Nuestra crónica de todo lo vivido (y gozado) en el Paredes de Coura 2015 deja bien claro por qué sigue siendo visita obligada incluso para españoles.
Durante las semanas previas y, especialmente, a pocos días de su inicio, se veía venir: la edición 2015 del festival Paredes de Coura sería de récord. Un hecho que se confirmó la segunda tarde del certamen, cuando la organización anunció que se habían vendido todos los abonos y entradas diarias. Así, con todo el papel vendido, aumentaba la sensación de que la reunión en el norte de Portugal se había convertido, por la cantidad y calidad de su cartel y las posibilidades de disfrute extramusical que ofrece, en la cita más esperada de la agenda festivalera del país vecino esta temporada. Aunque este logro también vino acompañado de las correspondientes críticas ante el peligro de que la singular identidad del Paredes de Coura se diluya en el futuro por las grandes expectativas que genera y no posea la capacidad suficiente para acoger una cada vez mayor cantidad de público.
La misma dirección del festival, sin embargo, se encargó de confirmar rápidamente que su objetivo no ha sido ni será transformar el evento courense en un acto masificado e incómodo, para lo que limitará conscientemente su tope en los 100.000 asistentes que, rebasando esa cifra, llenaron tanto las orillas de la playa fluvial do Taboão junto a la que se sitúan el camping y la zona de esparcimiento del festival como el recinto en el que se encuentran sus dos escenarios.
Pero, pese al impacto que provocaba saber que el Vodafone Paredes de Coura 2015 sería su capítulo más concurrido, sobre el terreno no existieron demasiadas diferencias en cuanto a distribución, disposición y acceso a servicios (en ciertos puntos, ampliados) con respecto a ediciones anteriores. Sólo en el área de conciertos se observó alguna complicación en forma de problemas de sonido en ciertos lugares de la ladera del palco Vodafone y de puntuales aglomeraciones bajo la carpa de su espacio secundario, Vodafone FM -rebautizado como After Hours cuando se alcanzaba la madrugada-.
En cualquier caso, se demostró que, finalmente, el tradicional emplazamiento del Vodafone Paredes de Coura había absorbido la avalancha humana que se presagiaba, ya fuera disfrutando de las bondades de la meteorología estival -presente hasta la última jornada- sobre la verde superficie del valle courense y en las calles del pueblo que da nombre al festival o catando cada directo frente a los escenarios. De hecho, el espíritu de concordia y felicidad que define al evento luso no sólo se conservó intacto, sino que además se multiplicó a medida que iban transcurriendo los días.
Tuvo mucho que ver en ello, lógicamente, una parrilla artística que incluía géneros y estilos para todos los gustos y grandes nombres cuyo despliegue -que se movió entre la sorpresa y la decepción- sirvió para medir la (alta) temperatura sonora del Vodafone Paredes de Coura 2015 y la que puede producirse en su siguiente edición de 2016, a celebrarse del 17 al 20 de agosto. Pero esa será otra historia…
MIÉRCOLES 19 DE AGOSTO
Mitos y leyendas
Antes, quedémonos con lo sucedido este año… Empezando por su jornada inaugural, de nuevo desarrollada en su totalidad en un escenario principal cuyo aforo reflejaba que la locura desatada (sobre todo en redes sociales) ante el inminente comienzo del Vodafone Paredes de Coura 2015 no se correspondía con la realidad. Sí que se notaba una abundante afluencia de público en comparación con épocas pasadas para tratarse de su primer día, aunque ese detalle no se traducía en desbordamiento o multitud descontrolada. Simplemente, la programación que daba el pistoletazo de salida al festival superaba la media por las referencias que presentaba, circunstancia que atrajo una elevada atención desde que se desvelara su composición.
PALCO VODAFONE. Los portugueses Gala Drop estrenarían el palco grande descorchando un synth-rock de tintes new wave y psicodélicos que animarían una ya de por sí caliente atmósfera. Su mezcla de ritmos dinámicos con otros más insinuantes, sus guitarras titilantes y sus bajos potentes sumergidos en algunos pasajes extensos e ideales para entrar en trance se mostraron como un buen aperitivo de lo que estaba por venir.
