«Ad Astra» es una película sin sentido. Y, para probarlo, aquí seleccionamos (y analizamos) las cinco cosas más absurdas del nuevo film de James Gray.
El caso de James Gray es digno de estudio. Sus películas de mafias urbanas, con «La Noche Es Nuestra» (2007) a la cabeza, le valieron una especie de pupilaje ad aeternum por parte de cierto sector de la crítica que, desde entonces, quiere ver oro en todo lo que toca. Y, aunque aquellos films tampoco es que fueran blockbusters, sí que tuvieron cierta acogida en taquilla que después se fue apagando con sus siguientes trabajos. «Two Lovers» (2008) fue señalada como la «Vértigo» del nuevo siglo, pero nadie se lo creyó. «El Sueño de Ellis» (2013) no interesó a absolutamente nadie por mucho que atacara al germen del sueño americano. Y en «Z, La Ciudad Perdida» (2016) se hace particularmente difícil encontrar rastros de autoría del primer Gray.
Dicho de otra forma: cuanto más se aleja el director de la taquilla, más gusta a los críticos… Hasta llegar a «Ad Astra«, claro, donde el realizador ha sabido recurrir a un actor con tirón comercial (Brad Pitt) para asegurarse un mínimo de recaudación en su estreno en pantalla grande. La crítica, obviamente, ha corrido a darle palmaditas en la espalda, a ver si esta vez por fin convierten a James Gray en el gran director del siglo 21 que siempre han querido canonizar pero que el público se resiste a aceptar.
Es difícil saber por dónde irán los tiros a partir de «Ad Astra«, pero detengámonos aquí y ahora un momento para sopesar esta película que se circunscribe en un doble linaje genealógico. Por un lado, el del propio Gray, que en esta fase de su carrera parece empeñado en conectar con el espectador obligándole a empatizar con pioneros que, ante mundos hostiles, deciden encontrar nuevos mundos llenos de esperanza. La inmigrante llegando a Estados Unidos en «El Sueño de Ellis«, el explorador buscando la ciudad de oro en «Z, La Ciudad Perdida«… Y, ahora, el paradigma del pionero para el nuevo milenio: el astronauta.
El segundo árbol genealógico en el que hay que considerar «Ad Astra» es, precisamente, ese nuevo cine esforzado en la exploración del cosmos como herramienta básica para diseccionar nuestra propia humanidad. Desde la pulsión de supervivencia de «Gravity» hasta el los complejos viajes en el espacio y el tiempo a la búsqueda de recuperar el contacto con los seres queridos de «Interstellar«, pasando por la dificultad de comunicarnos con extraterrestres cuando no nos entendemos ni a nosotros mismos en «La Llegada«… La treta es fácil pero efectiva: yo salía a encontrar extraterrestres, pero acabé encontrándome a mí mismo. Vamos: yo salí a tomar una birra, pero me lié.
Y eso es lo primero que no funciona en «Ad Astra«: la simplicidad de la psicología de sus personajes, lo ramplón de su mensaje y una alarmante falta de presupuesto (en serio, hay veces que presenciamos minutos y minutos de planos de Brad Pitt poniendo cara de circunstancias en su traje espacial sobre un fondo negro al que se le aplican luces que pretenden ser enigmáticas y poéticas pero que acaban siendo baratas y cansinas). James Gray intenta llevar la huella dactilar cinematográfica de Terrence Malick (en una versión simplificada hasta el ridículo) al espacio exterior: flash-backs evocadores (que resultan tan ridículos como Liv Tyler acariciando la cara de Pitt en medio del silencio más absoluto), imágenes contemplativas y un protagonista reflexivo apoyado en una voz en off dedicada a lanzar frases que pretenden desentrañar los misterios de la existencia humana pero se quedan en la gilipollez más supina.
«¿Qué viste allá que te rompió? ¿O estabas ya roto?«, piensa el protagonista sobre su padre. «Tu trabajo sirvió de mucho, ahora sabemos que solo nos tenemos los unos a los otros«, es la conclusión del protagonista que pretende forzarse como aprendizaje final de «Ad Astra«. «Ansío dejar de estar solo y estar en casa«, susurra mentalmente mientras viaja de regreso hacia el planeta Tierra… Todo ello «apoyado» en la típica actuación de Brad Pitt en la que él mismo es el primero en sobrevalorar sus capacidades como actor. Y luego pasa lo que pasa.
Sea como sea, «Ad Astra» es una película sin sentido. Sobre todo si la ponderamos como último miembro en aterrizar en la familia de films cósmicos que estamos recibiendo en la última década… Así que, ante semejante despropósito, veamos en detenimiento los 5 sinsentidos más sangrantes del nuevo film de James Gray.
