Contra todo pronóstico, resulta que «ANTI» de Rihanna es un disco de puta madre… Así que intentemos explicar el por qué en cinco puntos bien ordenaditos.
A Rihanna le pasa una cosa: es la puñetera ama facturando singles, pero el formato álbum es algo que nunca se le ha dado demasiado bien. Con siete discos a las espaldas, hay que reconocer que sus LPs siempre han sido una especie de carro de paja en el que, si rebuscas, si apartas, si escarbas, siempre acabas encontrando un par o tres de joyas alucinantes que te obligan a preguntarte qué carajo hacen allá, entre tanta mierda que no sirve para nada. «ANTI» (Roc Nation, 2016) no va a eliminar esta sensación general porque, básicamente, es uno de los trabajos más esquizofrénicos que cualquier hijo de vecino poco familiarizado con la esquizofrenia se puede echar a los oídos.
Pero, ojo, que la cosa se acerca bastante a un disco redondo, con todo lo que tiene de esquizofrénico y de loco del coño. Y eso que, si te lo paras a pensar, deberíamos haber esperado algo con estas características: en los últimos tiempos, la RiRi se descolgó con tres singles que, finalmente, se anunció que ni estarían en la versión final del disco, entre ellos el ya icónico «Bitch Better Have My Money«. Luego vino el anuncio totalmente por sorpresa de que «ANTI» se lanzaría in extremis y que, además, sería una exclusiva de Tidal durante una semana. Como si eso nos importara un mojón. Como si Tidal fuera relevante. Como si alguien fuera a contratar este servicio de streaming para escuchar a la RiRi una semana antes. Como si el disco no se fuera a filtrar y piratear incluso antes de que llegara a Tidal.
Sea como sea, «ANTI» por fin aterrizó entre nosotros… y dejó bastantes culos torcidos. El mío el primero. Tengo que admitir aquí y ahora que la primera escucha del disco de Rihanna me dejó absolutamente descolocado (que, al fin y al cabo, es el antónimo de ir colocado). Y por «descolocado» aquí podéis leer «pensando que la RiRi había fumado porrazos de marijuana por encima de sus posibilidades y que se había quedado trastornada y sin rumbo y más perturbada que la geometría polisentimental de Alaska«. Aun así, pronto sentí un oscuro impulso de esos que no sabes muy bien de dónde salen pero que están ahí, dándote por culo, diciéndote «escucha de nuevo el de la RiRi«. Le hice caso. Y escuché de nuevo el de la RiRi. Lo escuché una, dos, tres veces. Y, a día de hoy, por lo menos le cae una escucha al día.
¿Por qué? Pues vaya usted a saber. Esa es la magia de la música. Aun así, voy a intentar diseccionar los cinco principales motivos por los que «ANTI» se ha convertido en el primer disco de Rihanna que me tomo en serio…
1. PORQUE MUESTRA A UNA RIHANNA DESCONOCIDA. ¿Qué imagen tenemos de Rihanna? Bueno, esto depende, la verdad. La de Barbados ha sido muy pero que muy inteligente a la hora de moldear su imagen de cara a la galería. Se presentó en sociedad como mozalbeta sana y buenorra que cantaba debajo de un paraguas-aguas-aguas-aguas. A partir de ahí, nunca he llegado a entender cómo acabó siendo la maravillosa monstrua de labios negros, superávit de tatuajes, pelo sucio y preocupante adicción a los porros que todos hemos aprendido a adorar. Pero, bueno, sea como sea, ahí estaba: RiRi era ejemplo de empoderamiento. Un ejemplo más relajado que, por ejemplo, Beyoncé, que parece que siempre ande con un palo en el culo, estresada por la necesidad de ser doña perfecta de pitiminí. Rihanna es un ejemplo de que puede ser mujer, hacer lo que te salga del coño y triunfar lo más grande.
Pero, entonces, ¿qué aporta «ANTI» al imaginario de la diva? Básicamente, este es el primer disco en el que esa imagen de poderío folclórico del siglo 21 se resquebraja y nos permite echar un vistazo dentro de las grietas. Son grietas poco profundas, por ahora, pero se agradece que la artista vaya abriendo poco a poco sus letras, mostrándose más sincera… Y no más sincera al modo de canción pastelosa de amor, sino más bien a la hora de facturar temas de bajuna absoluta que muestran una humanidad tan supurante como la de «Yeah, I Said It«, en la que básicamente habla de pegarse ostias contra la misma pared una y otra vez. «ANTI» sigue siendo un ejercicio de «me la suda el coño», pero esta vez lo es no para mostrar fortaleza, tampoco debilidad, sino simple y llanamente una humanidad que la acerca a quien escucha (más allá de la cortada de emporrarse lo más grande y sentirte el fóquin king of the world).