El primer puñetazo en el estómago llegaría cortesía del post-punk académico y fidelísimo a sus influencias de Ceremony. Guiados por un Ross Farrar hiperactivo y con su tatuado torso a la vista, no se pusieron tan oscuros como se esperaba ya que exhibieron la sangre pop que corre por las venas de su último trabajo, “The L-Shaped Man” (Matador, 2015). La infalible “The Separation” y “The Party” fueron buenos ejemplos de ello, aunque los californianos tampoco pudieron ocultar su adoración por Joy Division a través de piezas como la punzante “Your Life In France”. Dicho mimetismo con la seminal banda mancuniana se compensó con la entrega de una formación compacta que aplicó con contundencia las lecciones básicas aprendidas sobre el post-punk primitivo, al que a veces le quitaban el prefijo post para quedarse con el segundo elemento de la ecuación, verter electricidad a borbotones y recordar tiempos más salvajes como en “Sick”, tema con el que Farrar saltó al frente de la fila delantera provocando en ella una pequeña revuelta. Sólo así podía acabar un concierto tan veloz y penetrante como los balazos disparados por Ceremony.
Blood Red Shoes intentaron del mismo modo, mediante su sencilla fórmula de guitarra más batería, impactar en los oídos y cuerpos de los presentes con su rock robusto por fuera… pero poco consistente por dentro. Pese a la energía volcada, el sonido pergeñado por Laura-Mary Carter y Steven Ansell llegaba como un estilo muy en boga hace casi una década pero no tanto en la actualidad. Esa falta de puesta al día, con todo, no condicionó la pasión mostrada por una parroquia portuguesa que seguía guardando devoción al dúo de Brighton. Algo sorprendente teniendo en cuenta su fiereza relativamente impostada. Es decir: mucho ruido y pocas nueces…
El segundo gran golpe de la jornada iría directamente al corazón de la mano de Slowdive, rodeados por la expectación que sólo generan los mitos musicales. Asentados en su fase de retorno consumada en el 2014 -con nuevo álbum en el horizonte- tras veinte años separados, su intervención en el Vodafone Paredes de Coura 2015 fue una oportunidad de oro para paladear en directo la excelencia de un catálogo incorrupto y fundamental dentro de la ola shoegaze primigenia por destapar su cara más sensible. De ahí que el arranque con “Slowdive” resultara el principio de una especie de viaje a un tiempo que parecía no haber pasado al comprobar cómo la voz de Rachel Goswell se mantenía dulce y angelical y las guitarras comandadas por Neil Halstead caían del cielo en forma de acordes puros y transparentes. Con esa base inmaculada, Slowdive tejieron su delicada red shoegaze que acariciaba el alma y alimentaba las emociones construyendo cascadas de distorsión (“Catch The Breeze”), extendiendo sedosos mantos eléctricos (“Souvlaki Space Station”), dibujando espirales de feedback apabullante (“Crazy For You”) o buscando la melodía perfecta en medio del ruido (“When The Sun Hits”). Cuando apareció una sublime “Alison”, el valle courense ya se había convertido en un espacio gaseoso e intemporal. El mismo lugar en el que permanecen y permanecerán eternamente Slowdive y su colección de joyas sonoras.
Por su parte, TV On The Radio ratificaron que su repertorio continúa siendo, cuanto menos, peculiar, al combinar (indie)rock, black music, devaneos con la electrónica y mensaje comprometido. Sin embargo, han perdido la inspiración de antaño. Hecho que se trasladó a un set que cabalgó entre el dinamismo de “Happy Idiot” o “Wolf Like Me” y la templanza de pasajes empapados de efluvios soul sin que cuajara del todo su teórica fuerza. Ni siquiera en el (solicitado por muchos asistentes) mini-bis, en el que la banda interpretó “Dancing Choose” en clave punk. TV On The Radio eran los supuestos cabezas de cartel del día, pero tal medalla habría que habérsela colgado al grupo anterior…
PALCO AFTER HOURS. Dj Fra subiría el telón de la carpa secundaria bien entrada la madrugada repartiendo una buena ración de tech-house percutivo que tanto estimuló a las aves nocturnas como puso banda sonora a los sueños de los que se retiraron a sus aposentos a la orilla del río Coura.
