El idilio entre Han y Artiz de «Gran Hermano 16» se ha convertido en una cuestión de estado… Así que nos preguntamos: ¿por qué es esta relación tan importante?
Si alguien hackeara ahora mismo mi ordenador y se abriera paso hasta mi historial de búsquedas en Google, se encontraría con algo bastante curioso: más que seguramente, la búsqueda más reiterativa en los últimos meses ha sido «Han y Aritz» (bueno, ha sido más bien «han y aritz«, que eso de poner mayúsculas en el buscador suena a persona con TOC avanzado). No sé exactamente cómo funcional los historiales, pero si son capaces de mostrar una relación de búsquedas por días, el hacker en cuestión es probable que pensara que soy un puto tarado: mi momento «han y aritz» cae una vez al día… como mínimo. A veces más de una vez al día. Y eso es así.
Sé lo que estaréis pensando ahora mismo: no, no es amor, lo que Raül siente se llama obsesión. Y tendréis razón. Pero vaya por delante una aclaración: creo que la última edición de «Gran Hermano» que seguí con asiduidad fue la tercera, así que tiene mérito que me haya re-enganchado a un formato que hace tiempo que califiqué de aburrido y caduco. Está claro que el Triángulo de las Bermudas que han formado Suso / Sofía / Raquel ha tenido parte de culpa, e incluso tendré que reconocer que han existido otros detonantes como las ganas de ver cómo Marina acaba siendo la ganadora después de que todos los habitantes de la casa le llamen «aburrida» y le digan que el fisting con tachuelas es más divertido que pasar una velada con ella.
Pero no voy a engañar a nadie: si me he enganchado a este «Gran Hermano 16» ha sido básicamente por la peculiar relación entre Han y Aritz. Por si hay alguien que todavía no se ha enterado, voy a resumirlo de forma lo más sintética posible… Al principio de todo, se hizo la luz. Y en la casa de «Gran Hermano» entraron dos personajes que, ya por separado, prometían emociones fuertes. Uno es Aritz, el vasco de aspecto vintage que sabe casar el momento «ser más burro que un arao» con «ser más hipster que los hipsters» y que, para más inri, dice no haber visto ninguna edición anterior del concurso básicamente por el hecho de vivir de espaldas a la vida moderna (afirma no poseer tele, por ejemplo). El otro es Han, que entró intentando hacer creer a sus compañeros que no hablaba castellano pero que, al final, se acabó destapando como un chino granaíno con alma de diva del destape y con un gusto especial por los hombres que cumplen con la regla de las tres Bs: «barba», «barriga» y «buena gente» (esto es lo que dijo en su vídeo de presentación, pero todos sabemos que estaba siendo políticamente correcto y que la última B corresponde más bien a «buena polla»).
De entrada, Han parecía destinado a ser la marica graciosa que tendría que matarse a pajas durante todo el concurso; mientras que, ya sea por ese vozarrón majobragas que tiene o por su pinta de neandertal reformado para el siglo 21, a nadie se le ocurrió pensar que Aritz fuera otra cosa que heterosexual. Y ahí vino la primera sorpresa: Han y Aritz no tardaron en dormir en la misma cama. Cada noche. Y, de hecho, cada vez más agarrados. Empezaron los rumores: ¿estaba siendo el vasco amable para no hacerle un feo público al chino granaíno? ¿Significaba esto que lo que había dicho Aritz al entrar en el programa, «yo no me enamoro de un sexo en concreto, sino de la persona«, era cierto? «Yo no me enamoro del sexo, sino de la persona«, por cierto, es una excusa que yo mismo utilizaba en la universidad en mi época de exploración sexual extrema para ocultar que era más marica que Boris Izaguirre (aunque, para ser francos, prefería la versión extraída de la película «Martín (Hache)«, en la que Eusebio Poncela afirma que él no se folla a los cuerpos, sino a las mentes). Así que ya podéis imaginar: aquí saltaron las alarmas. Como diría Guille Milkyway: «red lights! red lights!«.
