Asumir que tus padres van a morir, comprender que tú eres el siguiente… La lectura de «¿Podemos Hablar De Algo Más Agradable?» es dura pero necesaria.
«¿Podemos hablar de algo más agradable?» son las palabras que los padres de Roz Chast mascullaban cada vez que su hija sacaba a colación algún tema que tuviera que ver con la muerte (las mismas palabras que, a su vez, dan título a este cómic editado en nuestro país de la mano de la editorial Reservoir Books). Pero, a la vez, es imposible no entender que esta imprecación también va dirigida hacia el hábitat de la novela gráfica en general. Al fin y al cabo, si el cómic de Chast ha apasionado a propios y a extraños (fue finalista del National Book Award 2014 y distinguida como Mejor Novela Gráfica de 2014 por Amazon y GoodReads) es precisamente porque abre camino hacia un tema pocas veces encarado por la sociedad contemporánea.
En la era de la eterna juventud, ¿quién tiene fuerzas, ganas e incluso valentía para mirar a la muerta cara a cara? Y no me estoy refiriendo a mirar a la muerta en abstracto o de forma intelectualizada, sino que estoy hablando de la más cruda de las realidades que tiene que afrontar todo ser humano como ley de vida: la muerte de tus propios padres como espejo en el que se refleja tu propia mortandad. Escurrimos al máximo el tiempo con tal de apartar de nuestra cabeza la certeza de que en algún momento tendremos que enfrentarnos a la vejez y la muerte de nuestros padres y todo lo que ello comporta: tener que sacar tiempo y dinero para hacernos cargo de seres humanos que van perdiendo poco a poco la capacidad para hacerse cargo de sí mismos. Vivimos al máximo para no tener que pensar que, cuando todo eso ocurra, será cuando finalmente seamos conscientes de que la muerte también nos acecha a nosotros.
Alguien me dijo una vez que la muerte de sus padres le hizo pensar algo bastante desalentador: «yo soy el siguiente«. Así es. Y esto es algo que Roz Chast no evita para nada en «¿Podemos Hablar De Algo Más Agradable?«. La novela gráfica aborda los últimos años de la vida de sus padres: primero, las señales de alarma que indicaban que se acercaba la hora y, a partir de ahí, los años agonizantes en los que su padre y su madre se vieron obligados a ir haciendo concesiones (dejar su casa de toda la vida, entrar en un asilo, tener una cuidadora 24 horas al día…). Al final, el momento temido: la muerte de uno primero y tener que afrontar la soledad del que se queda hasta el gran golpe final.
Lo de «rest in peace» no sólo es algo que atañe a los que se van, sino a los que se quedan y se ven embarcados forzosamente en un viaje hacia esa paz ansiada que sólo puede llegar una vez has comprendido tu propia mortalidad.
Sorprendentemente, la autora es capaz de enfocar los sucesos con un tono a medio camino entre el cariño infinito y el humor más benévolo, ese tipo de humor capaz de abordar la crítica y la autocrítica sin que parezca algo peliagudo. Ese tono, ese punto de vista cercano pero no exhibicionista es precisamente el mayor logro de «¿Podemos Hablar De Algo Más Agradable?«. Si quieres que alguien hable (o lea o reflexione) sobre un tema poco agradable, lo mejor que puedes hacer es recurrir a la eterna arma de la post-modernidad: el humor. Un humor blanco, desprovisto de ironías o sátiras que serían inapropiadas en un caso tan serio.
Con un estilo a medio camino entre el cómic autobiográfico y el diario personal (con aportaciones como fotografías antiguas e incluso con largas páginas escritas), Chast aprovecha el sensible momento retratado para hacer balance con su vida: la muerte como ese momento en el que toda la vida pasa por delante de tus ojos es algo mucho más que una metáfora en el caso de «¿Podemos Hablar De Algo Más Agradable?«, de tal forma que la autora aprovecha la muerte (la real de sus padres además de la anticipada propia) para poner en orden sus sentimientos con respecto a sus progenitores: no sólo intenta darle sentido a unos caracteres que siempre le han resultado lejanos para explicar su testarudez a la hora de no hablar de «estas cosas poco agradables», sino que también se esfuerza por entender por separado. Entender a la madre sabelotodo e irritable. Comprender al padre miedoso y patoso. Conocer las partes separadas para aceptar que tú eres la unidad de esas partes.
Al fin y al cabo, lo de «rest in peace» no sólo es algo que atañe a los que se van, sino a los que se quedan y se ven embarcados forzosamente en un viaje hacia esa paz ansiada que sólo puede llegar una vez has comprendido tu mortalidad además de los puntos problemáticos de tu relación con los fenecidos. Y si me permito estos desbarres cercanos al coaching barato es precisamente para dejar constancia de la efectividad de esta novela gráfica a la hora de obligarte a reflexionar sobre todas estas cosas poco agradables ante las que llevas demasiado tiempo apartando la mirada. Ya era hora. Ya es hora. [Más información en la web de Reservoir Books y en la de Roz Chast]