[/nextpage][nextpage title=»Jueves 20 de agosto» ]JUEVES 20 DE AGOSTO
El efecto Tame Impala
Y el día más deseado llegó. Aquel en el que pisaría las tablas el grupo más pedido y anhelado los últimos años en Paredes de Coura: Tame Impala. Se auguraba, pues, lleno absoluto y delirio colectivo en la ladera. Bastaba para hacerse una idea de la previsible estampa con escuchar las pegadizas melodías de las canciones de los australianos tarareadas por los festivaleros en cualquier rincón del pueblo y el valle courenses. No era amor, sino obsesión por Kevin Parker y compañía.
MUSEU REGIONAL DE PAREDES DE COURA. En tal especial localización se realizó la segunda Vodafone Music Session del certamen -la primera la habían protagonizado los lusos Tøuløuse veinticuatro horas antes-: un concierto secreto para una reducida y privilegiada audiencia que tuvo ante sí a Steve Gunn sentado frente a un típico hórreo portugués y pertrechado con su guitarra acústica. Así dio lustre a su americana de orígenes tradicionales y creó una atmósfera plácida para degustar su maestría en el fingerpicking. Sus pasajes más o menos extensos, repletos se cimas y simas, entre bucólicos y pastorales, completaron una actuación íntima e intimista al aire libre.
PALCO VODAFONE FM. A estas alturas, ¿tiene algún sentido seguir dándole vueltas a si Hinds viven aupadas en un permanente hype (internacional)? Visto el aspecto del escenario secundario y su prestancia sobre las tablas, no era necesario. Con una nutrida legión de fans españoles ante sí, las madrileñas presentaron una ristra de temas que, si todo continúa en la dirección correcta, se incluirán en su ansiado debut en largo. Derrochando vitalidad y euforia indie-pop (de aire californiano a lo Best Coast) y punk-pop, lucieron un sonido con mayor cuerpo y más fortalecido con respecto al de sus composiciones ya publicadas y de velocidad variable: en una misma canción, la marcha se reducía o se aceleraba con habilidad según conviniera hasta ofrecer pildorazos que eran en sí mismos pequeñas cajas de sorpresas. La frescura y jovialidad de Hinds conquistaron el norte de Portugal. Otra cosa diferente fue el jaleo que el cuarteto montó inconscientemente en el foso una vez concluido su show. Pero ese es un relato que dejaremos para una mejor ocasión…
En ese preciso instante, Pond habían provocado que se desbordara el palco secundario beneficiados por el ‘efecto Tame Impala‘, dadas las conexiones entre ambos grupos. Por esa razón y porque su directo se había interpretado como anticipo de la tormenta que desatarían más tarde sus compatriotas en la ladera, no hubiese estado de más que el alocado Nick Allbrook y los suyos se hubiesen subido al escenario principal. De todos modos, y a pesar de la aglomeración, el Vodafone FM soportó la acometidas psicodélicas de unos Pond consagrados por su LP más reciente, “Man It Feels Like Space Again” (Caroline, 2015), con el que turbaron al respetable vía “Waiting Around For Grace” y “Elvis’ Flaming Star”, aplastantes y devastadoras. Esta deslumbrante descarga de pysch-rock derivó en una explosión sónico-lisérgica de consecuencias catárticas, incluso cuando Pond se sumergían en medios tiempos que se derretían a medida que avanzaban, como “Man It Feels Like Space Again”, la “Space Oddity” del siglo XXI. No hubo duda: Pond pusieron patas arriba el Vodafone Paredes de Coura 2015 en uno de sus directos más memorables.