2. PORQUE SUPONE UNA RUPTURA CON CALVIN HARRIS Y SU SONIDO (DE MIERDA). En esta evolución del imaginario sonoro de Rihanna que supone «ANTI«, lo primero que se agradece es que no haga ni una puñetera concesión a lo que muchos fans esperan de ella: que incluya un hit que mimetice y repita hasta la saciedad esa fórmula winner enfocada a la pista de baile que ya lubricó en canciones como «We Found Love» o «Where Have You Been?«. Eso es lo que espera la gente. Pero la RiRi, lista como ella sola, aplica el «been there done that«: se pasa lo que espera la gente por el ChiChi y susurra un bonito «bye bye Calvin» justo antes de ponerse a otras cosas. ¿Valentía? ¿Irreverencia? O, de nuevo, ¿»me la suda el coño»? Lo fácil sería optar por la última opción, pero tampoco estaría de más sopesar la posibilidad de que sea más bien una suma de estas tres posibilidades.
3. PORQUE SITÚA A RIHANNA A LA CABEZA DE LOS FUTURE BEATS. No es algo nuevo: Beyoncé consiguió seducir a propios y a extraños con «Beyoncé» (Columbia, 2013) gracias a su acercamiento a los future beats más punteros. Se hizo con la colaboración de productores chachis como BOOTS y acercó al mainstream un sonido que hasta entonces había habitado los márgenes: la revisión del r&b para la era del digital y otros géneros periféricos derivados del hip-hop abstracto por fin tenían una pregonera oficial para las masas… O, por lo menos, la ha tenido hasta que ha aparecido el «ANTI» de Rihanna. El disco se abre con un rapeado tan futurista como el de «Consideration» (con featuring fardón de SZA), pero a continuación vienen perlas como el r&b a lo Jessie Ware de «Kiss It Better«, el fardonismo zumbón de «Desperado«, los beats ariscos de «Woo«, la revisión twostep de «Yeah, I Said It» o el tempo ralentizado de «Needed Me«. Eso sin contar, claro, el magnánimo «Work» (con voz de Drake) como versión 2.0 del dancehall que siempre ha practicado la diva. Vale: Beyoncé acaba de sorprender con «Formation«, pero lo va a tener difícil para superar esta visión de los nuevos beats que la RiRi ha puesto sobre la mesa.
4. PORQUE ES UNA PUÑETERA COCTELERA DE GÉNEROS. La la revisión (asimilable para las masas) que Rihanna hace de los future beats en «ANTI» ya es sorprendente per se… Pero es más sorprendente todavía cuando el tramo final del álbum se convierte en algo así como la postulación de la RiRi como sucesora por derecho propio de Amy Winehouse: todo empieza con esa «Never Ending» en la que voz y guitarra tienen el protagonismo casi exclusivo, pero es que el triplete que viene a continuación (formado por las maravillosas «Love On The Brain«, «Higher» y «Close to You«) deja bien a las claras que Rihanna es algo más que esa tipa que se pone hasta el culo de THC y canta con voz arrastrada pero fardona: también puede ser una diva de soul negro capaz de hacer sentir (y capaz de herir) con las cuerdas vocales como única arma. ¿Podría ser este tramo final de «ANTI» una declaración de intenciones sobre los caminos que transitará la carrera de Rihanna? ¡Qué más da! Disfrutemos de lo que tenemos antes de que a la ídola le pegue un viaje marijuano y, en plena iluminación, decida (¡yo qué sé!) que lo próximo que quiere hacer es ska.
5. PORQUE INCLUYE UNA VERSIÓN ACOJONANTE DE TAME IMPALA. Y, con esto, ya está todo dicho: «Same Ol’ Mistakes» es, prácticamente, la misma canción que «New Person, Same Old Mistakes» de Tame Impala. Pero, para ser sinceros, suena muchísimo más fetén con la voz de la RiRi que con la de Kevin Parker. Y eso es así. [Más información en la web de Rihanna]