«Regresión» tenía que ser el regreso triunfal de Alejandro Amenábar… Pero al final se acaba convirtiendo en un batacazo que produce profundo sopor.
Hagamos un ejercicio de demolición y digámoslo desde el primer párrafo sin más dilaciones: «Regresión» es una muy mala película. No sólo eso, sino que atesora algo mucho más grave, que no es otra cosa que conseguir que de un visionado regulero se pase a una reflexión posterior donde, lejos de ganar peso cualitativo, consigue indignar más todavía.
Es ahí donde está probablemente el mayor problema de la nueva película de Alejandro Amenábar: en el hecho de que su factura no es mas que un espejismo que oculta, además, un producto tan absolutamente inconexo y desganado que hace saltar sin problemas las costuras que aparentemente sostenían su coherencia.
«Regresión» es en el fondo una película reumática, desesperadamente inmovilista, capaz de dejarte clavado sin moverte, no de temor sino de sopor.
Y, aún así, a pesar de su flojo y tramposo guión, aún podría considerarse que estamos ante una especie de TV movie regulera, al menos en el primer tramo de la película. No por sus excelencias precisamente, pero aunque el fusilamiento estético a cintas como «Prisoners» de Denis Villeneuve, los clichés de armarios que crujen y lluvia omnipresente se hacen obvios hasta el agotamiento, al menos parecen dar la sensación de conducir hacia a algún sitio.
Idea esta que pronto se desvanece justo cuando el Amenábar autor decide hacer acto de presencia en la película para determinar que empacar una modesta peli de género es demasiado poco para su genio creador. A partir de aquí, vamos de despropósito en despropósito. Subrayados infames en el mensaje (lo del discursito en la iglesia es de primero de redundancia), obviedades metafóricas dignas de guionista de anuncio de Lidl, por no hablar de un final espeso, trasladado a trompicones con personajes saliendo y entrando con una causística más que dudosa y un desenlace más torpe que tramposo, más remendado que sorpresivo.
Y, a pesar de todo ello, lo peor es la omnipresente presencia del sello autoral en una cámara que, lejos de adoptar quizás una postura más genérica, se dedica a moverse sin ton ni son, a buscar el ángulo imposible en el plano, no sea que no se note quién es el director. Incluso uno de los puntos fuertes de Amenábar, la dirección de actores (sacar algo de una piedra como Noriega está al alcance de pocos), se va por el sumidero al permitir que Emma Watson se limite a hacer pucheritos y que el ya de por sí limitado Ethan Hawke ciña su actuación a fruncir el ceño, cagarse en los muertos de alguien a voces cada dos planos e ir de torturado y duro, algo ya de por si malo pero que aún es peor si viene rematado por la ausencia absoluta de background del personaje.
En eso se resume la película, en su desfile de cuerpos vacíos, sin alma, repitiendo sin cesar frases de género trilladas enmarcadas por miradas oblicuas tan sutiles como una pedrada en el pescuezo. Sí, «Regresión» es en el fondo una película reumática, desesperadamente inmovilista, capaz de dejarte clavado sin moverte, no de temor sino de sopor. En definitiva una película capaz de generar una lumbalgia aguda, invalidante. Testigos en primera persona hay.
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