Hemos dejado pasar un tiempo prudencial antes de realizar esta pregunta: ¿por qué ha sido un fracaso el «Everything Now» de Arcade Fire.
Tres meses después de la salida de “Everything Now” (Columbia, 2017), el último disco de Arcade Fire, es probable que muchos de los que están leyendo estas líneas ya ni se acuerden de él. O, en el mejor de los casos, de algunos de sus singles. En cambio, es más factible que todavía no se hayan olvidado de la marea mediática que se generó a su alrededor. Si es así, eso significa que la estrategia de los canadienses ha funcionado, pero sólo en parte: se han impuesto los fuegos artificiales exteriores sobre su contenido sonoro interior. ¿Y no se supone que lo más importante de un álbum es la música que guarda dentro, aquello creado para perdurar en el tiempo y en la memoria?
A estas alturas, no tiene ningún sentido negar que Arcade Fire son uno de los grupos más significativos del nuevo milenio por su esencia musical y su espíritu discursivo. Con cada trabajo publicado desde “Funeral” (Merge, 2004), no sólo han marcado el paso de la escena pop-rock alternativa global, sino que también han capturado el zeitgeist de cada momento: en su primera época discográfica, hablando desde las emociones íntimas y personales para crear una visión musical universal que conectara con toda clase de receptores; a partir de “Reflektor” (Merge, 2013), partiendo de pensamientos universales para alcanzar el ámbito privado del oyente. En pleno desarrollo de esta segunda etapa, “Everything Now” vendría a ser el punto culminante de la nueva dinámica de Arcade Fire.
La tesis de partida del quinto LP de los canadienses se basa en que la actual sociedad de consumo (tanto real como virtual) y la vida digital están erosionando la condición humana y modificando el equilibrio interior de los individuos (especialmente los pertenecientes al arco que va desde la generación X hasta los millennials). Este argumento de aspecto grandilocuente funciona como la vía a la que recurren Arcade Fire para criticar la forma en que las redes sociales y, en general, los mass media penetran en las personas hasta devorarlas. Así de amplias son las dimensiones de los esquemas conceptuales de “Everything Now”, que se resumen en el título del disco («todo ahora»: cualquier cosa al alcance de la mano y a golpe de click obtenida de manera instantánea) y en uno de su temas representativos, el repetitivo y bifurcado “Infinite Content”, que alude al contenido infinito que recibimos, sobre todo, a través de Internet mediante múltiples estímulos y al que tenemos acceso casi sin cortapisas.
Ahora bien, la conexión establecida por Arcade Fire para canalizar ese mensaje hacia el cerebro de su target potencial falla. Básicamente, porque las canciones, sus principales medios de expresión, no consiguen que la aleación entre texto (más subtexto) y música sea sólida. Y eso que los primeros pasos que dieron hacia “Everything Now” parecían indicar la dirección correcta, con el grupo ofreciendo profusión de adelantos del álbum en un reflejo de ese ‘todo (o prácticamente todo) ahora’: 1) “Everything Now”, piedra angular del disco que generó controversia por su sonido ABBA, la flauta sampleada de “The Coffee Cola Song” de Francis Bebey y el hipotético plagio a “La Gran Ciudad” de Templeton y de la que salían frases clave como “every inch of space in your head is filled up with the things that you read” y “’til every room in my house is filled with shit I couldn’t live without”; 2) La electropopera “Creature Comfort”; 3) la disco-funk-pop setentera “Signs Of Life”; 4) “Electric Blue”, recubierta de synthpop ochentoso.
Esta ristra de singles, al mismo tiempo, mostraba el resultado de las diferentes mentes que habían intervenido en la producción del álbum (además de los propios Arcade Fire), entre las que se encontraban Thomas Bangalter, Geoff Barrow y Steve Mackey. Por tanto, todo apuntaba a que “Everything Now” tenía todas las posibilidades de ser una obra poliédrica y enfocada desde diversos e interesantes ángulos, algunos de ellos poco relacionados con el acostumbrado estilo de los canadienses. Sin embargo, como sucede cuando se deglute contenido infinito, una vez satisfecho el deseo inicial, el más instintivo, ¿qué queda después? Teniendo en cuenta la política aplicada por Arcade Fire, el resto de su nuevo trabajo, aún por desvelar, corría el peligro de perderse en la intranscendencia.
