Hay que ser un poco terrorista y suicida para hacer un disco como «Als Boscos» (Arponera / Producciones Doradas, 2015) a día de hoy. Y es que, a día de hoy, lo que impera es el pop que habla de ex-novios, malos romances, polvos rápidos y otras gilipolleces inanes con cuanta menos substancia mejor. Lo que imperan son canciones cortadas bajo un mismo patrón que quien escucha pueda reconocer en menos de tres segundos para así engancharse sin haber registrado un mínimo de actividad cerebral… Lo que impera a día de hoy, al fin y al cabo, es algo que a Elena Barreras, Fani Manresa y Sara González de Ubieta les trae sin cuidado.
No estaría de más intentar buscar asideros a través de los que esclarecer y etiquetar lo que está haciendo Arponera, pero la verdad es que resulta prácticamente imposible encontrarles parentescos en nuestra escena nacional. Podría hablar del culteranismo ilustrado de bandas que irían de la meta-literatura de Astrud a la mezcla de folklore, pop y ciencia de Sagrado Corazón de Jesús, pero ninguno de los casos que pondríamos sobre la mesa podría llegar a explicar qué ocurre dentro de un disco como «Als Boscos«: sintonizan en intención, pero no en acción. Como máximo, podríamos tender un lazo hacia la reivindicación de la música popular que vivimos hace algunos años desde el indie y que acabó abortada en coartadas simpáticas como la de Lorena Álvarez… y poco más.
Dejémonos entonces de mirar hacia fuera y centrémonos en lo que hay dentro de «Als Boscos«. El disco arranca con una «Obertura» que prepara el ambiente con un órgano tétrico y con la voz de las tres cantando lo siguiente: «Allá las tres hilanderas que hilvanan la hebra, entrada la noche, cuentan qué han visto, giran la rueca y cortan el hilo«. La imagen es poderosa y, sin lugar a dudas, marca a fuego todo lo que vendrá detrás: resulta imposible no entender «Als Boscos» como el diálogo entre tres hilanderas que, enmarcadas en una estampa de cuento (perverso), se explican las unas a las otras lo que han visto. Arponera abren fuego tranquila y sutilmente, pero dejando claro que están decididas a lubricar el noble arte de la literatura oral, de las leyendas populares transmitidas por el boca oreja entre mujeres laboriosas.
La primera canción propiamente dicha de «Als Boscos» refuerza ese poderío del número tres femenino: «In Padure» parece estar entonada directamente por las tres icónicas brujas de «Macbeth«. No lo digo yo, ni mucho menos. Ha llegado el momento de desvelar la gran clave del segundo disco de Arponera: lejos de soltar sus canciones en formato álbum tradicional y quedarse tan panchas, la banda ha publicado una web en la que puede (y debe) disfrutarse del disco en versión «extendida». Cada canción va acompañada de textos e imágenes que en contadas veces son explicativos y que, por el contrario, siempre son sugerentes.
Puede que acabes sin uñas de tanto rascar primero la superficie y más tarde el cuerpo vivo de «Als Boscos», pero como premio final encontrarás una experiencia profunda.
Precisamente en esta web es donde se puede leer el diálogo entre el héroe shackespeariano y las tres brujas proféticas, y también donde se despliega a plena potencia el imaginario oscurantista que embarga la totalidad del disco: en «Habibi» hacen acto de presencia los amantes de Teruel, el «Romance de la Loba Parda» remite directamente al romancero castizo (y truculento) de transmisión oral, «Diario de la Peste» está marcada por la sombra de la archiconocida máscara de los doctores contra la mortal fiebre bubónica, en «Argos» los remos se convierten en aventadores y estos en palas de hornear… Y, así, en general, «Als Boscos» es un disco que parece pensado exactamente para ser escuchado en ese entorno: en los bosques nocturnos a los que acuden esas sagas de mujeres a compartir experiencia y experiencias. Esas mismas mujeres que, incomprendidas y temidas por la sociedad patriarcal, acabarían siendo estigmatizadas con la etiqueta de brujas.
Y después, claro, está la música. Bueno, «después» tampoco: la música está antes, durante y después de «Als Boscos«. Es el envoltorio con el que Arponera consiguen que sus pildorazos de historia oral bajen por la garganta de forma suave y dulce… Y es un envoltorio que, sin embargo, parece suspendido en un limbo atemporal y casi inmaterial. El uso de algunos sintetizadores y del bajo escarpado pone los pies de las canciones en el suelo del ahora, pero la mayor parte del tiempo parece que Arponera, más que una banda, son un grupo de médiums cuyas bocas abiertas sirven para que espíritus ancestrales nos hagan llegar música de otros tiempos. Decir que consiguen un equilibrio entre pasado y presente es quedarse corto: lo suyo es más bien utilizar la magia negra para eliminar el significado del tiempo y que sonidos separados por centurias suenen solapados de la forma más natural posible. No le busques explicación. Ya te lo he dicho: es magia.
Así que, de la misma forma que «Las Hilanderas» (el último tema del disco) cierra el circulo abierto por «Obertura«, esta reseña de «Als Boscos» tiene que volver al principio para encontrar un cierre satisfactorio. Repito: hay que ser un poco terrorista y suicida para hacer un disco como «Als Boscos» a día de hoy. Por suerte, Arponera son terroristas y suicidas, así que firman un álbum fuera de cualquier norma que pueda regir la industria musical actual: no suena actual ni falta que le hace, no busca el sonido del futuro ni mucho menos y, por último, el «concepto» detrás del álbum es tan sólido y complejo que muchos huirán despavoridos antes incluso de haber rascado la superficie. Los valientes, sin embargo, obtendrán su recompensa…
Puede que acabes sin uñas de tanto rascar primero la superficie y más tarde el cuerpo vivo de «Als Boscos«, pero como premio final encontrarás algo que ya no se estila en la música actual: una experiencia profunda, cálida, con pliegues en los que perderte… ¿y no volver jamás?