¿Existe la corrección política musical? Pues, si existe tal cosa, tened muy por seguro que Anímic se la han pasado por el forro con su nuevo disco «Skin».
Tengo 37 años. Y, si después de tanto tiempo sigo siendo un apasionado de la música, no es precisamente porque permita que me bailen el agua. Supongo que la época del fanfatalismo absoluto es la veintena: allá lo único que quieres es que tus artistas y bandas favoritos te entreguen una y otra vez una nueva ración de la misma receta cocinada, como máximo, con un toque de especias diferentes. Ahora, sin embargo, acercándome casi a los 40, mis ídolos no lo son porque me den lo que quiero, sino precisamente porque saben desafiarme y sacarme de mi zona de confort.
Voy a poner un ejemplo muy prosaico: por mucho que «Our Endless Numbered Days» (Sub Pop, 2004) sea uno de los álbumes más importantes en mi vida, agradecí de forma entregada que Sam Beam decidiera que Iron & Wine iba a dejar de ser un proyecto íntimo y esquelético y se lanzara al formato big band y a las canciones hiper-instrumentalizadas. Muchos (la gran mayoría) no se lo perdonaron. A mi, sin embargo, me resultó y me sigue resultando de lo más estimulante meterme en sus nuevos trabajos sin buscar lo que me gusta de él, sino esperando que me sorprenda como me sorprendió la primera vez.
Al fin y al cabo, tus amigos dicen mucho sobre cómo eres, y en este mundo hay dos tipos de personas: los que buscan amigos que alimenten las llamas de una hoguera controlada con el mismo tipo de madera, sin buscar nueva leña ni permitir que el fuego se extienda… Y los amigos que te cogen de la manita y te llevan hacia el bosque para provocar un incendio cuanto más grande mejor. Algo que no puedas controlar pero que revele mucho tanto de la verdadera naturaleza del bosque como de la de tu amigo y, sobre todo, de la tuya.
Y si digo todo esto aquí y ahora es porque creo que para ponerse a hablar del nuevo disco de Anímic, «Skin» (BCore, 2017), hace falta preparar el terreno. Eso sí, la metáfora del párrafo superior viene que ni pintada para este caso concreto… Recordemos que esta banda se hizo un nombre en la escena patria precisamente a base de explorar bosques bucólicos cuyo hilo musical era un folk amable y optimista, de ese que parece destinado a darle fuerza y calor al corazón y al alma (de ese que, por otra parte, ya no parece ni remotamente posible en pleno año 2017, después de todo lo que hemos vivido en la última década).
El bosque, de esta forma, siempre ha estado bastante ligado al imaginario de Anímic. Considerando este marco escénico, hay que reconocer que lo que hace «Skin» es precisamente tomarte de la mano y acompañarte a ese bosque que creías conocido, acogedor y hogareño para, cuando menos te lo esperas, prenderle fuego, para verlo arder, para escuchar el crepitar de la madera pulverizada por el fuego, para dejarse hipnotizar por las llamas bailando contra la negrura de la noche.
Si las imágenes poéticas te ponen nervioso, te lo voy a decir de forma más directa: Anímic se han pasado a la música electrónica. O, por lo menos, eso es lo que más vas a escuchar en las próximas semanas cuando la gente hable de «Skin» y cuando los medios se lancen a desentrañar sus entresijos. Puede que esta sea una verdad ramplona y engañosamente sencilla… Pero es una verdad, al fin y al cabo. Una verdad que no se puede eludir a la hora de dejarse embrujar por este disco. Y una verdad que, por otro lado, tiene una explicación de lo más natural.
