Slow fashion y el fin de las etiquetas de género, clase, ideología o temporada… Estos son los fundamentos de la propuesta de la firma 113 Maison.
El mundo de la moda funciona como las mejores (y las peores) familias: los hijos suelen crecer formando su personalidad en reacción a la de sus padres… Esto quiere decir que, por mucho que le inculques a tu hijo el gusto por la música independiente, lo más normal será que lo primero que le salga de dentro es lanzarse al reggaetón como si no hubiera un mañana. Y, en cuanto a la moda, no es de extrañar que los nuevos cachorros estén luchando con uñas y dientes contra conceptos como la industria fast-fashion o la temporalidad de las colecciones y las piezas diseñadas.
Un buen ejemplo de lo dicho viene a ser 113 Maison, una nueva firma afincada a medio camino entre España y Bélgica (sintetizando lo mejorcito de cada uno de estos lugares) que, desde su nacimiento, apuesta con ahínco por el diseño de (ellos mismos las definen de esta forma) «prendas contemporáneas funcionales«, que «no se definen ni limitan bajo ninguna convención, ya sea de género, clase, ideología o temporada«. 113 Maison se rige bajo el profundo concepto básico de la artesanía, ya que todas y cada una de las piezas que ponen a la venta están realizadas con sus propias manos.
La ropa de 113 Maison no sólo es sublime en lo estético, sino que además va a ser ponible al máximo. A la mierda con la máxima del «para lucirlo hay que sufrirlo».
Todo lo dicho puede apreciarse a la perfección en la primera colección de 113 Maison, en la que sobre todo destacan los volúmenes voluptuosos como forma de aniquilar la figura tradicional y acercarla a preceptos futuristas que no se perciben con frialdad, sino con una calidez muy actual. Abundan las asimetrías y los patrones geométricos, las arrugas y las siluetas que priorizan la confortabilidad por encima de todas las cosas. Al fin y al cabo, basta echarle un vistazo a la primera colección de 113 Maison para darse cuenta de que esto no sólo es sublime en lo estético, sino que además va a ser ponible al máximo. A la mierda con la máxima del «para lucirlo hay que sufrirlo«.