El barrio (hipster) de Sant Antoni en Barcelona ya tiene coctelería oficial: se llama Bitter y allá los cócteles son algo que va mucho más allá de la carta.
¿Sabes cuando hablas con alguien y llegas a conclusiones a las que nunca hubieras llegado por ti mismo, encerrado en la soledad de tu cabecita? Pues eso es precisamente lo que me ocurrió hace un par de semanas mientras charlaba con una amiga que es coctelera. En una de esas conversaciones algo megalómanas, intentábamos determinar qué es lo que realmente hace que queramos volver a una coctelería (nótese que esto es una forma políticamente correcta de decir que lo que estábamos haciendo era más bien determinar qué hace que una coctelería sea buena y otras malas, así a grosso modo). La conclusión a la que llegué entonces es que, básicamente, lo que valoro en un coctelero es que no me dé una carta y que sepa no sólo salirse de lo habitual, sino también hacer que yo me salga de lo habitual.
Contra los cocteleros del sota, caballo y rey de las mezclas clásicas por todos conocidas se contraponen esos otros cocteleros que establecen un fluido canal de comunicación contigo, te preguntan por tus preferencias y, al final, acaban tocando las teclas adecuadas en tu paladar. A esta ilustre estirpe de cocteleros pertenece precisamente Nacho, el coctelero del nuevo Bitter que acaba de abrir en el barrio de Sant Antoni de Barcelona. Sí, Sant Antoni. Lo que lleva a la pregunta inevitable: ¿cómo puede ser que hasta ahora no se le hubiera ocurrido a nadie antes esto de abrir una coctelería en el epicentro hipster por excelencia? ¿Por qué nadie había aprovechado la energía cinética de todos los que se mueven hasta la calle Parlament y cercanías para cenar?
Ni idea. Pero no nos encallemos en los «por qué no» y mejor centrémonos en los «por qué sí», ya que el Bitter lo tiene todo para convertirse en uno de los puntales cocteleros de la nueva generación. El local, para empezar, está situado en un enclave muy favorecedor: en el número 17 de la calle Viladomat, a un tiro de piedra de ese cruce con Parlament en el que se apelotonan dulcemente el Tarannà, La Donutería y el Cometa, entre otros. El espacio del Bitter se divide en dos estancias: a la entrada está la barra para los más impacientes, con una iluminación ocre tenue e íntima que casa a la perfección tanto con la profusión de madera como con las amplias cristaleras (que crean una ilusión de amplitud muy interesante) y con la abundancia de plantas frescas que son utilizadas para los propios cócteles. Los menos impacientes, sin embargo, descubrirán que hay mucho más Bitter que disfrutar, ya que en la parte trasera del local se abre una amplia estancia con las mismas constantes vitales (maderas, iluminación íntima, mesas de diferentes tamaños para albergar diferentes tipos de grupos) que da a un patio interior que le aporta al espacio un plus de clase acogedora.
Las bondades del espacio, sin embargo, se quedarían en nada si no fuera por el savoir faire de Nacho y su equipo. Repito: lo de este coctelero que ha pasado por imprescindibles de la Ciudad Condal como el Milano, el Caribbean o el Negroni no es precisamente ceñirse a una carta, ni mucho menos. Lo suyo es más bien mirar dentro de tu alma (alcohólica) e intentar adivinar qué es lo que mejor casa contigo. En el Bitter se trabajan con pericia los cócteles clásicos, evidentemente, pero donde brilla especialmente esta nueva coctelería es a la hora de aportar aventurosos twists post-modernos ya sean en forma de hiervas o con alcoholes menos tradicionales (si se me permite aquí un favorito personal, diría que nadie debe perderse el Old Fashioned con un toque de mezcal que Nacho borda con sublime nocturnidad y alevosía).
Eso sí, vayan ustedes con ojo, porque el Bitter no es sólo una coctelería: con su cocina funcionando ya a plena potencia (en las primeras semanas todavía estaba en construcción), aquí no sólo se ofrecen delicatessens para acompañar los cócteles hasta horas razonables de la noche, sino que también tienen propuestas gourmet (bocadillos, provoletas, patés, quesos, patatas baby con romesco…) muy interesantes para todos aquellos que estén por Sant Antoni en horas en las que apetece más comer debidamente que meterse un cóctel entre pecho y espalda. Eso sí, repito: lo de los cócteles del Bitter se sale. Pertenecen a otra órbita. Una órbita habitada por los cocteleros más ilustres de Barcelona: esos a los que quieres volver porque sabes que siempre van a sorprenderte con su don natural para ver en ti mucho más que alguien que está eligiendo de una carta de cócteles manidos y aburridos.