No digo ninguna barbaridad si afirmo que Anímic siempre ha sido una especie de hidra mutante con dos cabezas pensantes: la de Louise Samson y la de Ferran Palau. Ocurrió, sin embargo, que Ferran se embarcó en una carrera en solitario y que, por lo tanto, «Skin» bien podría entenderse como el emocionante momento en el que Louise toma las riendas del proyecto. Más o menos. Según me explicaron ellos mismos, el disco nace más bien de varias ideas que ya estaban sobre la mesa de trabajo de «Santa Ferida» (Halley Records, 2015) de Palau pero que, finalmente, nunca se desarrollaron. Fue cuando empezaron a enfocar el nuevo trabajo de Anímic que, ya con voz de Louise, no solo tomaron entidad propia, sino que desarrollaron un potencial de esos que asusta.
Y no estoy siendo maximalista al hablar en términos tan rotundos como lo de «asustar». Porque, sinceramente, «Skin» es un disco que asusta. Aunque eso no debería pillarnos por sorpresa: en sus dos últimos discos, «Hannah» (Les Petites Coses / Error! Lo Fi / BCore, 2011) y «Hannibal» (BCore, 2013), la banda ya se había ido internando más y más en la parte oscura y noctámbula del bosque, allá donde el verde da paso al negro. «Hannibal» incluso se cerraba con un tema, «Shoot’em All«, que hacía pensar que un posible futuro de Anímic pasaba por las guitarras atronadoras. Lo que estaba claro era que, después de algo así, en este bosque ya no volvería a entrar la luz del sol.
Lo que nadie esperaba era, sin embargo, que decidieran prender fuego al bosque y que, además, lo hicieran sin antorchas, sino usando la última tecnología. La nueva versión de Anímic pasa por lo eléctrico y por lo electrónico… Y, sin embargo, sigue siendo cien por cien Anímic. Cuando un grupo es identificable como espejo de un género, mal vamos. Lo interesante viene cuando se trascienden los géneros musicales y lo que ves en el espejo es el alma misma de la banda. Eso es lo que hace tiempo que ha ocurrido con Anímic, así que no es de extrañar que «Skin» sea un disco plenamente identificable como suyo porque el alma está ahí, el imaginario está ahí, el abanico emocional está ahí.
Habrá quien incluso pueda entretenerse a la hora de buscar pistas que le lleven hacia el eslabón perdido, hacia esas canciones de discos anteriores en las que ya se intuía este giro de la banda. Yo, por mi parte, prefiero tomarme esto como un verdadero borrón y cuenta nueva. Estoy enganchado a «Skin» no porque en él reconozca a los Anímic que me gustan, no porque sea una nueva ración de una receta conocida, sino porque, sabedores de que lo que me propusieron en su momento me alucinó, ahora me están haciendo la propuesta de ir hacia otro lugar que también me gustará. Aunque sea un lugar peligroso y amenazante. ¿Cómo no aceptar esa propuesta?
La corrección política es ese gran mal del mundo moderno que nos lleva a comportarnos de forma diferente a como somos para así no alterar el orden moral de la sociedad en la que vivimos. No hacer lo que queremos, sino lo que no cabreará a los demás. Situar el inicio de nuestra libertad no allá donde acaba la del prójimo, sino más bien dejar que la del prójimo nos gane un poquito de terreno… Si existiera algo así como la corrección política musical, sería esa voluntad de ciertas bandas y artistas de agradar continuamente, de no levantar demasiado la voz, de no salirse nunca del cajoncito bien limitado en la que se les ha metido.
Y si existe algo así como la corrección política musical, hay que reconocer que Anímic se la acaban de pasar por el forro con «Skin«. Esto no es probablemente lo que esperaban los fans de la banda… sino que es mucho mejor. Porque si este álbum es la prueba viviente de que Anímic no se encasilla y más bien explora qué tipo de banda es y quiere ser, también es la prueba de que va a forzar que los que lo escuchen se pregunten: ¿qué tipo de fan soy? ¿Soy de los que quieren que me den lo mismo una y otra vez? ¿O soy de los que quieren dejarse sorprender? Si eres de los segundos, dame la mano, porque por delante tenemos un bosque que quemar. [Más información en la web de Anímic]