Ahora que acaban de lanzar su debut en largo, «Leave Me Alone», es el momento de detenerse, tomar aire y preguntar: ¿qué está pasando con Hinds?
Hace un tiempo, los cuchillos sobrevolaban las cabezas de los habitantes de la escena alternativa patria a propósito de las andanzas musicales de Los Planetas (especialmente a partir de su viraje hacia el revisionismo tradicionalista de “La Leyenda del Espacio” -Sony BMG, 2007-). Después, la patata caliente saltó a Delorean, practicantes de otro cambio estilístico entre 2009 y 2010 culminado por “Subiza” (Mushroom Pillow, 2010), objeto de opiniones dispares y con más aceptación fuera que dentro de España. Una experiencia foránea que El Guincho, con mayor consenso generalizado, había vivido en sus carnes un par de temporadas antes. Más tarde, tomarían su testigo John Talabot y, recientemente, Mourn. Estas cinco referencias salen aquí a colación porque, uniendo los puntos que los conectan entre sí en forma de, por un lado, polémicos debates en torno a su desempeño y, por otro, inesperada sorpresa generada por su alcance allende los mares, se presentan como antecedentes más o menos directos de la polvareda levantada alrededor de Hinds.
En realidad, no debería extrañar a estas alturas que el grupo madrileño, cuyo obligado cambio de nombre de Deers a Hinds coincidió con su salto exponencial, sea la nueva diana de las diatribas convertidas en dardos que lanza esa España musical tan multi-polarizada como la política o la futbolística. Algo que se veía venir desde su meteórico ascenso en el panorama independiente más internacional (el londinense Lucky Number y el neoyorquino Mom + Pop son sus sellos discográficos principales desde 2014 a este y al otro lado del charco, respectivamente) que nacional; y, con mayor fuerza, tras el anuncio de la salida de su primer álbum, “Leave Me Alone” (Lucky Number, 2016), pretexto perfecto para sacar las lenguas viperinas a pasear y alumbrar teorías venenosas achacadas a posibles complejos atávicos o envidias profesionales.
Pero existe un factor diferencial en el desarrollo de este ejemplo con respecto a los cinco mencionados al comienzo: la potencia de las redes sociales, las cuales, al tiempo que amplifican los mensajes emitidos, multiplican sus respuestas sectarias. Esta arma de doble filo elevó a niveles planetarios tanto el breve bagaje sonoro de las aún llamadas Deers como, sobre todo, sus aventuras encima y detrás de los escenarios. ¿Los hechos extra-musicales se imponían a los estrictamente musicales? Claro, de ahí que llamara tanto la atención cómo, con sólo un puñado de canciones -de baja fidelidad, elaboradas según los cánones del DIY- que se contaban con los dedos de una mano, Ana García Perrote, Carlotta Cosials, Ade Martín y Amber Grimbergen hubieran podido despertar un (a veces exacerbado) entusiasmo en medios anglosajones (NME, The Guardian o Pitchfork) cuyas elogiosas vibraciones rebotaban dentro de nuestras fronteras despertando ciertas extrañeza y cautela. Tales sensaciones aumentaban cuando se comprobaba que, con una base tan escuálida, se les abrían de par en par las puertas de grandes festivales españoles y extranjeros impulsadas por sus enérgicos y desbocados conciertos. Ya estaba servido el caldo de cultivo ideal para que la banda viviera su momento de gloria a tope y lo expresara y difundiera sin complejos a través de sus altavoces virtuales.
No obstante, de las ganas de transmitir al mundo su euforia a la sobreexposición causante de hartazgo sólo había un paso. Y del predominante feedback positivo en los inicios al posterior chorreo de comentarios negativos y muestras de indiferencia, otro más pequeño. Y ambos se dieron a medida que avanzó el pasado 2015 y en cuanto se alcanzó el momento clave de colocar la música en primer plano: conocidos los temas que les granjearon fama y posibilidades de futuro, ¿qué novedades aportarían Hinds para creer verdaderamente en ellas? En sus directos ofrecían un repertorio ampliado que, con el paso de los meses, iba cuajando en fuerza, vigor y capacidad de apertura dentro de una plantilla estilística que no se salía de los renglones del pop-rock garagero de ínfulas noventeras, esencia lo-fi y vibrantes raíces californianas aunque de ejecución sencilla y previsible. Así que la publicación de “Leave Me Alone” sólo puede interpretarse como la gran prueba del algodón de Hinds.
Para empezar, su sonido primigenio (y primitivo) se ha aseado y pulido -basta con comparar las versiones remozadas de “Castigadas en el Granero” y “Bamboo» con sus originales- , aunque no se ha vitaminado todo lo esperado en consonancia con lo oído en vivo. De hecho, en “Leave Me Alone” predominan los medios tiempos de nervio relajado e incluso taciturnos que muestran una cara del cuarteto que dista en buena medida de su despliegue sobre las tablas. Esa diferencia, que sólo se acorta en temas como “Fat Calmed Kiddos” o “Chili Town” -que destacan por sus juegos con el tempo rítmico-, “Walking Home” y la briosa y bestcoastiana “San Diego”, provoca que el repertorio del LP se reciba con una tibieza reforzada por el repetitivo envoltorio de las canciones, la falta de empaste de las voces y los acordes guitarreros monolíticos. A pesar del estimable esfuerzo por abrir su abanico sonoro y evitar que la audiencia se fije sólo en su condición fiestera, al final queda la sensación de que Hinds son más una banda de directo que de disco, que en este caso sirve como excusa para alimentar sus conciertos. Con todo, eliminados determinados prejuicios, ¿qué pasaría si este LP lo hubieran firmado, por ejemplo, coetáneas norteamericanas y afines estilísticamente como Girlpool?
Llegados a este punto en el que se confrontan impetuosos arrebatos de conformidad y exabruptos que rebajan el entusiasmo, nos encontramos observando cómo se cruzan sobre nuestras cabezas afilados cuchillos verbales que intentan deshinchar el globo del hype de Hinds apelando a la simplicidad de sus composiciones, a su falta de pericia instrumental, a su excesiva y superficial pose, a su aura de producto de marketing, a su desconcertante reafirmación feminista dentro del negocio musical, a supuestos amiguismos que han ayudado a auparlas, a su próxima fecha de caducidad… Este último detalle quizá sea el que haya que tener en cuenta: Hinds están viviendo un sueño hecho realidad, han quemado a la velocidad de la luz todas las etapas y, a partir de ahora, se enfrentan al reto de no acabar carbonizadas antes de dar el siguiente paso y olvidadas una vez agotada su mecha.