Desde entonces, la relación de Han y Aritz se ha ido haciendo cada vez más compleja en medio de un baile de dimes y diretes, de vaivenes continuos, de dar dos pasos adelante, uno atrás. De repente, ya no parecía que Aritz estuviera siendo amable con Han, sino que le metía la mano por debajo de la camiseta mientras dormían, le acariciaba, le besaba, le buscaba… De un día para otro, hablaban de haberse rozado el trabuco y de que si uno estaba trempado y el otro también. Acto seguido, sin embargo, Aritz le deje claro al chino que le quiere sólo como amigo. Las fronteras de esta relación de amigos, sin embargo, han ido redefiniéndose sobre la marcha: ya hay (presuntos) besos en la boca, tocamientos avanzados, mordiscos y caricias subidas de tono, por mucho que Aritz se empeñe en decir que tiene una «persona especial» fuera y que esto es sólo jugueteo entre amigos. Que cada uno piense lo que quiera…
Lo único que quiero aclarar es que, al fin y al cabo la relación de Hans y Aritz en este «Gran Hermano 16» está trascendiendo el morbo inicial y, además de convertirse en una cuestión de estado, se está revelando como importantísima en dos frentes muy diferentes. El primero de esos frentes es, evidentemente, el colectivo gay. ¿Por qué es importante la relación entre el vasco y el chino para la comunidad LGTBI? Básicamente porque, de ser cierta y llegar a buen puerto, esta historia vendría a ser la encarnación de los sueños húmedos de cualquier gay: la «conversión» de un hetero a la causa marica. Una puerta abierta hacia la esperanza y, sobre todo, una confirmación de que los gays tenemos razón al sospechar que todos los hombres quieren rollo con nosotros.
Hasta aquí la broma. Y es que el segundo frente en el que es importante la relación entre Aritz y Han es mucho más seria. Me refiero a la sociedad actual al completo, que ahora mismo está dividida entre el shock inactivo, la pasión extrema y el rechazo tibio ante esta historia de amor / amistad / llámalo como te dé la gana. En este plano más amplio, el affaire entre Han y Artiz es algo así como el signo de los tiempos, el espejo en el que se está mirando una apertura de mente generalizada que empieza a sacarse de encima las etiquetas de la orientación sexual (y suerte tenéis de que no me ponga radical y empiece a hablar de identidad sexual). ¿Por qué no puede existir un ser como Aritz que, pese a estar pasando por ciertas dificultades y disquisiciones internas, realmente le dé una oportunidad a alguien del mismo sexo que, aunque no sea su opción inicial, ha acabado estableciendo con él una conexión tan poderosa?
Ahora mismo estoy viendo «Cucumber«, y resulta curioso observar cómo los personajes más jóvenes de esta serie se ríen a carcajada limpia de la necesidad de los adultos de etiquetar las relaciones humanas. ¿Pareja? ¿Gay? ¿Hetero? ¿Trío? ¿No es todo eso demasiado siglo XX para ser operativo en un momento en el que las posibilidades infinitas del world wide web han ilustrado a las nuevas generaciones en las bondades del aperturismo mental? Pues esto es lo que está ocurriendo en «Gran Hermano 16«. Y su relevancia es supuestamente más profunda que la de una serie de ficción porque, al fin y al cabo, estamos hablando de (tele)realidad, ¿no?
Puede que al final esto quede en nada. Puede que, como muchos cuchichean por ahí, lo de Aritz sea un papelón de Oscar y resulte que ya era pareja de Han desde antes de entrar en la casa. Puede que todo sea obra de un montaje pluscuamperfecto que está sacando una relación de donde no hay nada… O puede que, al final, Han derribe las barreras de Aritz y acaben protagonizando la primera relación homosexual de la historia de «Gran Hermano«. Y que conste que esto lo digo aquí y ahora porque sería un interesante paso hacia la normalización total de la cuestión gay que un programa con un público tan amplio (y provinente de capas sociales medias / bajas) acabara dando cobijo a una relación como esta, no de dos gays, sino de un gay y alguien de mente abierta…
Aunque, la verdad, ¿a quién quiero engañar? ¡A la mierda con las coartadas políticamente correctas! Mi historial de búsquedas en Google me delata y, al fin y al cabo, lo único que quiero es que, tras escribir «han y aritz» en el buscador, algún día la primera noticia que me salga diga que por fin han follado. Y que haya bien de fotos. Me pueden las bajas pasiones. Pero es porque la realidad se construye a partir de ellas. Ya sabes: «Sweet dreams are made of this«.