Los rockeros llevan cagándose en Dios la suficiente cantidad de años en reclamo de un hype para sus arcas ante el visible avance de revivals de géneros que ellos consideran como menores. Peludos y puretas, tranquilos en sus casas viendo cómo grupos de blues mainstream como The Black Keys se llenan los bolsillos o Foo Fighters se apuntan a la enésima gira del show business americano, se acaban de topar con algo nuevo en lo que creer: Alabama Shakes. Cuarteto de Athens, estado de Alabama, formado en 2009, respetando la formación clásica del formato de banda de rock setentera y abogando por una parcialidad y una templanza a la hora de trabajar sobre medios tiempos rockers que conectan tanto con la raíz impulsada en los 60 y 70 por bandas como The Allman Brothers, The Band, Cream o Ten Years After como por la ineludible influencia de un revival soul recuperado en la última década y que bebe tanto de los puntos altos de las baladas de la Motown como de ciertas visitas a la modernidad por una estética añeja. De eso va “Boys & Girls” (Rough Trade / PopStock!, 2012): ninguna gran cosa, pero una bonita forma de tirarse en la mecedora a leer algún libro de John Fante un domingo lluvioso de verano o de transformar en joya tróspida una banda destinada a encabezar la segunda o tercera línea de los festivales más molones de este año y el próximo (tarea que estos dos últimos fue encomendada a Mumford & Sons) a golpe de hits livianitos y pose de hippies rehabilitados. Ya es algo más que lo que podría hacer yo, también te voy a decir. Nunca fui de rehabilitarme. Como Amy.
A diferencia de lo que parecía en aquel “Youth and Young Manhood” (Sony Music, 2003) de Kings of Leon, y a pesar de que el formato y la voz de Brittany Howard se asemeje bastante en los tonos altos (gritos, vaya) a la de Caleb Followill, este “Boys & Girls” parece bastante sincero con la ascendencia y descendencia de un grupo destinado a ejercer el principio de dependencia (mira qué bonito pareado me ha salido) el resto de su carrera. Con esto voy a que sería bastante complicado y hasta jodido encontrarnos a Alabama Shakes dentro de cuatro o cinco años haciendo uno de los mejores discos de pop independiente del mercado, como sí lo ha conseguido la familia Followill, antiguos pastores evangelistas reconvertidos a líderes de tendencias. Estos tienen pinta de haber tenido ganas de ser los dobles en las escenas de acción de los Stillwater de «Casi Famosos«, de tenerle envidia a aquellos grupos minúsculos que lograron rockear en Woodstock o el Monterey Pop Festival, de haber tenido angustia de no conocer a Allen Ginsberg, Jack Kerouac o Abbie Hoffman en alguna manifa anti-Vietnam y cosas así. Y esa vehemencia es lo mismo que los hace determinantes y latentes. Ahí es donde ubican remilgos soul con grititos de motownero casi reggae (“Rise to the Sun”), baladas blues al piano de una teatralidad que parece heredera de Justin Hawkins de The Darkness pero con una musicalidad directa que nos traslada directos al alma de bandas como Jefferson Airplane o The Mamas and the Papas (“You Ain’t Alone” o “Boys & Girls”), material que caza bastante cerca tanto de divas soul-pop como Joss Stone y de las canciones acústicas compuestas por Jagger y Richards en el rellano de algún hotel embutido en jaco (“Goin’ to the Party”) y, sobre todo, medios tiempos que son gloria y buseca al horno cuando necesitamos rememorar la que, según se sigue diciendo, fue la época más fructífera de la historia de la música popular (“Hold On”, “I Found You”, “Hang Loose” o “Be Mine”) y hasta coqueteos con estructuras algo más rockeras y virulentas (las finales “I Ain’t the Same” y “On Your Way”: de lo mejorcito del disco). No tendrán los hits de The Black Keys, el flow de líder generacional de Jack White, la rabia de rocker beatle de Jet, la teatralidad de Hot Hot Heat, la tensión, velocidad y magnificencia de Wolfmother o la técnica pulida y mestiza de My Morning Jacket, pero haber conseguido ser número uno en el Reino Unido y octavo en los Estados Unidos con un álbum de baladas rockeras bastante puretas y faltas de gancho supuestamente actual da que pensar. Normal: los chavales lo hacen bien, juegan a su juego con coherencia y solvencia y gustan. Toma tu nuevo juguete y descóselo, rockero del hostiazo.
[Alan Queipo]