El mes pasado os hablábamos de ciertos cambios en Fantastic… Ahora nos declaramos a favor del periodismo cocinado a fuego lento. ¡Viva el slow journalism!
Ahora hace más o menos un mes que escribía una editorial para explicar los cambios por los que está pasando Fantastic. Uno de esos cambios, tal y como afirmé en su momento, es la huida del formato «noticia» como pieza de texto relativamente corta que aborde cualquier cosa que el emisor de esa noticia ya haya quemado antes en redes sociales. En su momento expuse varios casos concretos: parece absurdo «informar» del cartel de un festival cuando este ha llegado antes a redes sociales que al buzón de correo electrónico de los periodistas; lo mismo puede decirse de las fechas de una gira… Y no sólo estoy hablando de música, sino que esto es aplicable a todas las áreas de la cultura que solemos tratar en esta web.
La recepción de aquel texto fue cálida y varias fueron las voces que apuntaron la necesidad de un cambio de rumbo ya no en Fantastic, sino en los medios de comunicación en general. Una de aquellas voces, sin embargó, me escamó especialmente. Y supongo que me escamó porque venía de un colega a quien quiero y aprecio y cuyo punto de vista al respecto de estos temas me suele parecer esclarecedor. Su comentario venía a decir algo así como que «basta ya de esos medios que te hablan de un tema que en redes sociales se debatió hace dos días«. De entrada, puede parecer que este comentario y mi edito vienen a decir lo mismo. Pero no. Ojo. Cuidado. Que no.
Me doy cuenta aquí y ahora de que en su momento debería haber matizado mucho más, debería haber hilado mucho más fino en mis apreciaciones. Porque lo que yo quería decir es que en Fantastic empezaríamos a prescindir de noticias de actualidad cuya actualidad precisamente estuviera determinada por su urgencia puramente informativa. Las fechas de un concierto, el cartel de un festival: da igual leerlo en el muro de una red social que en un post de una web. Pero una cosa son las noticias de actualidad y otra cosa muy diferente son los artículos en los que la opinión subjetiva es la brújula que guía la escritura. ¿Actualidad versus opinión? Sí. Pero no.
Los medios de comunicación online nos hemos metido en un juego realmente endiablado. En su momento, estos mismos medios de comunicación nos reíamos a mandíbula batiente de nuestros hermanos de papel y nos permitíamos discursitos en los que nos hacíamos portadores en exclusiva de la actualidad más rabiosa: una revista mensual, incluso un diario que se pone a la venta cada mañana, no podían luchar contra la capacidad de actualidad de un medio online capaz de ofrecer una noticia en cuanto surge, da igual la hora del día que sea. Y hasta aquí muy bien. Todos muy contentos. Nos fue bien un tiempo.
Pero ahora resulta que las redes sociales nos han usuarpado a los medios de comunicación online esa actualidad de la que nos vanagloriábamos. Se veía venir. Los artistas fueron los primeros en priorizar las redes sociales como medio de comunicación directo con sus fans: ¿para qué enviarle una noticia a la prensa y esperar a que decidan si quieren publicar algo o no cuando las redes sociales te dan la oportunidad de comunicar algo directamente a alguien a quien a priori ya le interesa (ya que se ha hecho fan de tu página o lo que sea)? Y a ellos les siguieron todos los demás.
¿Qué significa esto? Que, hace diez años, si eras una discográfica y querías que un disco en concreto tuviera buena acogida, se lo enviabas a los periodistas varios meses antes para que lo interiorizaran y pudieran hacer algo interesante con él. Ahora, el miedo a la piratería y la profusión de medios online ha hecho que los discos (por seguir con este ejemplo en concreto) se lancen al día e incluso por sorpresa. Lo que está bien, claro: si estoy diciendo que mi medio tiene que adaptarse a lo que quieren los lectores en el año 2016 aunque eso signifique apartarme del camino que transitaba hace tres años, ¿como voy a criticar a una discográfica (o a quien sea) por adaptarse a los tiempos que corren?
En la era del slow food, el slow fashion, el slow sex y la preponderancia en general del slow, ¿por qué no apostar por un periodismo cocinado a fuego lento para enriquecer sus sabores?
Pero lo cortés no quita lo valiente, y la verdad es que esta nueva forma de funcionar, este priorizar las redes sociales como medio de comunicación y este páramo en la que se ha convertido el periodismo cultural, ha acabado por desembocar en una situación en la que los privilegios de un periodista ya prácticamente han desaparecido por completo. Y repito: no estoy pidiendo que vuelvan. No estoy diciendo que un periodista merezca un trato privilegiado. Lo que estoy diciendo es que, por el lado de los lectores, se nos está pidiendo algo que, debido a la coyuntura actual, no podemos ni deberíamos querer ofrecer.
