Hace seis años, los australianos Architecture In Helsinki abandonaban el anonimato gracias al que es considerado su mejor trabajo: “In Case We Die” (Bar / None, 2005), una elaborada amalgama de todas las formas que puede adoptar el pop que reflejaba, por un lado, la retorcida creatividad que se desprendía del propio nombre de la banda y, por otro, la habilidad y variedad instrumental (vientos por doquier, ritmos dislocados, sonidos orientales, flirteos con el tropicalismo) de sus, en aquel momento, ochos miembros (Cameron Bird, James Cecil, Gus Franklin, Isobel Knowles, Jamie Mildren, Sam Perry, Tara Shackell y Kellie Sutherland). Sin embargo, y a pesar de la buena acogida recibida por parte de la crítica, en el seno del colectivo de Melbourne se estaba cociendo un plan para dar un giro de 180° a su timón estilístico y dejar la superación de los límites del pop tradicional para otras mentes más arriesgadas. El objetivo de dicha estrategia era homogeneizar su propuesta y hacerla más accesible al público global, lo que provocó que Knowles, Shackell y Cecil se bajasen del barco. El resultado fue un quiero y no puedo que se quedó a medias en terreno de nadie llamado “Places Like This” (Polyvinyl, 2007), un disco que falló estrepitosamente en sus intenciones y que, revisado en perspectiva, causa cierta vergüenza ajena (perdonen por la expresión).
Tras alcanzar el punto más bajo de su trayectoria, daba la sensación de que Architecture In Helsinki se quedarían arrinconados en el desguace de la música alternativa o, en el mejor de los casos, se centrarían en su tarea como remezcladores de artistas de postín (Shout Out Louds, El Guincho o Cut/Copy, entre otros). Debido a ello, muchos ya se habían olvidado de los australianos las últimas tres temporadas, con lo que cuando saltó la noticia de la salida de “Moment Bends” (V2 / Music as Usual, 2011) no se armó demasiado revuelo, aunque sí que surgió la pequeña duda sobre la dirección sonora que tomaría el grupo y su capacidad de recuperación tras el fiasco de “Places Like This”. La respuesta a esa incógnita se resume en que, lejos de retornar a sus esperanzadores comienzos, perpetraron una nueva y baldía intentona de fabricar música para las masas.
Al menos, esta vez la fórmula no se muestra tan dispersa como en su anterior álbum, ya que se centra en una suerte de electro-pop libre de artificios, aséptico y robótico que una veces engancha por sus melodías vocales (tan características de la formación) y otras por las volutas de celofán que dibujan los teclados y sintetizadores. Precisamente, estos dos instrumentos son la base fundamental de “Moment Bends”, al que aportan un aroma ochentero que, lamentablemente, a medida que avanzan los cortes, llega a empachar. Con todo, se salvan algunas canciones que se diluyen como enormes pastillas de bicarbonato que alivian esta pesada digestión y provocan cosquillas festivas (a la vez que hormigueo desconcertante) en el estómago: “Escapee” quiere sonar tan juguetona que roza la ingenuidad infantil, aunque se pega irremediablemente al cerebelo; “YR Go To” viaja en el tiempo para hacernos creer (en vano) que cada uno de los componentes de Architecture In Helsinki tenía un poster de The Human League colgado de la pared de su habitación en la adolescencia; y “Denial Style” funciona como si Roxette le hubiesen pedido a La Roux que les entregase una tonada que los trasladase de un salto al siglo XXI. Paralelamente, se produce la curiosa situación de la imitación por cercanía: dado el origen del combo, el mejor referente que tenían más a mano para culminar con éxito su empeño titánico de llegar a una audiencia más amplia no podía ser otro que Cut/Copy (que asomasen su cabecita de refilón más arriba no fue casual). Así, “Contact High”, “I Know Deep Down” y “Everything’s Blue» se sirven de los mismos trucos que utilizan Dan Whitford y los suyos (arreglos espaciales, sonidos ingrávidos y melancolía cósmica), pero no pasan de ser meros sucedáneos de pop sintético que poblarían mercadillos de electrónica de segunda mano del mismo modo que “W.O.W.” y “Sleep Talk” podrían encabezar un recopilatorio de música para escuchar en horizontal o, directamente, de chill-out de última generación.
Este bagaje regular tirando a flojo es producto de las grandes diferencias existentes entre los Architecture In Helsinki de hoy en día y los de seis años atrás. Un cambio tan radical en relativamente tan poco tiempo no es fácil de asimilar, sobre todo si los pasos dados no son los más adecuados. Si su mayor ambición es igualar en el futuro a sus vecinos cutcópicos de Melbourne, difícil lo tienen (por no decir imposible); si, por el contrario, se conforman con seguir la estela de otros compatriotas de menor relumbrón, caso de Bag Raiders o Midnight Juggernauts, mal camino llevan. Compleja tesitura se les presenta ante sí.