¿Puede pedírsele a «Mi Gran Noche» que sea más que una peli al servicio de Raphael? Sí, se puede… Lo de Álex de la Iglesia es un maquinón cómico.
El impulso inicial es pensar que el ejercicio de Álex de la Iglesia con Rafael en «Mi Gran Noche» se mira en el espejo de otras recuperaciones de viejas estrellas perpetradas por nuevos directores, tal y como John Travolta en «Pulp Fiction» o Toni Leblanc en «Torrente. El Brazo Tonto De La Ley«… Pero la verdad es que, si hay que buscarle parecidos al ejercicio del director de «El Día de la Bestia«, la encontraremos mucho más cerca: concretamente, en «Birdman«, donde Alejandro González Iñárritu no sólo se atrevió a trasponer hacia el presente la figura del casi perdido Michael Keton, sino que también se permitió un elocuente juego de espejos entre el actor y su personaje más icónico, el eterno Batman.
En el caso de «Mi Gran Noche«, no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un homenaje de Álex de la Iglesia a la figura de Rafael… Que nunca estuvo perdida, pero que sí que ha visto su credibilidad mermada por decisiones nada acertadas como el archiconocido anuncio de la ONCE de hace un par de Navidades. Sea como sea, el juego de espejos entre Raphael y Alphonso, el personaje de este film con el que comparte la icónica PH, se ha anunciado desde el principio más bien como un juego de contrarios: Alphonso es (según dicen) la antítesis de Raphael. El de la película es un divo desconsiderado, egotista y pagado de sí mismo que encarna los valores de la Fuerza Oscura (su primera aparición, vestido de negro, en ese camerino tan «Star Wars» es, simple y llanamente, apoteósica), mientras que Raphael es (repito: según dicen) alguien sin una pizca de ego, obsesionado con el futuro y que nunca mira hacia el pasado.
Pero como yo no conozco a Raphael (y tú seguramente tampoco), es inevitable que evaluemos la capacidad cómica de Alphonso en su propia dimensión como personaje… Y hay que reconocer que, como recipiente dentro del cuál se vierten algunos de los clichés más tronchantes del divismo farandulero español, la cosa funciona. Tanto en el fondo (ese ser abyecto pero fascinante) como en la forma (con sus capas negras, su porte regio, su aparición sobre el escenario con un traje blanco y gafas de sol blancas… Lo que ha hecho Álex de la Iglesia por la imagen de Raphael no tiene precio).
Y lo mejor de todo es que el director no se queda en la excusa de Raphael, sino que consigue hacer que todo gire a su alrededor como una maquinaria de precisión formada por múltiples piezas minúsculas engrasadas a la perfección para funcionar todas juntas en pos del movimiento del conjunto en una misma dirección: la dirección de la comedia adrenalítica. Desde el minuto cero, «Mi Gran Noche» hace suyo el ritmo de la era del videoclip para poner en nuestra bandeja de entrada una ristra de bromas que a veces no tenemos tiempo ni de asimilar. Sirva como ejemplo la magistralmente apresurada entrada de Pepón Nieto en el plató en el que se rueda el especial de fin de año que debería protagonizar Alphonso pero que se ve peligrosamente acaparado por Adanne (una especie de mezcla de Chayanne, Bisbal y Justin Bieber interpretado magistralmente -sí, magistralmente- por Mario Casas) y que es cerrado desde fuera por un piquete de trabajadores descontentos y apocalípticos que fuerzan la sensación de asedio en el interior.
La metáfora es sencilla pero efectiva. Ya sabes: el «show must go on» al que nos fuerzan desde los medios de entretenimiento para que olvidemos que, más allá de este especial de fin de año que nos ha tocado vivir en un eterno retorno tan nietzscheano como esperpéntico, hay una realidad social realmente apocalíptica. Esta coartada, sin embargo, nunca deja de ser algo sutil en su intención pero sólido en sus consecuencias, ya que añade un gran carga de presión a todo lo que sucede dentro de plató. Y, dentro de plató, simple y llanamente hay una sucesión de personajes destinados a quedar incrustados en el imaginario colectivo de nuestro país: el buenazo de Pepón Nieto (haciendo, una vez más, de el buenazo de Pepón Nieto), la pareja de presentadores formada por Carolina Bang y Hugo Silva, la realizadora bollera de Carmen Machi, el sufrido hijo de Alphonso encarnado por el cada vez más gigantesco Carlos Areces, Terele Pávez como vieja a un crucifijo eternamente pegada… Y Blanca Suárez como la revelación absoluta y final. Por encima de todas las cosas. Casi por encima de Raphael.
Sea como sea, que nadie se lleva a engaño por mi crítica: «Mi Gran Noche» no es una buena película. Gracias a Dios. De hecho, «Mi Gran Noche» es una mala película siguiendo esa regla de oro que dice que las mejores comedias pueden (y a veces deben) ser malas películas: la metralleta de bromas a veces flaquea, algún personaje canta ligeramente (el histrionismo desmesurado de Jaime Ordóñez, por ejemplo) y el final se resuelve con una giro de sainete -y un cañón de espuma- que es chusco y barato. Pero que, de nuevo, es efectivo. Y, oye, después de pasarte hora y media riendo como si ni supieras quién es Ingmar Bergman o la Nouvelle Vague, ¿qué más le vas a pedir a una película que te ha dado exactamente lo que te vendió desde el principio, que es un buen platazo de comedia en estado puro?
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