¿Qué tienen que ver los románticos, Kerouac y tu obsesión actual con el deporte? Te lo explica Alison Bechdel en su nueva obra maestra en formato novela gráfica: «El Secreto de la Fuerza Sobrehumana».
Cada hombre es un mundo. Pero hay que reconocer que, cuando te paras a observar a la humanidad en su conjunto, al final resulta que todos somos muy parecidos o que, por lo menos, pasamos por procesos realmente similares. Por eso mismo creo a pies juntillas que no erraré demasiado el tiro si afirmo que, de alguno forma u otra, la historia de mi relación con el deporte debe parecerse bastante a la tuya y a la de cualquiera que lea esta reseña.
Primero, una infancia y una adolescencia en la que el deporte no era una opción, sino una obligación tanto académica (con Educación Física como asignatura destinada a traumar a niñes en el mundo entero) como social (porque, si no hacías algún tipo de deporte extraescolar, estabas condenado al ostracismo puro y duro). Ya en la Universidad, decidí empezar a ir al gimnasio un poco para mantenerme en forma. Pero lo cierto es que, por aquel entonces (el cambio de siglo), estar apuntado a un gimnasio no era ni mucho menos algo muy habitual.
Por eso mismo, hasta que aterricé en la treintena no vi ningún tipo de necesidad de ir más de un día a entrenar y, como máximo, añadirle un día más de natación. Todo cambió superado el ecuador de los 30, obviamente, cuando decidí ir entre tres y cuatro días al gimnasio para seguir un entrenamiento con objetivos concretos y mesurables. Esos objetivos fueron cambiando, mi cuerpo fue transformándose… Y aquí estamos, ya con 41 años, manteniendo entre tres y cuatro días de gimnasio pero añadiendo locuras diversas.
¿Que un día me dicen de salir a correr? Salgo. ¿Fitboxing? Lo hago. ¿Crossfit? Me lo estoy planteando muy seriamente. Y es que, poco a poco, he ido descubriendo que el deporte sirve para mucho más que para mantenerse en forma… Algo que también parecen haber descubierto todos esos amigos que, como yo, no dejan de postear stories de Instagram de sus locuras gimnastas. Y algo que Alison Bechdel sublima y articula en su nueva novela gráfica, titulada «El Secreto de la Fuerza Sobrehumana» (editado en nuestro país de la mano de Reservoir Books).
Las primeras viñetas nos enseñan a la misma autora haciendo deporte en su casa antes de entrar en el garaje y mostrar todos los artilugios deportivos que ha ido acumulando en las últimas décadas. Ya en esta gloriosa intro, Bechdel pone sobre la mesa tres referencias que empiezan a marcar las coordenadas sobre las que desplegará su discurso: los románticos, los trascendentalistas y Kerouac. Pero, sobre todo, asienta las pautas sobre la metodología que usará para desplegar ese discurso.
«El Secreto de la Fuerza Sobrehumana» está dividido en cinco grandes capítulos, de tal forma que cada uno de esos episodios aborda una década de la existencia de la autora (hasta los 10 años, de los 10 a los 20, de los 20 a los 30 y así hasta el presente). Bechdel pone el foco en las diferentes obsesiones que ha tenido en todo este tiempo: correr cuando era niña, hacer yoga más adelante, la bicicleta en otro momento, el HIIIT en épocas de estrés y reclusión… Pero, claro, tratándose de esta autora en concreto, está claro que todas estas obsesiones deben elevarse por una doble vía relacional: por la referencia a ciertas manifestaciones culturales y por el entrelazado con su propio biografía.