Despejado el frente (el gentío se había ido corriendo a tomar posiciones al otro espacio a la espera de Father John Misty y Tame Impala), White Fence prosiguieron la fiesta psicodélica despachando con corrección su rock ácido, luminoso y tonificado por ágiles acordes guitarreros que, por momentos, lo aproximaban al garage más gamberro. Eso sí, bajo tanta capa eléctrica se descubrían melodías vibrantes y soleadas que hilvanaron un set sin fisuras cuyo nervio no decayó ni un segundo.
Todo lo contrario, aunque pareciera mentira, sucedió con Iceage. En la memoria de muchos todavía se encontraba su directo en el mismo recinto dos años atrás, amenazante y lúgubre. Pero esta vez sería distinto. Semi-ocultos en una penumbra sacudida por flashes, los daneses se embriagaron del punk blues dislocado (en ciertos tramos, cow-punk) que caracteriza su disco “Plowing Into The Field Of Love” (Matador, 2014), lo que provocó que sus sacudidas llegasen con intermitencia, como si quisiesen primero agarrar de la solapa al oyente y luego arrearle duro. Pese a que Elias Rønnenfelt se empeñaba en llevar su garganta al límite, era inevitable pensar en que se estaba transformando en un trasunto de Nick Cave; y la propuesta de la banda, en un brebaje sónico extraño, desconcertante y alejado de su pasada brutalidad. Gatillazo en toda regla.
PALCO VODAFONE. Steve Gunn, de regreso al valle courense, se encargaría de devolver la calma y poner algo de cordura después del torbellino generado por Pond gracias a su country-rock de profundas raíces norteamericanas que se 7 entre el clasicismo bien entendido y el calambrazo eléctrico perfectamente dosificado.
Sin embargo, dicha tranquilidad fue transitoria. A los poco segundos de que J. Tillman, alias Father John Misty, paseara su estilizada y barbuda figura, el griterío (sobre todo femenino) se hizo palpable. Lo que el estadounidense aprovechó para arrancar a lo grande con una versión agigantada de “I Love You, Honeybear”, con la que expuso su perfil de showman total y afectado. De ahí que Tillman no fuese sólo centro de todos los oídos, sino también de las miradas. Así, apoyado en un pop-rock AOR de aroma setentero, vació su torrente de sentimentalismo y antología de gestos de amante apasionado (como en “Only Son Of The Ladiesman”) y sacó sus armas de seducción masiva: los alaridos orgásmicos estaban asegurados. Eso sí, a punto estuvo de caer en la parodia absoluta (esta secuencia fílmica venía irremediablemente a la cabeza…) debido a tanto retorcimiento sobre el suelo y desgarro emocional. Aunque Tillman la esquivó con una arrebatadora representación de “Bored In The USA”, con cientos de mecheros y pantallas de móviles al viento que formaban una preciosa estampa en la ladera. Definitivamente, Father John Misty se había metido a su numerosa audiencia en el bolsillo mientras crecía su condición de crooner contemporáneo.
La de Kevin Parker es la de gurú de la psicodelia moderna, divinidad del pop-rock fluorescente o cualquier etiqueta similar que le suele colgar un público que recibió extasiado, como maná caído del cielo, a Tame Impala, que iniciaban gira europea a propósito de “Currents” (Modular, 2015). Con lleno hasta la bandera, los australianos no tardaron en activar su psicotrópico juego audiovisual que aturdía (en sentido positivo) y multiplicaba el impacto de cada tema. Empezando por una bombástica “Let It Happen”, que a la vez certificó que la banda estaba dispuesta a trasladar al directo con máxima y alta fidelidad el contenido de su álbum recién sacado del horno sin caer en la artificialidad. De hecho, “The Moment” y “The Less I Know The Better” conservaron su pegada infecciosa, “’Cause I’m A Man” su tono confesional y envoltura multicolor y “Eventually” su aura épica aunque pareciera no haber calado hondo en el respetable. Claro, este esperaba estallar con las melodías de la poderosa “Elephant” y el himno oficioso del festival: “Feels Like We Only Go Backwards”, coreado hasta el paroxismo. Tras el regalo extra, “Nothing That Has Happened So Far Has Been Anything We Could”, se observó una imagen inédita en Paredes de Coura: la ladera cubierta por una monumental polvareda, reflejo físico de la nebulosa creada por Tame Impala con un directo que satisfizo con creces las expectativas previas y convenció sin paliativos.
