Ya puedes empezar a usar nuestras crónicas como guía para ayudarte a decir qué es lo que no puedes perderte en el festival Beefeater In-Edit 2015.
Alguien me preguntaba ayer mismo por qué la programación del segundo fin de semana del Beefeater In-Edit 2015 era mucho mejor que la de este primer finde que acabamos de pasar… Para empezar, tuve que mostrarme en total desacuerdo con semejante aseveración: la programación de este fin de semana pasado ha acogido alguno de mis docus preferidos de todo el festival. Así que empezamos mal. Y, para continuar, tuve que sacarme de la manga una teoría que no tengo ni repajolera idea de si es cierta pero que, dentro de mi cabeza, tiene mucho sentido: evidentemente, un festi como el In-Edit funciona a base de boca / oreja. Y es esta una práctica que necesita su tiempo, por lo que resulta comprensivo que el festival decida poner la carne en el asador en los últimos días, que es cuando todos los rezagados habrán decidido apuntarse al ruedo.
Para esos mismos rezagados, habrá que aclarar una cosa más: el Beefeater In-Edit está muy bien en dosis pequeñas, sí… Pero está mejor todavía como práctica maratoniana. El Festival de Cine Documental Musical de Barcelona, que se está celebrando del 29 de octubre al 8 de noviembre, se disfruta tanto en cantidad como en calidad, así que no esperéis hasta el fin de semana para gozarlo. Podéis guiaros con las crónicas que iremos publicando en Fantastic Plastic Mag para aclarar qué es lo que no podéis perderos en el festival.
Un must absoluto es, por ejemplo, «Lambert & Stamp«, el documental de James D. Cooper sobre los managers de The Who que está destinado a sorprender y a fascinar al espectador a partes iguales. Sorprender porque es inevitable quedarse de piedra al ver el poder que tuvieron Chris Stamp y Kit Lambert sobre la mítica formación, cómo los moldearon a su gusto, cómo les guiaron por donde ellos quisieron para conseguir lo ellos querían (hacer una película, nunca ser los managers de una banda) y cómo les forzaron -amable y sutilmente- para que se convirtieran en el espejo de la movida mod. Y fascinar porque es inevitable caer rendidos ante el magnetismo de Lambert y Stamp, dos enamorados del cine, un homosexual de clase alta y un obrero pendenciero que supieron convertir su amistad en el motor de una de las bandas más importantes de la historia. Es cierto que el film puede pecar de largo, que evita ciertos conflictos (no se habla de la muerte de Lambert, y quedan muchos misterios sin resolver en torno a la relación finalmente malrollera de este con Pete Townshend) y que, en la segunda mitad del documental, los hechos empiezan a salirse de madre y a perder claridad expositiva. Pero, oye, ¿cómo puedes pedirle claridad a un documental cuando está adentrándose en el corazón de la era psicodélica?
Lo de «Never Turn Your Back On Sparks«, por su parte, es otro must… con algunas reservas. Y es que, teniendo en cuenta que en este mundo ya existe «The Posters Came From The Wall«, el sublime documental sobre los fans de Depeche Mode, muy bien hay que hacerlo como director de un documental sobre fans de cualquier banda para que resulte mínimamente convincente. Pini Schatz peca de recatado y de excesivamente autocomplaciente en su película: él mismo reconoció tras la exhibición del pasado sábado que accedió a todos los fans que salen en su película después de que los mismos Sparks pusieran un post en el foro de la banda. Y eso es algo que se nota: teniendo en cuenta que los fans de estos hermanísimos son de lo más peculiar que existe, sorprende la poca chicha que tiene los fanáticos seleccionados por Schatz. Queda la sensación de que podría habérselo currado un poco más, que podría haber encontrado más personajes como el laminador del inicio de la cinta. Puede que su excusa sea que el film, al fin y al cabo, tampoco es que vaya sobre los fans de la banda, sino sobre él mismo intentando entender su obsesión por Sparks. Pero, claro, al final me lo paro a pensar y puede que esté siendo tan crítico con «Never Turn Your Back On Sparks» porque soy consciente de que el film hubiera mejorado un 95% con una única aparición de Hidrogenesse. Y eso es así.
Algo similar pero diferente ocurre con «B-Movie: Lust & Sound in West Berlin 1979-1989«: como en el caso de Pini Schatz, este es un film totalmente conducido e influido por la visión personal de una única persona. Aunque, a diferencia del docu sobre los fans de Sparks, el papel de Mark Reeder como maestro de ceremonias de esta «B-Movie» es mucho más solvente y fascinante. A diferencia de lo que parece vender en su título, la película no es una visión objetiva de la escena musical (y lujuriosa) del Berlín Oeste previo a la caída del muro, sino más bien un viaje subjetivo a través de las vivencias de Reeder (músico, actor, presentador de televisión, aficionado a los uniformes militares… y personaje bigger than life). Lejos del carácter didáctico de otros documentales, esto es lo más similar que encontrarás a un amigo explicándote sus batallitas y fiestas y odiseas drogotas y correrías con coleguis ilustres. Y, como en ese tipo de casos, te gustará más o menos dependiendo de cuánto te guste ese amigo.
«The Blueblack Hussar» es menos de medias tintas… Y, la verdad, cuesta determinar por dónde cogerlo. Es difícil justificar la existencia de este film con el magnetismo del retratado, porque lo cierto es que el Adam Ant del presente, con 56 años a sus espaldas, es de todo menos fascinante: tiene un punto repulsivo, otro decadente e incluso uno despreciable por lo que contiene de ego injustificado. Algo así como la mezcla entre Billy Corgan, Ricky Gervais y el Johnny Depp de «Piratas del Caribe«. Todo muy loco. Pero loco en un mal sentido. Tan mal sentido que ni el regreso de Adam Ant supone un gancho: es más triste que otra cosa, por mucho que el director Jack Bond fuerce la «trama» hacia un final de optimismo, triunfo y esperanza. Así que al final queda la gran pregunta: ¿a quién gustará «The Blueblack Husser«? A los fans de Adam Ant seguro que les disgusta por enseñar a su ídolo en horas bajas. Pero a los no tan fans no sólo se la pelará la figura de Ant, sino que incluso les parecerá que la decisión del recatado realizador de no hacer leña del árbol caído le resta interés al resultado final.