Se recomienda escuchar este disco en determinadas condiciones. A ser posible, en una nave industrial abandonada y aislada. Durante una noche de niebla tenebrosa o de interminable tormenta, cuanto más oscura mejor. Sin esperar a que nos asalte repentinamente una adolescente en celo con colmillos o a que se transforme en lobo un joven barbilampiño de torso desnudo. No, hay que hacer algo que dé más miedo, como invocar fantasmas del pasado y temores personales que parece que no se van a ir jamás. Conseguido eso, sólo falta poner el reproductor a la máxima potencia de volumen… Es la única manera de exorcizar esos demonios, sintiendo como las ondas sonoras atraviesan el cuerpo brutalmente. Esta hoja de instrucciones tan extrema debería acompañar cada uno de los álbumes de los neoyorquinos A Place To Bury Strangers. Su debut homónimo, “A Place To Bury Strangers” (Important Records, 2007), rompió sin compasión los tímpanos de los habitantes del mundillo indie y los medidores de decibelios de los escenarios alternativos. La razón fue el apabullante feedback de sus guitarras y la conjunción de infinitas capas de distorsión, al más puro estilo de The Jesus And Mary Chain y de los maestros My Bloody Valentine. Tres años después, Oliver Ackermann (voz y guitarras), Jono Mofo (bajo) y Jay Space (batería), repiten esquemas y demuestran que los trallazos noise hay que saber dominarlos para que no pierdan el rumbo y se puedan dirigir a un destino concreto. En este caso, oscuro, muy oscuro. Porque “Exploding Head” (Mute / PIAS Spain, 2010) no sólo remite a sus orígenes más evidentes, sino también a los grupos de ultratumba que en más de una ocasión pusieron música a la cloaca de nuestra existencia: Bauhaus, Sisters Of Mercy, For Against e incluso Joy Division. Con lo cual, será mejor que los asustadizos que no se acerquen a estas diez canciones.
El patrón que los hermanos Reid establecieron con “Psychocandy” (Warner, 1985) y la piedra filosofal descubierta por Kevin Shields en “Isn’t Anyhing” (Creation, 1987) sirven para iniciar esta explosión sonora. “It Is Nothing” cumple con su misión de ponernos en alerta, pero enseguida “In Your Heart” nos tumba de un solo golpe. Ahí es cuando más sombrío se pone el asunto, porque mientras escuchamos “Lost Feeling” nos imaginamos que Peter Murphy nos pegará la cara contra el suelo con sus manos y nos cantará que Béla Lugosi sigue en el más allá. Después comienza un macabro juego con la muerte, uno de los temas recurrentes de la banda, como si sus componentes renegasen de este mundo. Los primeros riffs de “Deadbeat” y luego “Keep Slipping Away” nos llevan hasta una fiesta de pesadilla con The Cramps animando el cotarro. La sensación de desasosiego es permanente, llevada hasta el límite en “Ego Death”, en la que el ruido se estira como si las cuerdas de las guitarras pasasen por un potro de tortura. La prueba definitiva la conforman “Smile When You Smile”, “Everything Always Goes Wrong” (nunca mejor dicho) y “I Lived My Life To Stand In The Shadow Of Your Heart”: Quien logre superarla será el que salve su vida (o sus oídos), ya que ninguna abandona su halo amenazante. Entre medias, la única que se libra del torbellino sónico e invoca el lado más amable del shoegaze es “Exploding Head”. Sí, Ackermann, a estas alturas ya sabemos que nuestras cabezas van a reventar, si no lo hicieron ya.
No es de extrañar que los estudios donde A Place To Bury Strangers construyeron este trabajo se llamen Death By Audio. Vistos los resultados, debe de ser un lugar apto sólo para osados. Se rumorea que sus colegas Black Rebel Motorcycle Club intentaron entrar en él para por fin parecer infernales, pero en vez de eso tuvieron que salir por patas. Los valientes no lo son sólo por alardear de chupa de cuero.