PALCO AFTER HOURS. Los locales Mirror People y Nuno Lopes optaron por dos formas opuestas de agitar la carpa: los primeros, a base de synth / tecnopop de grave potente pero núcleo melódico; el segundo, recurriendo a un techno férreo pero, a medida que se estiraba, machacón.
[/nextpage][nextpage title=»Viernes 21 de agosto» ]VIERNES 21 DE AGOSTO
Barras y estrellas
Durante la tercera jornada del Vodafone Paredes de Coura 2015 se constató que, disipadas las secuelas del huracán Tame Impala, se había vuelto a la normalidad que preside tradicionalmente el festival superado su ecuador. Eso sí, de un modo relativo, ya que se debía tener en cuenta que, con todas las entradas despachadas, el ambiente continuaba en estado de ebullición. Se avecinaba una noche que se podría denominar como genuinamente norteamericana…
CASTRO DE SÃO SEBASTIÃO. A la hora de la sobremesa, Waxahatchee llevó a cabo su Vodafone Music Session en lo alto de un peñasco coronado por una capilla y con una pintoresca panorámica de fondo. Katie Crutchfield, a solas y guitarra eléctrica en ristre, elaboró un breve set reposado, frágil e hipnótico… hasta que las campanas de la ermita rompieron el embelesamiento producido por una versión límpida de “La Loose”. Una mala coincidencia que no estropeó tan especial momento.
PALCO VODAFONE FM. ¿Qué pasaba por la cabeza del público portugués presente en el concierto de Grupo de Expertos Solynieve? Sus raíces sonoras -a medio camino entre su Granada natal y el suroeste estadounidense-, su personal e intransferible idiosincrasia y su discurso resultaban carne de la curiosidad en tierras lusas, donde la banda se estrenaba en directo. Estimulados por esa circunstancia, los Expertos propusieron un repertorio que, no por conocido, fue menos excitante. No faltaron sus mejores temas recientes (“Colinas Bermejas”, “Estoy Vivo de Milagro (Fandangos de Glasgow)”, “Ola de Calor”) ni sus clásicos básicos (“La Nueva Reconquista de Graná”, “Dime”, “Reina de Inglaterra”), que sonaron vigorizados por la perfecta acústica de la carpa secundaria y su pericia instrumental, ya se decantasen por el power-pop, la distorsión o el rock aflamencado (“Claro y Meridiano” fue infalible por enésima vez). Aparezcan donde aparezcan Grupo de Expertos Solynieve, con ellos se ve que siempre hay calidad.
Subida a las tablas del palco Vodafone FM, Katie Crutchfield aumentó el voltaje del cancionero de Waxahatchee hasta hacer que rebotaran en él ecos noventeros procedentes del indie-rock de la época. Básicamente, siguiendo la línea hi-fi trazada en su álbum “Ivy Tripp” (Wichita, 2015), aunque también quitó capas de electricidad en ciertos tramos para mostrar su cara más introspectiva. Pese a sus intentos, la tibieza general de su actuación se reflejó en una audiencia que no se enganchó a ella al 100%.
PALCO VODAFONE. Después de que X-Wife rememorasen brillantes recuerdos del neo-post-punk que vivió su edad de oro a mediados de la década pasada, Allah-Las rebobinaron la película sonora hasta alcanzar los 60 más rockeros. Y playeros, recreando en el esplendoroso vergel courense un arenal californiano musicado por melodías refulgentes, acordes cristalinos y coros epatantes. En el horizonte, se elevaba un sol crepuscular y dulcemente psicodélico que templaba las cabezas y los oídos de los presentes.