Aquí toca hacer un alto en el camino para aclarar (si es que hace falta) quién es exactamente Alison Bechdel. Conocida por el Test de Bechdel (usado para determinar la representación femenina en productos culturales), la autora dio un verdadero petardazo con el que se considera uno de los cómics imprescindibles para entender las últimas décadas: «Fun Home«, donde exponía la historia de su padre y cómo el hecho de haber sido un homosexual en el armario podría haberle conducido al suicidio. Bechdel trenzaba la historia de su padre con múltiples referencias literarias (de Proust a Wilde) que elevaban la novela gráfica en una fórmula que volvió a resultar brillante aunque ligeramente atrofiada en su siguiente trabajo, «¿Eres Mi Madre?» (esta vez, tal y como hace intuir el título, en torno a la relación con su madre).
En Estados Unidos, sin embargo, Alison Bechdel ya era conocida anteriormente por «Unas Bollos de Cuidado«, una tira cómica que se publicó durante décadas y en la que la autora ofreció una divertidísima, sana y muy abierta visión de la comunidad lésbica. Leído ahora (en el recopilatorio que puede comprarse en nuestro país, por ejemplo, bajo el título de «Lo Indispensable de Unas Bollos de Cuidado«), resulta clarividente observar cómo, entre risa y risa, Bechdel consigió formalizar uno de los retratos más vibrantes del cambio social y político de su país en las últimas décadas.
Sobre esta base, es lícito afirmar que «El Secreto de la Fuerza Sobrehumana» es algo así como la mezcla pluscuamperfecta de «Unas Bollos de Cuidado» y «Fun Home. Del primero toma prestado el tono liviano y divertido, en las antípodas de la hipertrofia de «¿Eres Mi Madre?«. Del segundo, la elegante mezcla de biografía y referencias literarias para hablar de algo mucho más trascendental.
Referencias literarias que, de hecho, ya he mencionado más arriba. Por un lado están los románticos como Samuel Taylor, William Wordsworth y su hermana Dorothy, quienes hicieron de la relación de naturaleza y espíritu humano el epicentro de su obra. Por otro lado, estarían los trascendentalistas que, unas décadas después, desandarían el camino hacia el urbanismo y la civilización a la búsqueda de la conexión con algo más grande que ellos mismos. Algo que se encontraba en la naturaleza. Y, para acabar, varios siglos después nos topamos con Jack Kerouac y su conquista de la montaña como sublimación del modo de vida y pensamiento yoguis.
Todo ello le sirve a Bechdel para ilustrar su propia experiencia. Como cualquier yonki que en cada nuevo chute busca el colocón primigenio, aquella primera vez que nunca volverá, la autora explica cómo las primeras veces que salió a correr siendo una niña le sirvieron para desconectar de su propia existencia neurótica (ya de pequeña tenía un serio trastorno obsesivo), olvidarse del cuerpo y de la mente, conectar con el mundo a su alrededor, convertirse en uno con su entorno y trascender hacia algo mucho más elevado. Ese algo que también obsesionó a los románticos, los trascendentalistas y Kerouc.
A lo largo de los cinco capítulos de «El Secreto de la Fuerza Sobrehumana«, y utilizando unas acuarelas a color que marcan un abismo de diferencia con «Fun Home» (coloreado en tonos azulados) y «¿Eres Mi Madre?» (en blanco y negro con toques de granate), Alison Bechdel hace exactamente lo mismo que he hecho yo al principio de este texto. Es decir: se sirve de lo concreto (su historia) para ir a lo general (la historia reciente de una humanidad cada vez más obsesionada con la vigorexia).
Lo que ocurre es que Bechdel consigue dar una profundidad de campo magistral tanto a sus propias vivencias (seleccionadas para seguir escarbando en cómo su familia y sus relaciones han influido -para bien y para mal- en el proceso de construcción de su personalidad tendente a la neurosis) como a las referencias culturales. Y, de esta forma, a diferencia de mi momento ombliguista, convierte «El Secreto de la Fuerza Sobrehumana» en una obra maestra que es sobre todo un espejo en el que cualquiera que haga deporte puede y debería verse reflejado. [Más información en el Twitter de Alison Bechdel y en la web de Reservoir Books]