1. ¿QUÉ PINTA LIV TYLER EN TODO ESTO? En serio. Su personaje no podría responder a unas motivaciones más tramposas y mil veces vistas. Ella es la mujer que el astronauta deja atrás para dedicarse a su carrera espacial, a la búsqueda de su padre. Hasta que ambas se muestran totalmente inútiles y él comprende que tiene que volver con ella. Y ella le ha esperado. Mil años de viajes galácticos después, y ella le ha esperado. Porque no tenía nada mejor que hacer, mira. Lo único que tenía que hacer era aparecer en cuatro flashbacks clicheteros y un vídeo de ruptura en el que ella misma reconoce que debería decírselo cara a cara. Pero, si así lo hiciera, ¿cómo se iba a llevar entonces el video al espacio exterior para machar al espectador con él en sus momentos más bajos?
2. Y, DE PASO, ¿QUÉ PINTA RUTH NEGGA? De verdad. Es algo así como la Presidenta de Marte. Y se pone en plan: «Tu padre mató a mis padres. Pero, mira, como soy una tía sin sentido es que te voy a ayudar a que vueles hasta tu padre a ver si solucionáis vuestras cosillas… Porque esto de enviar una nave con armas atómicas a quince planetas de distancia no me convence para nada porque, oye, ¿y si morimos? ¿Así pensándolo de forma random como quien piensa que la Tierra es plana? Nada, mejor ve tú, que lo tuyo es más importante, chiqui«. Súper.
3. ¿QUÉ CARAJO LES PASA A LOS MONOS EN EL ESPACIO? ¿Alguien es capaz de explicar todo el tinglado de los monos en el espacio? Total, tú vas por el espacio y recibes una llamada de socorro. Decides pararte y ver si puedes ayudar. Mandas al capitán con otro tripulante. Al parecer, toda la tripulación de la nave que lanzó el SOS está muertísima por culpa de unos monos asesinos del espacio exterior que se cargan al capitán. Por suerte, el otro tripulante descomprime espacialmente a los primates, lo que acaba en un baño de sangre. Cierras la puerta de la nave siniestrada. Vuelves a tu nave. Sigues tu camino… Aquí no ha pasado nada.
Resumen visual de esta escena que no aporta nada a la trama y que nunca recibe explicación en «Ad Astra«…
4. LA CÁMARA ANECOICA EN MARTE. La idea es la siguiente: somos la NASA (pero, para que nadie se cabree, hemos sido rebautizados como SPACECOM, ¿hola?) y hay un tío que está tirándonos ataques chungos desde Neptuno, así que vamos a enviarle un mensaje de su hijo a ver si entra en razón. Pero no nos gustan las cosas fáciles y sabemos que podríamos grabar el mensaje en la Tierra, que es donde está el hijo, y enviarlo a Marte y de allí a Neptuno o a donde sea. Pero no. Vamos a hacer que el hijo vuele hasta Marte y que se sienta utilizado y tal. Porque es que, tíos, hemos construido una cámara anecoica súper chanante en Marte, y tenemos que rentabilizarla de alguna forma u otra.
5. EL ESPACIO ES TU AMIGO. ¿Recuerdas lo que sufría Sandra Bullock en «Gravity«? ¿Acabaste aquella película pensando que el espacio era un sitio chungo en el que te podías quedar totalmente a la deriva si no aplicabas la fuerza necesaria en tus movimientos y los dirigías siguiendo complicadas estrategias de impulso y trayectoria? No tienes ni idea. Aquí está Brad Pitt, para el que todo es facilísimo en el espacio. ¿Hay que entrar en un cohete que se está poniendo en marcha? Oye, mira es puerta trasera para que te introduzcas así como quien no quiere la cosa y mates a toda la tripulación «sin querer». ¿Tienes que ir de una nave a otra atravesando el anillo de asteroides de Neptuno? Nada, impúlsate con un mini saltito, atraviesa los asteroides usando una chapita como escudo y aterriza en tu nave muy convenientemente sobre una escalera que está al lado de la esclusa de entrada.
¿Llegar hasta Neptuno te ha llevado quince años (y una película infumable) y necesitas volver urgentemente al planeta Tierra porque has comprendido que allá están los seres que amas? No pasa nada, tron, usa esta explosión nuclear a un kilómetro de distancia (que no te va a desintegrar ni nada, tú tranquilo, ¿lo de Hiroshima? Fake news!) para que tu nave se impulse, te desmayes en la propulsión y, cuando abras los ojos, te despiertes aterrizando en la Tierra, donde te están esperando y estás perfecto y guapísimo y la barba canosa te queda genial Brad Pitt y no has sufrido inanición ni nada porque, total, es que todo el mundo sabe que un viaje interespacial de Neptuno a la Tierra es como un spa de esos en los que te quedas dormido mientras te hacen un masajito y te despiertas totalmente renovado por dentro y por fuera. Habiendo comprendido el sentido de la vida. Eso también. Eso es lo importante de «Ad Astra«. Ya tú sabes. [Más información en la web de «Ad Astra»]