Con Mark Lanegan, ese imaginado paisaje en la playa cambió radicalmente al de un desierto perdido en el sur de la América profunda. Territorio en el que el hombre de las cuerdas vocales de lija se mueve como un lagarto, sigiloso a la par que ágil. De una manera similar, aunque estático y firmemente agarrado al micro bajo una tenue luz roja, destapó el tarro de las esencias de su peculiar blues-rock, que tanto conecta con sus orígenes ancestrales como se desvía hacia estilos aparentemente alejados como la electrónica, el post-punk o el new wave. Su cavernosa voz dirigió con firmeza a su banda a través de rock polvoriento modernizado (“Harvest Home”), tempos lentos pantanosos (“I Am The Wolf”), electro-blues (“Dry Iced”, “Floor Of The Ocean”) y revisiones nobles como la de “Atmosphere” de Joy Division e introdujo con naturalidad en su universo a los neófitos y poco aficionados a sus experimentos. Concluida su tarea, Lanegan se fue tal como había llegado: un par de agradecimientos, una lacónica despedida y fuera del escenario. No hacía falta nada más, la verdad.
Porque todo el dispendio de amor, admiración, honestidad y pasión saldrían del pecho de Charles Bradley, a la postre gran estrella de la noche y, si me apuran, del festival. Acompañado por sus impecables Extraordinaries, planteó un concierto a la vieja usanza que incluyó presentación del protagonista de la velada, jams y hasta cambio de vestuario. Luego, su entrega, fogosidad y cariño ante una abarrotada ladera hicieron el resto en toda una lección de funk, soul y R&B clásicos que derivaban en bailes sinuosos, movimientos tórridos (la humedad no era sólo ambiental…) y baladas que abrían el corazón más acorazado. La ardiente “You Put The Flame On It” y la explosiva “Confusion” resumieron a la perfección un directo completísimo con el que Bradley demostró, por un lado, que el funk-soul de toda la vida puede sacudir de arriba abajo un evento de la envergadura del Paredes de Coura; y, por otro, que es un símbolo del género actualmente pese a su edad y tras superar una tortuosa trayectoria vital. El apoteósico desenlace, con Bradley abrazado al gentío, disparó la sensibilidad de un momento que encumbró la figura de un artista auténtico que disfruta de cada segundo de su revalorizada carrera musical.
Se suponía que The War On Drugs, sin necesidad de alcanzar esas mismas cotas de emoción, abrillantarían su condición de adalides del rock puramente norteamericano en pleno siglo XXI. Para lograrlo, Adam Granduciel no dudó en enseñar todas las costuras springsteenianas de sus canciones, pero algo fallaba al no seducir como se esperaba al respetable. Es más, en algunas fases, este incluso parecía desconectado. Y eso que los de Philadelphia sacaron los temas más señeros del alabado “Lost In Dream” (Secretly Canadian, 2014), como “Red Eyes”, “Under The Pressure” y “An Ocean In Between The Waves”, cuya extensión Granduciel aprovechó para desparramar sus seis cuerdas en largos solos y desarrollos guitarreros que devinieron, por desgracia, planos y laxos. The War On Drugs transmitieron, contra pronóstico, las sensaciones más encontradas del Vodafone Paredes de Coura 2015.
PALCO AFTER HOURS. El sabor de decepción se prolongaría con Tanlines y su semblante de sucedáneos de New Order y Cut Copy. Nadie les podía negar su esfuerzo por atraer la atención aplicando calor y exuberancia a sus piezas a base de tropicalismo sintético, pero su set acabó resultando insípido y previsible. Una lástima.
Para suerte del dúo neoyorquino, la intervención de un pasota Richard Fearless haría buena la suya. La mala selección, una peor mezcla, los tracks reiterativos y los beats martilleantes de su sesión sugerían que ser miembro de un grupo de música electrónica (en su caso, Death In Vegas) no garantiza saber manejarse correctamente a los platos. ¿O Fearless se acercó a Paredes de Coura exclusivamente por la pasta? Fuese como fuese, sólo cabía una conclusión: estafa.
