La realidad a veces supera a la ficción… Pero, en ocasiones como «La Ciudad sin Judíos» de Hugo Bettauer, la ficción profetiza la realidad.
¿Sabes eso de que la hay veces que la realidad supera la ficción? Pues, ojito, porque en muchas otras ocasiones lo que ocurre es, más bien, que la ficción resulta ser profética al respecto de la realidad… Por mucho que lo haga a través de herramientas tan laterales como la sátira. Al fin y al cabo, ¿por qué iba a pensar Hugo Bettauer que lo que escribió en el año 1922, en plena resaca de la Primera Guerra Mundial, podía convertirse en algo con muy poca gracia? O, por lo menos, en algo que tardaríamos casi un siglo en poder mirar con un mínimo de mirada socarrona.
«La Ciudad sin Judíos«, novela publicada hora en nuestro país de la mano de la editorial Periférica, está situada en la Viena posterior a la Primera Guerra Mundial: un panorama azotado por males como el desempleo y la miseria que no tardará en encontrar a unos «culpables» a los que demonizar. Los judíos no tardan en ser señalados como el motivo de todos los males de post-guerra, así que no se tardará en aprobar una ley que, directamente, los expulsa a todos de la ciudad para que (presuntamente) esta pueda volver a la normalidad y la bonanza.
La euforia inicial es mayúscula, sí, pero pronto se empieza a revelar que no es oro todo lo que reluce y que la sangría de judíos implica males imprevistos y desastrosos. Aquí empieza, sin embargo, la sátira de Hugo Bettauer, escritor y periodista judío que no podía prever que «La Ciudad sin Judíos» se convertiría en una profecía dolorosa… No es de extrañar que, finalmente, que un antisemita de la extrema derecha acabara por asesinar a Bettauer en el año 1925 justificando su atroz acción a través de la «inmoralidad» de la obra del autor (una «inmoralidad» que, de hecho, le serviría más tarde para salir de rositas delante de la justicia). ¿Aficionado a las distopias? Pues esto no es una distopia. Esto fue una realidad.
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