Hace algunas temporadas nos enzarzamos en un bonito debate en torno a las listas de lo mejor del año. De repente, todos los medios de comunicación nos embarcamos en una carrera a ver quién las lanzaba antes, de tal forma que a finales de noviembre ya había quien estaba publicando las suyas. Era una locura. Y los lectores fueron los primeros en señalarlo como tal y dejar claro un hastío creciente que ha desembocado en que, ya lo veréis, lo de las listas de lo mejor del año va a ser algo cada vez menos relevante en los medios habituales. Pero aquel debate contenía una verdad muy elocuente: ¿cómo carajo hacer las listas de lo mejor del año cuando faltaba un mes y medio para darlo por zanjado? ¿No cerraba eso la puerta a la sorpresa? ¿No dejaba al descubierto que los medios estaban siendo impulsivos en algo que merecía una reflexión más pausada y profunda?
Tomemos este debate, entonces, como una metáfora de la situación actual. Pongamos, por ejemplo, que Solange publica su disco totalmente por sorpresa. No se ha filtrado antes. No ha habido forma de escucharlo. Así que, cuando tú, como periodista, por fin puedes ponerte con él, tienes dos opciones: quemarlo rápidamente y vomitar lo que sea que te venga a la cabeza o, por lo contrario, permitir que el disco se filtre dentro de ti con el paso del tiempo, como mínimo una semana, un par a ser posible, y al final escribir algo mucho más complejo, intelectualizado y profundo. Porque a todos nos ha pasado que la impresión inicial de cualquier cosa nos cambie completamente a tan sólo una semana vista. «Cuanto más lo pienso, menos me gusta». «Cuanto más lo escucho, más cosas descubro». Y así hasta el infinito y más allá.
Esas dos opciones que tienes como periodista, sin embargo, se traducen en dos consecuencias diferentes. Si vomitas tu texto rápidamente, estarás al día y te unirás a ese debate en redes sociales (lo que implica que, más que probablemente, lo petes a nivel de visitas). Si optas esperar, lo siento, cari, pero ya estás fuera del debate. Ya no le interesa a nadie lo que puedes decir porque, al fin y al cabo, todo el mundo se ha hartado de leer en redes sociales lo que opinan sus colegas al respecto del disco de Solange.
Ahora bien, aquí me veo obligado a lanzar una pregunta al lector: ¿qué es lo que quieres realmente de un medio de comunicación? ¿Qué es lo que esperas exactamente? Criticarnos es muy fácil. Decir que vamos tarde es más fácil todavía. Lo que no es tan fácil es pararse, reflexionar qué buscas en un medio de comunicación y, a partir de ahí, ir a buscarlo. O no. Habrá a quien con redes sociales le bastará. Para todos los demás, la variedad de medios es realmente exuberante: hay los que apuestan por sumarse al debate cuanto antes mejor aunque eso implique opiniones apresuradas y carentes de profundidad, los habrá que todavía sigan empeñados en quedarse estáticos en las noticias de actualidad objetiva… Lo que está claro es que hay de todo para todos.
¿Y cómo es Fantastic? Pues, definitivamente, no es un medio de actualidad apresurada ni de objetividad informativa. Ni mucho menos. Hay temas en los que sí que podemos permitirnos esa frivolidad (la alfombra roja de los Oscars, la cobra de Bisbal a Chenoa, etc.). Pero hay otros temas en los que ni podemos ni queremos permitirnos esa frivolidad: son temas que creemos que requieren su tiempo. Por eso nos lo tomamos y nos lo vamos a seguir tomando. Y si eso nos deja fuera del debate de redes sociales, pues que nos deje fuera. Si hay tres personas que llegan al artículo buscando profundidad de campo y acaban contentos, nosotros también estaremos contentos.
Hace cinco años, aproximadamente, Fantastic empezó a definirse a sí misma como un «Magazine de cultura post-hipster«. Fue incluso antes de que tu madre supiera lo que es un hipster. Y ahora, sin embargo, vamos a ampliar esa definición. A partir de ahora, Fantastic pasa a ser un «Magazine de cultura post-hipster practicada desde el slow journalism» (perdonad los anglicanismos, que yo soy el primero que suele criticarlos). Suena pretencioso. Lo sé. Pero, oye, en la era del slow food, el slow fashion, el slow sex y la preponderancia en general del slow, ¿por qué no apostar por un periodismo cocinado a fuego lento para enriquecer sus sabores? A mi me convence. A ver si al lector también.