[/nextpage][nextpage title=»Sábado 22 de agosto» ]SÁBADO 22 DE AGOSTO
La lluvia vino del norte
Los últimos años, el Paredes de Coura se había librado de la meteorología adversa durante su celebración para lucir en todo su esplendor bajo el sol veraniego, como sucedió en buena parte de esta edición. Hasta que llegó su jornada final: el cielo se encapotó y cayó una persistente lluvia matinal mientras Lykke Li realizaba su prueba de sonido (atención a la casualidad, porque no sería la única vez que ocurriría…) que chafó el descanso y la relajación a orillas del río Coura en lo que se ha dado en llamar el ‘resort rock’ de la playa do Taboão. Menos mal que, en cuanto se abrieron las puertas del recinto principal, el aguacero cesó.
QUARTEL DE BOMBEIROS DR. AFONSO VIANA. Aunque, una hora antes, la lluvia ayudaba a que la Vodafone Music Session de Woods rebosase melancolía. Situados frente a dos camiones de bomberos clásicos, la estampa que componían su folk-pop candoroso interpretado en un formato semi-acústico muy cuidado, el peculiar espacio, la esmerada atención del selecto público y el empapado exterior era idílica. Por ello, este fue uno de los conciertos secretos más bellos de todos los realizados en la historia del festival.
PALCO VODAFONE FM. Natalie Prass ratificó su condición de revelación del presente año dando una vuelta de tuerca al sonido elegante y pulido del homónimo “Natalie Prass” (Spacebomb, 2015), que la ha colocado en posiciones privilegiadas en el panorama alternativo internacional. Sin el detallismo arreglístico de su álbum, la norteamericana fortaleció su paleta estilística para la ocasión según los cánones clásicos del country-folk, el pop AOR de los 70 (“Bird Of Prey”) y el soul-pop de tez blanca (“Why Don’t You Believe In Me”) tamizados por una voz melosa de intensidad variable (desde la introspección hasta la incitación al baile) y altas dosis de seducción. Su magnetismo y distinción le permitieron salir triunfante de la carpa secundaria.
También recibieron una merecida cantidad de elogios Sylvan Esso. Con Nick Sanborn tras el portátil lanzando bases programadas y agitándose con extraños movimientos y Amelia Meath practicando curiosas coreografías a la vez que ponía voz a su electropop futurista, la pareja consiguió que su receta aderezada por R&B moderno, ritmos dislocados y graves retumbantes penetrase por los oídos de su audiencia como un cuchillo cortando mantequilla. En determinadas fases, eliminaban cualquier tipo de añadido para dejarse llevar por el tecnopop directamente enfocado a la pista discotequera en una demostración de que los golpes electrónicos sin efectismos pueden ser los más efectivos.
Pero el que se llevó la palma en el palco Vodafone FM fue Ty Segall. Bien, en realidad, su proyecto paralelo Fuzz. Aunque el hombre multi-tarea acaparó todo el protagonismo tras las baquetas y el micrófono por la forma en que dirigió el ataque de su banda, que repartió a diestro y siniestro bombazos de punk-rock espídico e inflamable. De hecho, fue un milagro que el escenario pequeño no comenzara a arder mientras temblaba por culpa del terremoto californiano.
PALCO VODAFONE. Pese a que el terreno mojado indicaba que el sosiego canicular había abierto un paréntesis, los luso-brasileños Banda do Mar se empeñaron en aportar calidez al anfiteatro natural a través de su optimista pop transatlántico. Una senda que también seguirían Woods a su manera, electrificando adecuadamente su folk-pop nostálgico y ultra-melódico hasta sumergirlo en extensas progresiones cautivadoras.
El hechizo de las dos bandas anteriores se rompería con el fibroso rock psicodélico de Temples, una de las atracciones de la noche y del Vodafone Paredes de Coura 2015. Avalados por la rotundidad de “Sun Structures” (Heavenly, 2014), aprovecharon su arsenal sónico para erigir un directo tan brillante como la chaqueta de James Bagshaw y de pegada incontestable, ya avanzase como una apisonadora (“Sun Structures”, “Mesmerise”), se elevase a un espacio interdimensional (“A Question Isn’t Answered”, “Shelter Song”), desprendiese destellos pop caleidoscópicos (“The Golden Throne”) o se estirase como un chicle ácido en forma de desarrollos infinitos inspirados en compañeros de pupitre como The Horrors o TOY. En medio, presentaron una nueva composición, la ruidosa “Henry’s Cake”, que encajó sin problema entre los temas conocidos al conservar una infecciosa lisergia que envolvió de principio a fin una actuación absorbente a la que le faltó incluir “Test Of Time”, uno de los ases de la banda. Una nimiedad dentro del robusto ejercicio rock ejecutado por Temples.
