En el pasado Dekmantel Festival, Four Tet se marcó dos horas de sesionaza que rebosaba baile calentito y sensual… ¿No te apetece escucharla?
Hay artistas que evolucionan con sonoros quiebros, para que todo el mundo se dé cuenta, para que todo el mundo exclame «oooohhh» y «aaaaaahhh»» y lo flipe lo más grande con su capacidad de mutación. Hay otros artistas, sin embargo, que no necesitas los «ooohhhh» y «aaaaahhh» de nadie, así que van evolucionando a su ritmo, por mucho que ese ritmo sea casi imperceptible para la gran mayoría. Este caso es, por ejemplo, el de Four Tet: muchos le conocimos practicando unas texturas musicales que le valieron la etiqueta de folk electrónico, pero Kieran Hebden ha ido cambiado de piel lentamente, muy lentamente, y la verdad es que sus últimos discos nada tienen que ver con lo de sus inicios.
En sus últimos trabajos, Four Tet ha ido apostando cada vez más por la música de baile, por una electrónica sólida pero inteligente que huye de los recursos facilones (es decir: subidones, bombos, etc.) pero que consigue meterte dentro del cuerpo el dengue de un baile sostenido, calentito pero nunca calentorro, sensual pero también sexual como deporte de fondo. Así es Four Tet aquí y ahora… y así se deja ver en esta sesionaca que se marcó el pasado Dekmantel Festival.
Un total de dos horas de musicón en las que Hebden pone sobre la mesa referencias de una variedad de géneros que asusta: desde canciones hindús hasta technazo hiper-bailable, desde house suavito hasta paisajismo ambiental. Todo cabe en esta sesión que está mezclada siguiendo los preceptos mencionados más arriba de sutilidad: los géneros se diluyen unos sobre otros y, al final, te descubres viajando de unas texturas sonoras a otras muy diferente casi sin darte cuenta. Por el camino, eso sí, ocurre una cosa bastante básica: que no puedes dejar de bailar. Pero, bueno, ¿qué esperabas de un maestro como Four Tet?