[Play] Nervios a flor de piel durante las horas previas a la apertura de la sala que daría el pistoletazo de salida al Americana Film Festival, que se celebró en Barcelona del 13 al 16 de febrero. Como voluntaria, ultimaba los detalles cuando los periodistas acreditados, algunos con aire de tener mucha prisa, comenzaron a requerir su pase y sus entradas. La fila enseguida creció (como lo harían, al día siguiente, los protagonistas del único documental proyectado, «American Promise«) y la sala se llenó sólo a medias para la primera cita: «Audrey The Trainwreck«. Comenzó con ella el maratón de cuatro filmes de la tarde y, además, se inauguraba una temática recurrente en las cintas que dibujan la silueta de esta primera edición del festival: el existencialismo, sumado (en algunas ocasiones) a las características del mumblecore (poco dinero, mucha improvisación, sonido sucio…).
Frank Ross, el director de la película, muestra un pequeño período de la vida de Ron Hogan y su grupo de amigos de una forma técnicamente pobre, donde la cámara tiene más vida que los propios personajes, anclados en la monotonía de su zona de confort. Aún así, su visionado remite directamente a «Shadows» (Cassavetes, 1959), esta sí, una de las grandes cintas del cine independiente americano. Un nexo que constituye probablemente el único factor para simpatizar con la cinta de Ross al que podemos sumar un par de escenas donde se encara de frente los problemas de una generación conformista representada por Hogan, cuya vida es una “producción en cadena”: monótona y sin sentido alguno.
[Rebobinado hacia adelante] Entre acreditaciones y votaciones del público me pasé la hora y media que duró «The Motel Life«, la ópera prima de Alan y Gabe Polsky, con la que el público comenzó a animarse en los Cines Girona. Tanto fue así que, para el comienzo de «The Retrieval«, apenas se veían butacas vacías. [Play] La tercera película de la tarde, al igual que sus dos protagonistas, buscaba algo que definitivamente no encontró. A medio camino entre el western y la road movie, el film enmarcado en la Guerra de Secesión muestra la torturada existencia de dos personajes que parten en busca y captura de un fugitivo a cambio de dinero. Las acciones exentas de ética con las que tío y sobrino se ganan la vida comienzan a ser un problema para el joven Will quien, además, conecta casi inmediatamente con el fugitivo. Si bien en muchas ocasiones podemos entrever al «Django Desencadenado» de Tarantino, «The Retrieval» es una apuesta totalmente diferente, donde la acción de la guerra y la violencia queda descartada para centrarse en un trayecto cuyo recorrido avanzará, también, en la vida y sentimientos de estos dos personajes (el tío queda excluido, pues su existencia es un puente para encontrar la verdadera historia). Como director, Chris Eska ha realizado un trabajo reseñable, y más si tenemos en cuenta los escasos medios con los que se rodó. Su labor como guionista, sin embargo, se presenta más dudosa, con una historia poco creíble y unos personajes que piden a gritos mayor profundidad y trascendencia. Al fin y al cabo, la película se centra en ellos, por lo que un mayor desarrollo de su mundo interior no hubiese estado de más. Finalmente resultaron planos, poco creíbles en sus acciones, y predecibles en sus reacciones.
[Rebobinado hacia adelante] Tras muchas palomitas, Heinekens, Drinking Buddies y “¡Hola! Aquí tienes, para votar la película”, el comienzo de la segunda jornada se presentó agridulce, con la proyección especial de «Jack Goes Boating«. [Play] El homenaje a Philip Seymour Hoffman para nada desentonó con el resto de films, sino que hasta ese momento se presentó como la más destacable (a pesar de estar fuera de concurso) y su temática encajó a la perfección con las competidoras (experiencias vitales, pequeñas historias fácilmente extrapolables). Con unas actuaciones realmente sinceras, la película muestra la lucha de Jack por afianzar su embrionaria relación con una chica que, como él, resulta extraña en su entorno y no termina de encajar allá donde va. Los constantes gags chocan de forma intensa con las situaciones tensas y con la ironía de que, a medida que Jack consolida su relación, sus dos mejores amigos se distancian al ver que sus esfuerzos por mantener una relación muerta no tienen sentido.