En principio, “Everything Now” se postulaba como la plasmación de que Arcade Fire podían materializar con relativo éxito -pese a las opiniones encontradas- su intención de no quedarse anclados en el pop-rock de estadio más convencional, independientemente de su creciente alcance masivo. En este sentido, los canadienses extendían la línea dibujada en el anterior “Reflektor”, en el que James Murphy los llevó acertadamente por los senderos del p-funk de la academia DFA. Pero, en esta ocasión, el suflé se desinfla a medida que se explora su infinite content (el tracklist se abre y se cierra de modo que se pueda reproducir en bucle), salpicado de extravagancias reggae (la dupla “Peter Pan” y “Chemistry”), new wave blandito (“Put Your Money On Me”) y épica sentimental que en “We Don’t Deserve Love” no transmite el impacto de antaño. Para rematar la faena, el corte que muestra a los Arcade Fire más reconocibles, el mentado “Infinite Content”, se divide en dos segmentos (uno eléctricamente agitado; el otro, acústicamente reposado) insuficientes.
Así pues, la táctica de Arcade Fire consistió en poner todas las cartas ganadoras de “Everything Now” sobre la mesa antes de su salida como parte de una salvaje campaña publicitaria que superó a la realizada a propósito de “Reflektor”. Los canadienses desplegaron todo su arsenal: concierto sorpresa en el pasado festival Primavera Sound, creación de la falsa compañía Everything Now Co., invasión de redes sociales, venta de todo tipo de merchandising, emisión de fake news y falsos anuncios o auto-troleo (vía reseña implacable de “Everything Now” o el vídeo pop-up de “Creature Comfort”). Todo ello diseñado para desentrañar según códigos irónicos los defectos y debilidades del infinite content en un intento de abrir en canal, desde dentro, un sistema del que, en realidad, Arcade Fire se aprovechan en su proceso de expansión.
Esta contradicción se hizo más evidente cuando ese gran aparataje mercadotécnico acabó engullendo el propio disco y su música. Pero ese plan era necesario, en última instancia, para atraer a toda aquella audiencia (reciente y coyuntural) que no perteneciera a sus seguidores habituales, de entre los cuales asomaba una buena cantidad de decepcionados desde la misma publicación del single “Everything Now”. Por extensión, y con el objetivo de convencer a esos incrédulo y desengañados, toda esa parafernalia debería servir también para conducirlos a sus conciertos (¿cómo si no los iban a llenar?), etapa final del infinite content (idéntico nombre de su actual gira) llevada a la práctica a lo grande mediante un escenario 360º en forma de cuadrilátero en el que se realiza un espectáculo audiovisual integral.
Volviendo al meollo de la cuestión, “Everything Now”, como estricto objeto discográfico, pudo haber sido el álbum con el que Arcade Fire demostraran que es posible dar el salto definitivo al mainstream sin renunciar a su narrativa particular ni desvirtuar sus señas de identidad sonoras más significativas aun aceptando su ánimo experimentador e incluso provocador. Pero no lo es, sino más bien un producto en el que los canadienses han introducido una colección de canciones irregular e inconsistente que no arreglarían ni volviendo a grabar en una iglesia como en la época de “Neon Bible” (Merge, 2007) para recuperar aquel rock que incendiaba corazones. Al final, las expectativas generadas por los primeros sencillos que anticipaban el LP se reducen a prácticamente un tercio de su tracklist. Es decir, que representa un bagaje escaso.
Luego, como arma discursiva, “Everything Now” patina al lanzar una crítica acomodaticia que rehúye las figuras poéticas y aboga por un realismo directo (rechazado por las radios de Canadá, que han censurado la emisión de “Creature Comfort” por incluir palabras como ‘pastillas’ y ‘suicidio’) que muestra a los Arcade Fire más prosaicos y tendentes a otorgar mayor peso a la parte argumental de sus composiciones que a la sonora. Pese a ese esfuerzo, resulta inevitable observar su pose como artificial y poco creíble.
Si el objetivo de Arcade Fire era acercarse al pedestal donde están colocados U2, se encuentran sólo a unos pasos de alcanzarlo e intentar subirse a él… si Coldplay se lo permiten. [Más información en la web de Arcade Fire]