Asistimos a las fiestacas del #AbsolutManifesto que pusieron del revés a la ciudad de Madrid… Y aquí te lo vamos a explicar todito al respeto con bien de amor e igualdad.
«Libertad, igualdad y fraternidad«, gritaba el pueblo enfervorecido durante la Revolución Francesa… Gracias a aquellos gritos, nació una era de cambio que, poco a poco, iría desafiando la faz del orden social para derivar en una comunidad más repartida, equitativa y justa. Pero luego llegó el bienestar y el cine y la televisión y las videoconsolas y los teléfonos móviles y los smartphones y las redes sociales y eso de pasarse todo el puto día mirando cuántos likes te ha dado en Instagram toda esa gente a la que realmente no conoces pero de la que puedes estar seguro de que lucha para aparentar ser tan guay como tú.
The struggle is real, chiquis. Y resulta francamente decepcionante pensar que de aquellos polvos estos lodos y que de unos polvos tan maravillosos como la Revolución Francesa hayamos acabado hasta el cuello en unos lodos como los de las redes sociales. ¿Qué significa esto? Que necesitamos otra revolución… Y esa revolución tiene que pasar por reconectarnos con los que nos rodean en el mundo real, por recordar que están ahí y que no solo son gente que podemos añadir a nuestras fotos para obtener más likes. Gente que a veces olvidamos que son iguales que nosotros y que son la clave para ser un poquito más felices en este mundo que nos ha tocado vivir.
Si me permito este punto jipi tan mal visto en la era de Berghain es, precisamente, porque este pasado fin de semana la ciudad de Madrid ha podido disfrutar de uno de esos eventos pensados para proporcionar un pequeño gran electroshock a una escena cultural (y incluso social) demasiado tendente hacia el hedonismo autocomplaciente y hacia la indolencia más ególatra. #AbsolutManifesto ha sido una acción de marca, sí… Pero, oye, ojalá todas las acciones de marca estuvieran tan bien pensadas y tuvieran un corazón tan sincero como este #AbsolutManifesto.
Me explico desde el principio. Era esta una acción que, durante tres días (los que iban del 25 al 27 de enero), celebraría tres fiestas diferentes en el Pabellón Satélite de la Casa de Campo de Madrid, cada una de ellas organizada por tres clubs diferentes (El Cuerpo del Disco, Valle Eléctrico y Post Club). Cada noche, además, enarbolaría un lema distinto («Free Love«, «True Equality» y «Responsable Future«) que articularía todo un conjunto de propuestas en dos campos diferentes: por un lado, un conjunto de actuaciones y sesiones de djs le darían cañita brava a lo musical, mientras que, por el otro, diversos proyectos acercarían el arte al público para estimularles y para difundir cada uno de los pertinentes mensajes.
Esto es lo que Absolut había vendido sobre el papel… Pero, entonces, cabe preguntarse: ¿cómo se tradujo esto en tres noches de fiesta? Una pregunta más que pertinente, sobre todo si tenemos en cuenta que, al fin y al cabo, un evento de estas características incluye dos hechos que atentan potencialmente contra todo tipo de amor e igualdad. Una noche de fiesta puede ser, en determinadas circunstancias, el momento en el que más solo te sientas por eso de que la fiesta no la hace quien la organiza ni el espacio ni la bebida ni nada parecido: la hace la gente que te rodea, y debes sentirte emocionalmente ligado a ellos para que sea efectiva. Lo mismo puede decirse, por su parte, de este tipo de eventos preñados de postureo al que los animales del wannabenismo profesional van a hacerse selfies y a ver qué oportunidad de medrar les surge.
Ahí está, por el contrario, la magia de este #AbsolutManifesto que, desde su primera noche, supo dinamizarse internamente con el suficiente acierto como para evitar todo lo afirmado en el párrafo anterior. Para empezar, las propuestas artísticas resultaron ser un desengrasante pluscuamperfecto para hacer funcionar la maquinaria durante las más de cuatro horas que duraba cada velada. El «Free Love«, por ejemplo, pudo palparse en el aire con una espectacular instalación en la que un grupo de chicos y chicas uber bellos se turnaban sobre una cinta de correr para hacer volar una bandera reivindicativa. Y, a falta de haber disfrutado de la última noche (ya que no pude asistir), hay que reconocer que lo de la «True Equality» fue una congregación elecuentísima de furries añorables (que, por muy añorables que fueran, remitían a toda una corriente de amor muy pero que muy libérrimo) combinados con las post-humanidad de unos fascinantes Matieres Fecales recordándonos que la igualdad ya no es cosa de hombre y mujer, sino de todas las tipologías humanas que están por venir.
Ahora bien, hay que admitir que el gran atractivo del #AbsolutManifesto era la música en sus múltiples (y, de nuevo, diversas) variantes. Está claro que los programadores se esforzaron a la hora aportar djs y artistas que supieran lubricar el discurso de cada jornada… Y, a ese respecto, nada mejor que Lanoche abriendo espectacular la primera velada con una sesión contundente y sensual a partes iguales; Horse Meat Disco recordándonos que la música disco siempre fue la más indicada para promulgar el amor libre (y también para frotarse contra los cuerpos que tuvieras alrededor); 18+ dejando bien clarito que las nuevas generaciones van a abordar las emociones desde panoramas emocionales fragmentarios pero riquísimos; Blondage poniendo sobre la mesa la certeza de que el pop -también en su variante synth- siempre será el género más popular y, por lo tanto, que más diversidad de público admite; y, por encima de todos y todas, una pletórica Sophie que dividió su set en dos partes, arrancando con brumas experimentales de la era post-digital y cerrando con la rotundidad de sus temas junto a Charlie XCX.
Arte y música. Cualquiera podía pensar que en eso consistía el #AbsolutManifesto, ¿no? Pues, mirad, resulta que no. Eso es la versión oficial. Pero permitidme que os hable un poquito de lo que pasó extraoficialmente en mis dos noches en Madrid: llegué, empecé a encontrarme con gente, bebí mucho Absolut con tónica, me entregué en los dulces brazos del cancaneo social, me reí muchísimo, conocí a gente, puse cara a personas a las que solo tenía controladas por redes sociales, tuve conversaciones muy tremendas, fui arriba, fui abajo, fui el centro y adentro… También me hice selfies, hice stories de Instagram, posteé cosas en Facebook y todo eso que resulta obligado cuando asistes a un evento como este.
Pero lo interesante fue lo otro: lo interesante fue que en #AbsolutManifesto había corazón, había alma, había down y había (mucho) tempo. No era otro evento de marca, no era otro evento en el que posturear… Ara una posibilidad brindada en bandeja por Absolut para recordarte que, mira, vivir todo el día de fiesta es la opción de vida que hemos tomado, pero incluso eso se puede hacer bien o mal. Puedes hacerlo encerrándote en tu mundo virtual. O puedes hacerlo entregándote a una comunidad tan maja como la que habitó estas noches. Puede que no sea la Revolución Francesa. Lo sé. Pero algo es algo. Y, la verdad, viendo el desolador panorama social en el que vivimos, ojalá más saraos como este. [Más información en el Facebook de Absolut]