Tampoco lo tiene el único documental participante, «American Promise«, o al menos para esta voluntaria. Una cinta que se presenta como una mirada íntima a la historia de dos familias negras que deciden matricular a sus dos hijos en una escuela donde la mayoría de los chicos son blancos. Un conjunto de contradicciones y supuestas conspiraciones que casi parecen parte de una ficción. La labor de los padres, que son además los directores, resulta más que reprochable, no sólo a nivel de dirección, sino también de educación, pues finalmente el documental no sólo refleja cómo la diferencia entre un colegio u otro es inocua, sino cómo la mentalidad de alerta constante (incluso podríamos hablar de paranoia) de los progenitores termina por contagiarse a sus hijos, que a muy corta edad comienzan a tomar conciencia de lo que sus padres pretenden demostrar. Creo que, más que reflejar los errores de la educación pública, o incluso de la privada, el documental termina por evidenciar problemas educativos de tipo doméstico. Finalmente, se convierte en un drama donde todo el esfuerzo no da los resultados esperados y nos conformamos con una palmadita en la espalda y un “esta universidad no está tan mal”. [Rebobinado hacia adelante]
[Play] ¡Qué grata sorpresa nos dio «The Kings of Summer«! Tan fantasiosa como «Moonrise Kingdom» (Wes Anderson, 2012), muchas de sus localizaciones son similares, al igual que las escenas de procesiones musicales de sus protagonistas. Incluso juraría que hasta el título parece advertirlo. Jordan Vogt-Roberts dirige esta película en la que tres adolescentes hartos de convivir con sus padres deciden emprender la aventura de construir su propia casa en medio del bosque, donde nadie pueda encontrarles. La primera escena, en la que dos de los chicos crean su instrumento de percusión con una tubería y el tercero baila a su ritmo, adelanta su tono desenfadado, jovial y con tintes videocliperos, apoyado sobre todo por la actuación de Moisés Arias, cuya presencia, aun no siendo imprescindible para el desarrollo de la trama, se vuelve necesaria en toda la película gracias a sus constantes apariciones cómicas.
En el plano de lo visual, «The Kings of Summer» es totalmente coherente con las intenciones de la historia y cuenta con una fotografía muy cuidada que acompaña con planos slowmotion despojados de cualquier intención dramática y con los que se busca, sobre todo, la (son)risa del espectador. El film serpentea entre lo fantástico y lo cómico hasta darse de bruces con el desengaño amoroso, donde su valor se difumina debido a la seriedad que adquiere y parece que sus personajes, así, de pronto, pretendan volverse realistas y substanciales. Si bien en «Moonrise Kingdom» la historia mantiene una coherencia tonal, aquí la ruptura es demasiado brusca y poco adecuada, dejando un sabor amargo a este postre que se presentó tan dulcemente.
Unas cuantas palomitas, Heinekens y “¡Hola! Aquí tienes, para votar la película” después, comenzaba la penúltima proyección: «Upstream Color«, una cinta al más puro estilo Terrence Malick (si obviásemos el tema de fondo y nos quedásemos con su forma). Todo en este filme corre a cargo de Shane Carruth, y todo en él resulta tan atractivo como desconcertante. Una historia narrada con multitud de fracturas, que recuerdan a las vidas de sus protagonistas: existencias marcadas por fragmentos (a priori) inconexos y faltos de coherencia. Una forma muy ambiciosa de llevar a cabo una historia de organismos traspasados y, ¿por qué no?, de amor. Música, sonido e imagen se fusionan resultando más que convincentes, y casi pueden contar por sí mismos esta historia en la que dos personajes con una conexión especial tratan contantemente de recuperar sus identidades. Verdaderamente, este es uno de esos ejemplos que demuestran la importancia del cómo mostrar, y en eso Carruth ha sacado sobresaliente con esta poesía visual de la que se puede decir que no pretende mostrar un pensamiento, sino convertirse en alimento de los nuestros.
[Rebobinar hacia adelante] Después de «Ain’t Them Bodies Saints«, la primera edición de este Americana Film Festival llegó a su final con un balance muy positivo. La sala de los cines Girona a rebosar para ver una serie de películas que, en mayor o menor medida, sin duda merecían la pena ser estrenadas y encontrar un hueco entre el público. A pesar de la creencia de que sólo se exhibe cine americano ha quedado claro que hasta este tiene sus limitaciones y que, gracias a Americana, a partir de ahora serán menos.
¡Y que todos los años podamos hablar de palomitas, cerveza y papeletas de votaciones!
[Stop]
[Elena Eiras]