Lykke Li, en principio, no lo tenía fácil para llevar a cabo su delicado e intenso espectáculo. Porque daba la sensación de que la parte del público que sólo esperaba de ella una canción, su hit “I Follow Rivers” (o, mentalmente, la remezcla de The Magician), se imponía en la ladera a aquella que deseaba introducirse en su elogio al desengaño, el desamor y los quebrantos emocionales. Además, a la sueca le iba a caer el sambenito de atraer (otra vez) la lluvia al valle courense como si arrastrase una especie de maldición escandinava. Sin embargo, el cielo la respetó y así pudo recrear sin dificultades, vestida de riguroso negro satinado, su particular función melodramática. Con el escenario cruzado por translúcidos telares oscuros, Lykke Li se movió sobre las tablas como un ángel caído en busca de la eterna salvación afectiva mientras abría su corazón de par en par en piezas como “I Never Learn”, “Sadness Is A Blessing”, “Just Like A Dream” o “Never Gonna Love Again” y emergía su aura de diva que había llegado del frío para hacer de la tristeza un fuego alentador. Incluso cuando manejó material ajeno, como “Hold On, We’re Going Home” de Drake, que llevó a su terreno con pasmosa sensibilidad. Los meandros expresivos por los que fluía el directo sólo podían tener un destino: “I Follow Rivers”, su teórica cumbre recibida sin el entusiasmo esperado. Una contradictoria reacción ante la diosa escandinava capaz de arrastrar a cualquier ser con alma a su ritual pop de redención espiritual.
Todo lo contrario sucedió con Ratatat y su sólida mezcla de rock instrumental mutante y sustentado en bases pregrabadas con un gran espectáculo de luz, láser y visuales surrealistas. Un proceso tan coordinado y sincronizado que salía del escenario con la energía necesaria para convertir la ladera en una enorme pista de baile agitada por melodías guitarreras cercanas al electro-prog-rock cultivado por Daft Punk o Justice (“Abrasive”), riffs pesados e incendiarios, ritmos cambiantes y golpes 4×4. Gracias a los efectos físicos y psíquicos de su mejunje dance-rock, Mike Stroud y Evan Mast lograron materializar un show que atrapó los cinco sentidos y cerró con contundencia el palco Vodafone FM.
PALCO AFTER HOURS. De idéntico modo The Soft Moon zarandearon el espacio secundario, aunque exprimiendo sin compasión el tono tenebroso, inquietante y estruendoso de su synthpop con trazas del post-punk espartano más oscurantista, el krautrock más atómico y el electropunk más anfetamínico. La voz de ultratumba de Luis Vasquez, el volumen atronador y la tensión sónica elevada al cubo no dejaron títere con cabeza en una atmósfera sombría y asfixiante.
Disipados el estremecimiento y el temblor bajo la carpa, Sascha Funke clausuraría oficialmente el festival con un set preciso, perfectamente secuenciado según la técnica germana y trufado de techno acerado a la par que sobrio.
Finalizaba así un Vodafone Paredes de Coura 2015 que ha marcado un crucial punto de inflexión en la historia del evento, destinado a entrar definitivamente en el noble grupo de los festivales musicales masivos más seguidos a todos los niveles no sólo en Portugal, sino en la península Ibérica y el resto de Europa. Situados este año los listones organizativo y artístico a una elevada altura, quedan por despejar en el futuro las incógnitas sobre qué dimensiones adquirirá sin perder su esencia y qué derroteros tomará el certamen luso que tiene como principal motor impulsor ser “el hábitat natural de la música”. [FOTOS: Iria Muiños]
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