: porque Ava Gardner es la excusa, una excusa magnéticamente interpretada por Debi Mazar, pero los que se hacen con la función son los personajes de Ana Mari y Manolo, sublimes Inma Cuesta y Paco León en los papeles de una ama de llaves y un mayordomo infiltrados en la casa de la actriz para espiarla y comunicar irregularidades al gobierno de Franco.
La relación entre ambos, primero de conveniencia hasta que el cariño (otra vez el cariño) y también un poco la lujuria van abriéndose paso entre ellos, es el verdadero motor de «Arde Madrid«. El corazón alrededor del que orbitan otras historias maravillosas como las de Pilar (¿es Ana Castillo la actriz 360 absoluta, como diría Paquita Salas?), una cría embarazada que es la brecha por la que empieza a filtrarse el futuro en España, o la de Floren, un excepcional Julián Villagrán que interpreta al hermano esquizofrénico de Ana Mari. También pululan por la trama algunas presencias que no están nunca de cuerpo presente y que añaden fascinación al argumento, como pueden ser Frank Sinatra o Papa Hemingway.
Pero es que a la serie de Paco León y Anna R. Costa no les hacen falta los nombres extranjeros (ni sus presencias) para que la trama de «Arde Madrid» se sostenga por sí sola. Con el robo de un collar como macguffin, lo importante aquí es el retrato de una sociedad española, la de los años 60, que hasta ahora o era silenciada o era condenada a la broma para reírse de ella. «Arde Madrid«, sin embargo, consigue ser una verdadera celebración de la identidad de aquella época, con sus claroscuros morales, con su afición al aparentar y con su capacidad para que ni la mano de hierro de Franco pudiera quebrar el espinazo de las ganas de fiesta y jolgorio del español medio.
Dice Paco León que «Arde Madrid» no es una serie, sino que es una temática que incluso va a ser el epicentro de futuras fiestas que organizará de forma periódica en la capital. Fiestas que, como hace la serie, espero que consigan celebrar aquello que fascinaba a guiris como Ava Gardner pero sin caer en su paternalismo. Ese es el mayor logro de una serie que hace que estemos tan orgulloso de nuestras raíces que, ¿sabéis lo que os digo?, mi sueño más lúbrico ahora mismo es que en mi próxima fiesta aparezca alguien con una cabra y se arranquen a cantar flamenco. [Más información en la web de «Arde Madrid» en Movistar+]